Por: Hermilo Isaac
No esperemos un álbum con un sonido que nos rememore las líneas de lo que hicieron en Turn On The Bright Lights (2003), dicho álbum tiene ya 16 años, cuando la banda estaba en sus veintes. Interpol ha pasado por cambios, tanto en las vidas personales de cada uno de los integrantes, como en la alineación de la banda y, desde luego, en el sonido.
Han aprendido de sus errores, como cuando trabajaron con Rich Costey, que pretendía llegar a un número mayor de personas con un sonido más plástico. El álbum experimental homónimo tuvo muchas opiniones divididas, incluso dentro de la misma banda, y en El Pintor (2014) el sonido volvía a sus inicios referenciales, pero sólo como punto de partida, mas no como un intento por recrear viejos sonidos. Tal vez la voz de Paul Banks pueda parecernos atemporal porque suena igual en todos los álbumes. Todo este conjunto de cicatrices y marcas de batalla en el mundo musical ha traído como consecuencia una nueva tendencia en su sonido.
Esta nueva tendencia o estilo de producción y mezcla ya ha tenido sus primeros comentarios negativos. Dejemos a un lado la melancolía de los primeros álbumes, que no por ello se desdeña o desvirtúa su genialidad. Las modas van y vienen; mientras unas generan tendencia, otras son reforzadas con la tecnología de hoy día. Paul Banks y compañía crecieron con la música grabada en cintas magnéticas, escuchando e intercambiando canciones de sus bandas favoritas en este formato. Para su sexta producción que lleva por título Marauder (2018), decidieron retomar este estilo vintage de mezcla en el estudio. El álbum fue producido por David Fridmann, famoso por haber trabajado con Mercury Rev y The Flaming Lips.
Por momentos hay partes en las canciones que pareciera una maraña sonora en la que cuesta trabajo discernir la voz de Paul de su guitarra y de los arreglos de Kessler. Otra de las cosas que caracterizan el sonido de este álbum es el dinamismo en las percusiones. Se sabe de la preferencia de Sam Fogarino por el jazz, así que los matices y redobles en la batería lo hacen un álbum de sonido brillante. Otras de las cosas que llaman la atención es el frágil falsete de Paul que pareciera una tenue línea de su voz que súbitamente es alimentada y reforzada por un cambio en su tesitura, mientras que una de las mejores partes del disco es el puente con un juego entre la voz que le da el efecto de reverberación, las negras en la batería, el bajo que se pasea en octavaciones y la guitarra de Kessler con la adecuada modulación de delay y reverberación.
Kessler mantiene lo estelar de su guitarra en la mayoría del álbum, aunque algo de las reminiscencias del sonido clásico de Interpol lo podemos escuchar en ‘Flight Of Fancy’, que va desde la constante guitarra y una sencilla batería lineal que se mantiene durante toda la canción para, de ese modo, concluir con los acordes de Banks. Otra de las cosas que captan nuestra atención es el par de temas instrumentales. Desconocemos por qué les fueron asignados esos lugares en el acomodo de las canciones, pero podríamos pensar en la primera como un descanso de la melancolía que trae consigo ‘Stay In Touch’ que concluye con cerca de un minuto de pura instrumentación; el interludio y después la dualidad de entonaciones en la voz de Paul en ‘Mountain Child’.
Marauder tiene un sonido sólido que le llevó años germinar, y que presenta como mejores temas a los sencillos ‘The Rover’, ‘Number 10’, ‘Party’s Over’, ‘Stay In Touch’ y ‘Flight Of Fancy’. Desconocemos dónde quedó ‘Real Life’, que fue presentada en vivo hace aproximadamente un año, y que fue parte de las canciones durante la gira pasada. Un corte que tal vez aparezca en alguna edición especial o como un lado b.