Tras meses de retrasos, finalmente esta noche seremos testigos del lanzamiento de Jesus Is King (2019), el noveno álbum de estudio de Kanye West cuyo proceso ha dejado a muchos con un gran sentimiento de incomodidad. De acuerdo a lo declarado se tratará de un material conformado por 11 canciones que nos mostrarán el lado más religioso del rapero y productor de Chicago, Estados Unidos.
Lo más interesante es que llega a un año de un par de álbumes bastante experimentales con tintes de trap, pero también influencias de psicodelia, en Kids See Ghosts (2018) y Ye (2018), los cuales se mantienen como un par de los materiales más personales del rapero. En ellos habla firme y directamente sobre sus problemas mentales y emocionales, además de su nuevo re-descubrimiento personal a través de la religión cristiana.
Jesus Is King (2019) será un desarrollo mucho más profundo respecto a su creencias. Será su primer álbum religioso y también el primer material dentro de su discografía que se mostrará como un trabajo gospel clásico, aunque está lejos de ser la primera ocasión en la cual se distingue al género dentro de su discografía. De hecho, es una constante dentro de los estudiosos de su música el afirmar que más que un productor que explora las posibilidades del hip-hop, Kanye West es el mayor exponente de gospel de las últimas décadas.
Esto queda evidenciado desde el inicio de su carrera, cuando obtuvo una nominación al BET a Mejor Artista Gospel gracias a ‘Jesus Walks’, sencillo de su debut The College Dropout (2004). Una canción que utiliza de forma pulsante a los coros tradicionales del género dentro de un patrón que funge como base rítmica y armónica de la pieza. Para esto, hay que tener en claro que para clasificar a una pieza musical como un gospel solo es necesario tener “un canto acentuado con muchas voces, una melodía pentatónica con frases que se repiten con variaciones, dirigiendo el cantante principal y haciendo eco al coro, creando patrones en un pulso implacable“, de acuerdo al musicólogo experto en cultura afroamericana Antonio Southern.
El experto en rap Martin Connor declaró que “Kanye West considera que la voz es el mejor y más avanzado instrumento musical”. Una observación que describe a la perfección el por qué su trabajo es tan innovador. Su discografía está repleta de ejemplos que nos muestran que puede utilizar a la voz humana en cualquier espacio y con cualquier propósito dentro de sus canciones, desde melodías y rap básico, hasta ciclos que fungen como bases rítmicas, armonías extravagantes, y detalles experimentales. Claro, todo esto tomando en cuenta a aquella progresión espiritual gospel en su centro.
Posiblemente el ejemplo más claro de la importancia del gospel dentro de la discografía de Kanye West se encuentra dentro de esta pieza de cinco minutos y medio de largo. Canción que nos introduce al penúltimo álbum solista del rapero que se distingue por fungir como un resumen de los elementos más representativos de su carrera. Minimalista y maximalista a la vez; repleto de sintetizadores, pero también de elementos orgánicos; lleno de gospel.
La canción fue compuesta por West en compañía del compositor espiritual Kirk Franklin e inicia con un sample de la voz de una niña de cuatro años llamada Natalie, quien habla respecto a su creencia en Dios. Su voz viene acompañada de un coro de 30 personas, quienes cantan sus coros siguiendo las líneas de Kanye West y de su compañía Chance The Rapper.
La pieza que llevó a Kanye West a la fama internacional fungió como el cuarto sencillo de su álbum debut. Aunque el beat que da pie a la base rítmica de la pieza es un patrón típico del hip-hop, las armonías vocales le dan un toque góspel irresistible. En ella, West explora sus creencias religiosas de la época.
Lo más interesante es la voz alargada con un auto-tune que funge como uno de los armónicos más resaltantes y chillantes de la canción. Parecido a un sintetizador, la voz completamente distorsionada le da un toque único al sonido de West, experimento que continuó usando durante un largo tiempo.
La primera canción del segundo álbum de estudio del rapero muestra una hermosa melodía a piano, escrita a modo que resulte reminiscente de las canciones de cuna. La letra habla sobre las dificultades que conlleva el vivir con pobreza económica y la intervención vocal de Adam Levine de Maroon V es una de las mejores interpretaciones de su carrera, con un coro dulce que va de la mano con su registro.
Sin embargo, la parte más brillante de la pieza deviene de los coros con influencias soul, los cuales remarcan las frases del líder de la agrupación estadounidense con el pulso y el ritmo de un ensamble gospel. La tranquilidad, melancolía, pero positivismo de la pieza la convierten en un indispensable de la carrera de West y de la forma en cómo retoma elementos del gospel para integrarlos a su propia mezcla sonora.
