Bajo una gran cantidad de dudas, el pasado viernes llegó el disco colaborativo de Kanye West y su ex-protegido en G.O.O.D. Music, Kid Cudi. El tercer lanzamiento dentro de la serie de cinco discos semanales que la disquera de West tiene programada, tras ye (2018) del mismo Kanye West y DAYTONA (2018) de Pusha T.
El material es la culminación de una tumultuosa relación profesional entre Cudi y Kanye, que se ha extendido por colaboraciones desde el 808s & Heartbreack (2008), el disco de West que es uno de los materiales más influyentes en la música pop del pasado par de décadas gracias a sus revolucionarias instrumentaciones electrónicas y canto con autotune.
Desde entonces ambos se han separado y vuelto a juntar en distintas ocasiones, persiguiendo carreras cada vez más arriesgadas. Cudi se ha hecho de un nombre por su forma tan violenta de acomodar géneros tan diversos como el grunge, el tap y el hip-hop en una misma melodía y West gracias a sus producciones que de algún modo siempre suenan frescas, sea con influencias del metal industrial o de la música coral. Sin embargo, Kid Cudi no ha tenido un buen recibimiento desde hace años, y Kanye se encuentra en un momento volátil como músico y figura pública.
Aun así, contra todo pronóstico, G.O.O.D Music y Kanye West acaban de lanzar un clásico instantáneo por tercera semana consecutiva. Este disco sigue con la filosofía de “menos es más” de sus pasados, es un trabajo conciso, de poco más de 20 minutos, con el cual es fácil relacionarse de una forma personal. Un álbum que sigue con el discurso del epicentro del disco de Kanye, ‘Ghost Town’, una canción preciosa que habla respecto a la liberación de West con relación a sus problemas mentales y sentimentales.
KIDS SEE GHOSTS sigue con esa sensación, tanto en sus líricas, como en su brillante instrumentación, repleta de momentos de tensión interesantes que en cada una de las piezas se deshacen como pocas canciones logran. Contrario al ye (2018) de West, este álbum es rudo en sus instrumentales, está tan cargado con elementos que se necesitan de varias escuchas atentas para dar con todo lo que sucede en las piezas y cada una de ellas vale la pena por completo, pues cada sonido, cada detalle de este disco es tan pasional, que perder un sonido es perder un momento indispensable para el gran marco.
No hay mejor ejemplo de esto que la pieza que abre al disco, ‘Feel The Love’, para el cual se juntaron los tres intérpretes: Kanye West, Kid Cudi y Pusha T, este último como invitado especial. La canción inicia con unos sintetizadores chill-wave previo a la entrada del coro de Kudi, quien sólo dice, -“I can still feel the love”-, previo a la participación de los tres en unos versos que tratan de alejar sus sentimientos de odio. La pieza toma una fuerza fascinante cuando Cudi empieza a balbucear sobre unos sampleos industriales de golpes y disparos, la entrada de estos elementos y el cambio en intensidad que producen en la pieza es sorprendente y único. El único punto de comparación con otro exponente mainstream que se me ocurre es el cacareo de Mike Patton en ‘Squeeze Me Macaroni’ del debut de Mr. Bungle (1991). Una chingonería.
En ‘Fire’ ambos hablan respecto a sus fallos y sobre la gente que los ha juzgado a lo largo de su vida artística. La instrumentación basada en cadenas, resortes, metales y sintetizadores da la sensación de que se trata de una marcha a la horca, cosa que se remarca con el paisaje sonoro que los rodea, el de una isla. El outro con el arpegio de una guitarra al más puro estilo de una agrupación industrial como Swans le da un dramático final a la pieza.
‘4th Dimension’ es una hilarante canción en la cual Kanye le canta una oda a la actividad sexual con varias de las lineas más divertidas que ha lanzado desde el Late Registration (2005). El tema inicia y termina con un sampleo bastante ‘creepy’ a la canción navideña de los años 30 llamada ‘What Will Santa Claus Say’ y está repleta de risas distorsionadas de una grabación para televisión de los años 60 que aparecen justo cuando West está a punto de hacer explícitas sus intenciones, es un momento brillante que juega a la perfección con su contenido lírico y sonoro.
El momento más satisfactorio del disco llega con ‘Freee (Ghost Town Pt.2)’, la cual, como su nombre lo indica, es la continuación directa del epicentro del octavo disco de Kanye West. Hay una euforia muy interesante en esta canción mientras se escucha a Kanye y a Cudi dirigiéndose a sus problemas mentales y dejándolos ir, líneas tan sencillas como, -“I don’t feel pain anymore, I feel free“-, llegan a tener un significado cuasi-bíblico gracias a la intensidad con la cual son cantadas. Esta relación cristiana se ve empoderada cuando Kudi empieza a decir de forma desesperada, repetitiva de una forma obsesiva, -“I’m so reborn I’m moving forward“-, en ‘Reborn’.
Hay que remarcar que el sampleo con el cual termina la pieza es un audio recolectado de una entrevista de 1924 del nacionalista Marcus Garvey, quien está rechazando pruebas de persecución política. Esto último tiene mucho que ver con la actual visión del mundo de Kanye West, quien pareciera que con cada palabra que dice o escribe trata de probar cómo es que la visión liberalista de la juventud actual rebasa a la libertad de expresión y de pensamiento. West está siendo castigado gracias a sus declaraciones que a fin de cuentas, no le hacen daño a nadie más que a sí mismo por la fuerte oposición que la gente tiene en contra de las ideas que no persiguen.
Es una lástima que la recepción de sus últimos discos ha decrecido en aclamación gracias a esto, pero no faltará mucho para que la gente y la crítica en general se den cuenta de los extraordinarios lanzamientos que West ha preparado para este par de meses. Una triada de discos de una apertura emocional intensa, personales pero accesibles, bellamente producidos, con instrumentaciones eclécticas cargadas de desafíos que terminan por entregar piezas redondas; son discos revolucionarios para el hip-hop.
KIDS SEE GHOSTS (2018) termina con ‘Cudi Montage’, una pieza que está construida sobre el sampleo de un riff compuesto por Kurt Cobain poco antes de morir para ‘Burn the Rain’, una canción que se dio a conocer hace un par de años en la compilación póstuma de la figura más importante del grunge. Es una grabación sucia que logra convertirse en una gran base para el canto de Cudi, quien dice estár encerrado en un mundo sin sentido, -“Here we go again, God, shine your love on me, save me please“-, canta previo al coro repleto de auto-tune que juega con voces corales y cuyo fondo se transforma en uno ambiental digno de la canción más esperanzadora de alguna agrupación de post-rock tipo Sigur Rós.
La entrada de Kanye es genial, sobre la guitarra de Cobain el productor relata la historia de una anciana herida, -“Everybody want world peace, Until your niece get shot in the dome-piece. Then you go and buy your own piece Hoping it`ll help you find your own peace“-. Es la letra más descriptiva y el mejor relato que ha escrito Kanye desde el de ‘All Of The Lights’ de My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010).
Este disco se reproduce con una soltura increíble, está repleta de elementos frescos y de momentos que convierten a ambos artistas en verdaderas figuras disruptivas, en su lírica e instrumentación. Al igual que su disco hermano, este material va para consagrarse como un clásico de culto.