En uno de los cambios más impredecibles de la historia musical reciente, el cantautor Steven Wilson, reconocido como el Rey del Rock Progresivo de las últimas tres décadas, decidió dar un paso atrás y adentrarse al synth-pop de fácil digestión con To The Bone (2017). Aquel cambio, hizo que muchos de sus seguidores y de la prensa especializada en el progresivo le dieran la espalda, llamándolo, entre otras cosas, -vendido- y -desinteresado-.
Hoy, el cantautor estrena su secuela en THE FUTURE BITES™ (2021), mismo que funge como una confrontación directa a sus pasados escuchas en el cual describe que “me olvidé de lo que era. Hubo un tiempo en el que era ambicioso, pero ahora solo tengo inhibiciones. Olvida lo que hice que hiciera que mucha gente me diera su amor. Ahora estoy sentado en una esquina, quejándome y haciendo cosas que sonaban mejor en los años ochenta”.
Aquel es un extracto del cuarto tema del material ’12 THINGS I FORGOT’, el cual se desarrolla como una pieza de poco menos de cinco minutos en la cual convergen sintetizadores de la época del new-wave, una guitarra acústica a modo de balada romántica y coros gospel. Su gancho deviene de un solo de piano bastante sencillo, seis notas, que estallan contra el resto de su instrumentación. La lírica, es un desarrollo de aquella introducción, disculpándose con sus escuchas de progresivo, pero aclarándoles que está más interesado en esta música.
Contrario a lo que se puede esperar ante sus versos en aquella canción, en realidad el álbum es bastante ecléctico cuando se lo propone. La introducción ‘UNSELF’ inicia como un cúmulo de reverberancias que dan paso a un coro pegajoso que se apaga de golpe, sin desarrollarse por más de unos cuantos segundos. Un experimento interesante.
‘KING GHOST’ es una maravilla cien por ciento electrónica que toma sus referencias tanto en el pop de tintes épicos del Hounds Of Love (1985) de Kate Bush (la principal influencia de Steven Wilson) o The Hurting (1983) de Tears For Fears con un bajo intenso del trap que ha estado escuchando en los últimos meses, del cual nos afirmó en exclusiva que le encanta Billie Eilish y los últimos materiales de Kanye West.
Otro punto alto del material es ‘MAN OF THE PEOPLE’. Una canción de pop progresivo en la cual Wilson describe cómo sufren las personas cercanas a un político cuando éste se encuentra en el foco de una polémica de proporciones nacionales. La instrumentación basada en guitarras, cajas de ritmos y detalles de sintetizadores se eleva en reverberancias densas hasta el final de la pieza, en una catarsis increíble. Los coros de esta canción son de lo más pegajoso que Steven Wilson haya compuesto en estos últimos años.
Estas piezas están brillantemente producidas, repletas de elementos limpios que enriquecen múltiples escuchas. La forma en cómo trata el sonido, haciéndolo vibrar en luces blancas y resplandecer ante los adornos vocales e instrumentales que les otorga, es admirable. Aunque eso es lo menos que podemos esperar de un material de Steven Wilson, a fin de cuentas ha sido el ingeniero encargado de remasterizar clásicos de Yes, King Crimson y Pink Floyd.
El problema deriva, irónicamente, de las piezas que se acercan al pop súper alegre y funky de finales de la década de los años setenta. Por ejemplo en ‘SELF’, en la cual describe a una sociedad obsesionada con su propia imagen, pero los coros son un poco vergonzosos y es difícil tomar en serio lo que está diciendo ante tantos elementos tan estereotipados, de las voces afroamericanas detrás de él, hasta los contrapuntos de guitarra.
‘EMINENT SLEAZE’ carga con el mismo despropósito, integrando coros góspel a la pieza que describe cómo la gente se rinde ante las personalidades públicas con una sonrisa pintada en su rostro. Mientras que en ‘FOLLOWER’ toma la voz de un adolescente que le pide a sus amigos que lo sigan en redes sociales.
Para finalizar, la pieza angular del proyecto de 10 minutos de duración ‘PERSONAL SHOPPER’ peca de los mismos elementos. Aquí, las voces eufóricas están alegres de leer sus tickets de compras. La letra cae en lugares comunes, pretendiendo ser una crítica que cae en el -este es el mundo del capital- y que pretende ser el mensaje principal del material. Aunque su enfoque en la presentación ha sido bastante brillante, líricamente la crítica a -el capital- es muy tenue.
Pese a esto, mucha gente logrará encontrar algo qué disfrutar en estas tres canciones. Son dinámicas, algunas de ellas rompen con su estructura para entregar algo más disruptivo por algunos segundos y están llenas, repletas, de distintos elementos a descubrir.
En este álbum es fácil notar que pese a que Steven Wilson no quiere que ese sea el caso, su talento como compositor sigue brillando en sus piezas más melancólicas, frías y personales, alejadas de la crítica socio-política que pretendía y del pop ochentero que tanto le gusta. Aunque él haya sido autor de álbumes increíbles y profundos en relación al impacto de la tecnología, la nostalgia y las drogas en el hombre, se quedó corto en este nuevo enfoque anti-capital.