El rapero de Chicago decidió dar un giro a su visión creativa con su afición a los sintetizadores dentro de Graduation (2007) tras un par de materiales en los cuales Kanye se dedicó a maximizar a los instrumentales típicos de una canción de hip-hop, con coros, cuerdas, secciones de viento, entre otras curiosidades.
Esta nueva etapa de experimentación con instrumentos electrónicos dio paso a que West explorara las posibilidades expresivas de los teclados dando como resultado a una colección de piezas que en lugar de experimentar con la voz humana como un instrumento más, utiliza a los sintetizadores como elementos que pueden replicar las características del canto. Uno de los ejemplos más interesantes son las armonías al fondo de esta canción.
En esta hermosa pieza perteneciente a su segundo álbum de estudio, West describe su experiencia al visitar el hospital en donde tienen hospitalizada a su abuela. Es una pieza que toca de una forma sensible a las sensaciones que se perciben al perder a alguien cercano, sus versos descriptivos al punto de rayar en lo literario son puntuados con un coro gospel integrado por seis voces distintas.
El resultado es una pieza hermosa que carga con un tinte espiritual inocente, pero hermoso en su parte más profunda.
Tras las grandes orquestas de My Beautiful Dark Twister Fantasy (2010), Kanye West decidió regresar con un material que muestra su opuesto, con instrumentaciones minimalistas, toques industriales y líneas punk repletas de elementos electrónicos.
Lo interesante del álbum es de nueva cuenta el uso que le da a las voces, destrozando tanto a los cantos grabados dentro de su producción, agregándoles efectos extremos, que terminan siendo casi irreconocibles. Algo que pasa al final de esta pieza que puntúa su violencia con un coro con distintivos gópel, pero con el toque industrialozo que distinguió al proyecto.
Tras perder a su madre, Kanye West se dedicó a componer uno de los álbumes más introspectivos y revolucionarios dentro de la historia de la música. Además de lo obvio, siendo el material que llevó a la técnica de auto-tune a ser una constante casi inescapable para la música pop de toda la próxima década, el material se distinguió una vez más por sus armonías vocales.
Esta pieza minimalista, compuesta sólo por un sintetizador de fondo, un beat cuatro sobre cuatro, y la voz de Kanye West en primer plano, se ve rebasada gracias a los coros gospel de su fondo instrumental, un detalle que sobresale de una forma mucho más evidente en la versión con la cantante Caroline Shaw como invitada especial.
La canción ícono del que probablemente sea el mejor y más influyente álbum de la presente década está cargada de elementos que la convierten en un experimento único en su tipo. Irrepetible e inolvidable, esta pieza encuentra su voz en un pausado beat con eco que suena en el primer y segundo tiempo de su tempo, un detalle que no solo funge como la base rítmica de la pieza, si no también como su componente armónico más interesante e incluso como su melodía principal por momentos.
La sencillez de la pieza es trabajada de una forma tan brillante que la pieza se puede extender a lo largo de sus más de 10 minutos de duración, contando con un outro que nos muestra a una recolección de cantantes gospel intensificando la voz de West, totalmente distorsionada a modo que parezca una guitarra eléctrica. El efecto es exquisito.
La última pieza de su segundo álbum de estudio nos muestra a una serie de sampleos vocales acomodados de forma que parezca ser un coro góspel. Es un trabajo de mezcla y producción impresionante que crea un momento imprescindible dentro de la historia de la música pop.
Una evolución interesante de lo que puede ser gospel con miras a las nuevas tecnologías, además de una muestra del genio de Kanye West como productor.
Dividida en tres partes, la canción nos lleva de la mano a lo más profundo en la carrera de Kante West. Iniciando con la grabación de una canción góspel de Shirley Ann Lee que rompe ante la integración de PARTYNEXTDOOR, balbuceando líneas que se basan en la esperanza desde el sacrificio. Kid Cudi entra con un coro sobre la frustración del desamor ,con Kanye acompañando con unos versos en los cuales se sincera con los escuchas, declarando que sabe que tiene mucho que aprender y que normalmente dice cosas estúpidas, pero que espera que en algún punto esté en un mejor lugar.
Ese punto llega con la tercera parte de la pieza, tras la entrada de una guitarra eléctrica y de la voz de 070 Shake. Ella destroza al escucha con tres simples frases, gritándolas, diciendo que se siente libre y que por esa misma razón volvió a ser la niña que era. En este peculiar outro, Kanye se libera de todo lo que ha cargado a lo largo de tantos años.