Jamás he podido recordar el libro; pero el pasaje lo tengo aprisionado en la memoria: “El futuro es lo único que nos pertenece porque, mientras el pasado es apenas nuestra interpretación de la historia derivada de intereses personales y la evasión del dolor; y el presente es reacción absoluta a un entorno dinámico e infinito, aquello que no ha sucedido todavía nos permite prepararnos para que esa interpretación y esa reacción no dominen nuestra existencia”.
Por eso, en la medida que lo aceptamos, viene una especie de liberación: de hacer las cosas por mera nostalgia (que la mayoría de las veces está vinculada con insatisfacción) y de intentar ganarle a la vorágine del ahora, sobre todo en un mundo que pretende que las cosas sucedan con prisas y sin contemplaciones.
Paul Banks lo entendió y desde entonces no vive del pasado ni se amdrenta ante el presente. Ya no quiere cambiar el curso de la música y decidió erradicar la figura del hombre trastornado que solo se comunica a través de códigos cifrados que emanan de sus cicatrices. Dejó de ser un misterio para sí mismo.
“Siempre he creído que producir Arte nos hace sufrir; sin embargo, con los años entendí que ese sufrimiento no tiene que ser igual siempre y que sufrir no es sinónimo de exponer nuestra vida”. -Paul Banks.
Paul Banks nació en todas partes (Essex, Inglaterra. 3 de mayo del 78′); pero se siente particularmente neoyorkino. Hubo una época de su vida en la que todos los jóvenes entre los 15 y los 21 se querían vestir exactamente como él: traje negro, de corte ajustado, camisa blanca, zapatos discretos y gafas oscuras. Eso fue en el 2002, cuando el rock buscaba deslindarse de los discursos pesimistas del grunge y el britpop para regresarlo a una conversación desinhibida que encontraba soluciones en lo absurda que puede ser la cotidianidad.
Su banda Interpol fue parte de una movida en Nueva York que también encabezaron The Strokes y los Yeah Yeah Yeahs y que, sin buscarlo, regalaron consuelo a una generación que se sintió vulnerada y perseguida tras los ataques del 9/11 a las Torres Gemelas.
Y si bien sus letras no eran precisamente optimistas, la manera en que proponían ficciones ultra detalladas servían como recordatorio de que había vida más allá de los escombros y el olor a butano.
Dicha habilidad no es gratuita. Con todo y que para sorpresa de la mayoría, no es el líder creativo de la banda, su acercamiento íntimo con la literatura y estudios vinculados lo llevaron a ser un narrador en toda la extensión de la palabra.
Vladimir Navokob. Henry Miller. Thomas Mann. Charles Bukowski. La tormenta y la elegancia del lenguaje, abordado con suma belleza son los conceptos que Paul Banks persigue como letrista por medio de esos grandes nombres de la literatura contemporánea.
En aquella época, cuando su banda era aclamada por patentar un sonido oscuro, lleno de capas que se robustecieron por el eco de las guitarras, sus versos generaban lazos de empatía al encontrar estética en lo grotesco, sin los prejuicios de aquellos que desvinculan la maldad de la naturaleza humana. Tampoco era como que romantizase catástrofes como la caída de las Torres Gemelas. No, no; más bien concluyó que, en medida de que estemos en contacto con la parte sombría de nuestra naturaleza y eso nos permita dimensionar sus alcances, será más fácil que aflore lo mejor de nosotros.
Aunque la premisa la tuvo todo el tiempo en mente, el proceso para finalmente sentirse en paz con lo que proyectaba fue arduo y a Interpol le tomó prácticamente cinco de sus discos. Relaciones explosivas, conflictos de ego y un feroz duelo con la fama como una constante a lo largo de 15 años de repertorio.
