El Rock Fest ha terminado y así se acaba también la especulación, expectativa y, sobre todo, la polémica que caracterizó el regreso de este evento desde un principio. Para los que nos encontramos involucrados en la escena, el preámbulo fue como estar metido en una casa de sustos y debo admitir que lo único que siento ahora es alivio de que todo haya pasado.
En su momento escribí que el regreso del Rock Fest importaba, principalmente por los beneficios que podría dejar a nuestra escena e industria si funcionaba… pero sinceramente nunca me puse a pensar qué dejaría si no funcionaba. Ya todos sabemos el resultado del evento y a continuación comparto lo que para mí nos deja de enseñanza:
1. ¿Cuántas veces son suficientes? A veces pienso que la nostalgia en la escena hacia la música y propuestas de pasadas décadas es obsesiva. Toda la campaña, intención, forma de conceptualizar y diseñar este Rock Fest, estaban basadas en esa nostalgia. Y para la sorpresa de todos aquellos que insisten en la época de antaño: un rechazo gigante de la audiencia a un concepto viejo. Creo que ya es momento de retirar un montón de cosas que sobran, dándole su lugar a los logros del pasado, pero enfocándose en abrir paso a las propuestas nuevas y a la nueva audiencia.
2. ¡Sí! Tenemos una audiencia crítica. El público no está dispuesto a pagar por experiencias malas. No es secreto para absolutamente nadie que el Palacio de los Deportes no funciona para conciertos. Además, es claro que el público ya ha estado expuesto a experiencias de primer nivel en nuestro país a nivel de festivales. Entonces, en comparación a otros festivales realizados recientemente en nuestro país, no debería de sorprender a nadie que a las personas les pareció que el Rock Fest era una mala oferta de experiencia.
3. La música en vivo de Costa Rica se regala. Probablemente la principal razón que un cartel con muy buenos actos no haya sido lo suficientemente fuerte para convencer a más de 1000 personas. Si existe una sobre oferta de shows a “precio simbólico” o si todas las bandas tocan gratis para su público todos los fines de semana, es muy lógico que el público no sienta necesidad de pagar una entrada para verlos, y en este caso… todavía más en un evento considerado deficiente.
Ahora bien, estando en la parte de camerinos me di cuenta que existe una escena sana y que muy probablemente la gran mayoría de las bandas que tocaron estaban no sólo agradecidas por haber sido tomados en cuenta, si no por la oportunidad de disfrutar de lo que hacen bajo un buen trato de parte de la organización. De parte de los artistas hubo un ambiente de hermandad y agradecimiento hacia Adduci por lanzarse a hacer la hazaña. De parte de la audiencia un respeto a las diferentes propuestas, aún con reingreso un comportamiento ejemplar, aplausos, baile e interacción.
Yo, personalmente, agradezco al que se le ocurrió, admiro la perseverancia de Adduci, su esfuerzo por apoyar el SINEM y la apuesta por el talento local de Evenpro. Sinceramente, por ellos, y por la escena local, me hubiera gustado ver un resultado distinto.
Sigo creyendo que de haber ofrecido las condiciones óptimas, el éxito del Rock Fest 2013 hubiera facilitado que más adelante hubiera oportunidades similares, donde promotores de eventos y músicos (y el público) salieran ganando. Ese sería el primer paso para iniciar una industria de música en el país, que garantizaría un ingreso constante a los artistas, fundamental para su desarrollo.
Pero hasta que no dejemos de lado la nostalgia ciega, entendamos que todos nos debemos a una audiencia más crítica y que si no ofrecemos buenos shows que motiven al público a pagar una entrada, aún no es momento para este tipo de eventos cobrados.