La relación que Beach House tiene con México contiene todo para describirlo como un gran romance. Desde la pasión del público mexicano, incansable en pedir por el dúo de dreampop, y la forma tan maravillosa con la cual sus integrantes ven al país; hasta drama, citas que no se concretaron, años de promesas y una larga espera.
Ayer, tras un lustro de separación con el país, Victoria y Alex agregaron un nuevo episodio a esta historia. Ellos se presentaron en un Auditorio Blackberry que fue sold-out absoluto para dar el primer concierto tras el lanzamiento de su séptimo disco de estudio, 7 (2018).
La noche no pudo iniciar de una mejor manera, es bien conocido por los seguidores del under nacional que una de las principales influencias de Big Big Love es el trabajo de los de Baltimore, por lo que abrir el concierto debió de haber sido uno de los momentos más intensos hasta este momento en la carrera de la joven agrupación mexicana.
BBL se desvió de su tradicional set enérgico de temas pop con momentos in crescendo para entregar una presentación integrada por las canciones más introspectivas de su agrupación. Los gritos eufóricos que distinguen a su vocalista, Santiago, se quedaron atrás y en su lugar se paseó dando muestra del genio compositivo e instrumentista que su agrupación posee.
No fue la mejor presentación de Big Big Love, pero esos juegos con las dos baterías, los largos solos de guitarra y los juegos armónicos con los sintetizadores me mostraron una nueva cara de lo que la agrupación puede hacer en vivo. Pese a los años que tienen, la BBL sigue siendo una de las propuestas más prometedoras de nuestro país.
-“Muchas gracias por todo, sobretodo a Beach House por invitarnos, esto es un sueño”-, indicó Santiago previo a su retirada. Los minutos se sentían eternos ante la espera del dúo estadounidense.
Como se esperaba, la banda salió sin una gran puesta en escena. Sólo Victoria, Alex, un baterista, dos guitarras y un sintetizador apoyaron a la interpretación de ‘Black Car‘, tema de su más reciente material discográfico, el cual fue bien recibido en concierto. Sin embargo, los temas de Teen Dream (2010) y Bloom (2012) marcaron los puntos más altos, bastante distinguibles por cierto, ‘Wild’ fue todo un viaje a través del excelente juego de luces y proyecciones con los cuales contó la banda.
Dos grandes telas colgadas detrás de ellos dieron la sensación de que las proyecciones eran en tercera dimensión. No resultó extraño el verse más atraído por los colores con los cuales iluminaron el foro en más de una ocasión, o con las sombras de los intérpretes proyectadas sobre la pared de ladrillos al costado del escenario que por la música.
‘PPP’, ‘Dark Spring’ y ‘The Traveller’ contaron con momentos intensos, pero ‘Lemon Glow’ levantó con ese loop tan interesante que ha seducido a propios y extraños a escuchar el disco en su totalidad. La interpretación fue perfecta.
‘Space Song’ precedió a una interpretación muy emotiva de ’10 Mile Stereo’, ayudada en gran medida por los visuales. Mientras que ‘Pay No Mind’, ‘Sparks’, ‘Drunk in LA’, ‘Lazui’, ‘Master of None’, ‘Wildflower’ y ‘Elegy to the Void’ sirvieron como preludios a un buen cierre del set principal con ‘Myth’, seguramente el momento más duro de su presentación se dio en su overtura in crescendo para la cual Alex tuvo que golpear violentamente a su guitarra.
El duo regresó para interpretar ‘Real Love’ y ‘Dive’ en un corto encore. Aunque un gran segmento del público seguía emocionado, la banda no regresó y, en general, quedó a deber a un amor que tuvo que esperar cinco años par reencontrarlo.
Una lástima, seguro había cientos que esperaban uno de los conciertos más impactantes que Beach House haya dado en su carrera, todo se planteaba de una forma para que así fuera, pero en su lugar el concierto fue desanimado.