“Durante mucho tiempo me cuestione el hecho de que cada cosa que escribiera para Interpol sería permanente y en el futuro ya no me sentiría identificado con ellas; después pensé: ¿No es así como funcionan los tatuajes? Son vestigios de lo que algún día nos inquietó. Un verso o cualquier cosa que digamos también lo es porque permanece en el tiempo y según el contexto de cada quién, tendrán mayor o menor impacto. Todos cometemos errores y más que avergonzarnos de ellos, deberíamos abrazarlos como parte de lo que somos ahora. Por eso cada disco de la banda tenía un protagonista ficcional que se construyó a partir de conflictos internos que quería resolver; sin embargo, llegas a un punto en el que utilizar tus miedos como gasolina para componer deja de ser sano porque se vuelve un círculo vicioso: te aferras a circunstancias problemáticas porque sientes que no hay otras maneras de componer y es cuando dejas de ser honesto. La gente nota cuando dejas de ser honesto. Paradójicamente, por eso no hago música que sé que le va a gustar a los fans. Eso no sería honesto”. -Paul Banks para NME
Gracias al dinero que ha hecho con Interpol, Paul Banks tiene dos casas: una en Panamá a la orilla del mar, que es donde se dice estar más cómodo para escribir; y la otra propiedad, que en realidad es un departamento en uno de los barrios más famosos de Nueva York, caracterizado por su vida nocturna, su oferta cultural y las opciones para consumir moda de producción independiente. Una zona en la que también viven Karen O, Adrien Brody y Timothée Chalamet.
74 metros cuadrados y casi cuatro de altura. Paredes blancas con detalles en colores primarios. La entrada de luz es basta gracias a un ventanal al centro de la sala. Una sola habitación y un espacio amplio donde expone su extraña colección de arte, compuesta principalmente por retratos abstractos de actores de serie b que marcaron época en los años 80 y fotos intervenidas de personajes célebres. De esas, una es su favorita: un retrato de Charlie Sheen bajándose de un avión en Los Angeles. Trae puesto una gorra de McDonald’s y una bomber jacket de los Indios de Cleveland. Trae una sonrisa de oreja a oreja. A Paul le gusta esa imagen porque representa algo que considera el logro máximo de una figura pública: ser consciente del escarnio mediático y de todas maneras, ser feliz. Banks lo es, por ejemplo.
En otra parte de la estancia, existe un mueble gigante donde guarda su colección de discos y cassetes de Hip Hop. Contra todo pronóstico, prefiere escuchar a Drake que a Joy Division.
Durante años, cada que se habla de él como vocalista de Interpol se hace mención de un tono barítono que, según la prensa, lo caracteriza entre las voces de su generación. Él se considera más interprete que cantante, de la misma estirpe que Bob Dylan, Leonard Cohen y Neil Young. De todos modos, dos o tres meses previos a cada gira retoma sus clases de música para optimizar el desempeño de su voz. Se siente orgulloso de que, tras años de práctica, ya encontró la manera de ir hasta cuatro tonos arriba de su rango nato.
En una de las esquinas yacen una laptop, un micrófono, dos guitarras y un bajo. Si bien su reconversión a la sección rítmica de Interpol fue por necesidad y no por convicción propia, Paul Banks le encontró encanto a esas cuatro cuerdas. Lo goza cada que lo toca. Aprendió que también se pueden desarrollar armonías a partir de él.
Como buen nómada que ha sido toda su vida, le gusta salir a pasear por el vecindario. Las cosas cambiaron y aún cuando siempre estuvo agradecido de recibir atención por parte de los fans cuando lo encontraban por la calle, siente que el dejar de ser la cabeza del mainstream en Estados Unidos fue lo mejor que le pasó. Ahora puede sentarse en una banca del parque para jugar ajedrez con los veteranos de ahí.
“Es lo bonito de ser un ciudadano del mundo: cada país me ayuda a cubrir mis necesidades emocionales a partir de las experiencias que te ofrecen. Cuando voy a un lugar como México y digo que es como estar en casa no lo expreso por conveniencia, sino porque me hacen sentir uno más, independientemente de que haya vivido ahí. Ahí, ser un rockstar adquiere un significado distinto que todavía me gusta jugar”. -Paul Banks para Huckmag
A las partidas de ajedrez también llegan Florence Welch y RZA. Mueven al primer peón con sabiduría, pero sin expectativas de ganar en catorce movimientos. Como en la música, como en el ajedrez, Paul Banks disfruta del privilegio de hacer solo lo que le plazca; y a estas alturas de su vida, saber que el primer recurso para hacerlas será una sabiduría que solo dan los años.
“Paul es un profesional admirable. Trabaja con una disciplina que le he visto a muy pocos en esta industria. Y es sumamente eficiente: no necesita de procesos complejos ni de epifanías, simplemente hace lo suyo y te trata de igual a igual. No busca obras máximas mi grandilocuenctes, sino los detalles, y así disfruta de la vida”. -RZA para Rolling Stone