7, 700 personas pertenecientes a distintas generaciones pero con un sentimiento en común, se reunieron ayer en la celebración de los XV años del disco debut de Interpol.
Turn On The Bright Lights (2002) una oda a la necesidad de salir de la enajenación. Un disco que, aunque fue grabado en medio de un suceso específico, la caída de las torres gemelas, carga con un sentimiento universal. La descripción de chicas depresivas, amoríos tormentosos, hombres valientes que terminaron en el fracaso, conducen a una petición: “‘Turn On The Bright Lights’, desvanece la obscuridad, aléjame de todo aquello que hace daño”.
‘Estamos muy felices de estar aquí una vez más’- se introdujo Paul Banks, con una pequeña sonrisa en el rostro y con su negra guitarra Gibson colgando de sus hombros. El público se abalanzó para adelante, alzando sus brazos en un intento acercarse lo más posible a las luces brillantes que consumían el escenario.
El color rojo predominaba, pintando a los músicos a su alrededor, con pequeños brillos blancos, totalmente luminiscentes. Una calca de la portada del aclamado disco sobre un escenario. Entonces Daniel Kessler tomó su guitarra, delgada como él, y empezó a tocar el arpegio que introduce a ‘Untitled’, una canción atmosférica y lenta con la cual la elegancia estética y sonora de la agrupación se dio a conocer hace 15 años.
Las manos, grandes, llenas de venas y manchas, son el único elemento del cuerpo de Banks que logra dar una señal real de su edad; no obstante, pese a todo el tiempo transcurrido, el vocalista sigue recitando sus líricas con la pasión de un joven escritor que logró aquellas rimas la noche precedente al recital.
Sus gritos, frívolos y llenos de un sentir frustrado, se hicieron notar en la interpretación del sencillo más conocido del disco ‘Obstacle 1’. Una carta al desamor que logró que todos los presentes soltaran, con gritos desgarradores, todas aquellas vivencias que los mantienen alejados de las luces.
Sam Fogarino empezaba a sudar, sus lentes se comenzaron a empeñar y sus cara a estirar de esfuerzo con la interpretación de esta canción. Ni siquiera hizo el intento de abrirse un poco la camisa, abotonada hasta su manzana.
‘NYC’ dio paso a uno de los primeros momentos nostálgicos de la noche con un llamado a aquella ciudad que ha recibido, cobijado y se ha interesado en los músicos desde su llegado.
Por otro lado ‘PDA’ dejó a un lado toda la melancolía generada con una de las instrumentaciones más agresivas del disco y uno de los coros más reconocibles. La enajenación dentro del mundo reinado por Morfeo en donde se idealiza a una chica a extremos poco saludables.
Las luces se intensificaron en ‘Say Hello To The Angels’, canción con un tempo mucho más rápido con el cual el trío logró formar un momento caótico para los asistentes. Los empujones, gritos y brincos no cesaron ni un momento. Los vasos de cerveza volaban mientras al fondo se escuchaba a personas decir -’no estoy tocando el piso’-, de la presión que la masa ejercían sobre sí misma.
“México, es hermoso estar otra vez aquí, esta ha sido nuestra segunda casa desde siempre”- declaró Paul Banks en un perfecto español antes de que las luces a su alrededor se volvieran azules y comenzara una canción distinguida por su tempo lento, sus sintetizadores atmosféricos y su repetitivo pero hermoso arpegio de guitarra. ‘Hands Away’ fue un frío respiro para el público.
Todo se normalizó con ‘Obstacle 2’, una carta de odio a aquel amor no correspondido de la primera parte que cuenta con una de las interpretaciones vocales más crudas de la carrera de Banks. Los puentes instrumentales in-crescendo volvieron a pintar de rojo a todas las paredes, con el calor y la energía que contagia la intensidad de la canción a un público igual de intenso.
Terminando Banks acomodó el cuello de su camisa, dio dos tosidos e introdujo – “This One Is Called Stella Was A Diver And She Was Always Down”-. Daniel Kessler bailó con su guitarra al ritmo de una de las canciones más aclamadas de la agrupación. El relato sobre una chica depresiva despertó gritos y quejidos eufóricos en el público, hambriento de los cambios dinámicos en el tempo de la canción.
‘Roland’ fue, como se esperaba, uno de los momentos más enérgicos de la noche con su instrumentación in-crescendo; mientras que ‘The New’ fungió como otro hermoso receso introspectivo en la cita, ‘Leif Erikson’ fungió como un gran cierre para la primera parte del evento.
“Eso fue Turn On The Bright Lights, sin embargo hoy vamos a tocar para ustedes otra canción, una canción que casi nunca tocamos pero que nos han pedido mucho”-, declaró Banks antes de tocar la rareza de ‘Specialist’, canción que formó parte de su primer EP homónimo.
Tras un receso silencioso, en el cual la gente tomó tiempo para estirarse, comprar una cerveza o ir al baño; la banda volvió a salir al escenario prometiendo un encore lleno de clásicos.
El escenario se pintó de negro ante las primeras notas de la épica ‘Not Even Jail’ de su segundo disco de estudio Antics (2004), una canción de 6 minutos de duración con largos pasajes instrumentales y los segmentos in-crescendo que la han convertido con los años en una de las favoritas del público.
Los recuerdos del disco del 2004 continuaron con ‘Slow Hands’, segundo sencillo del álbum que despertó inmediatamente la euforia del público.
‘Lights’, de su disco homónimo (2009) confirmó que su cuarta placa de estudio es la menos querida por su público con una recepción un tanto más apagada. Sin embargo ‘All The Rage Back Home’ de su quinto disco El Pintor (2014) logró volver a emocionar al aforo con sus largos barridos de guitarra y el canto esperanzador de Banks. Una canción hermosa, melódica pero enérgica que fungió como un gran catalizador para el eminente final de la velada.
Tras haber dejado a un lado a aquellos temas depresivos con la alegre y sencilla ‘The Heinrich Maneuver’, los neoyorquinos se dieron un momento para respirar previo a la introducción de una de las líneas de bajo más reconocibles de la pasada década.
‘Evil’, un tema compuesto sobre la asesina en serie Rosemary West, desde el punto de vista de su esposo y socio Fred West. Una canción sobre la imposibilidad del cambio, una canción que carga con una lírica llena de frustración y una instrumentación llena de momentos de tensión que al final se desvanecen ante un grito alargado y el desvanecimiento de las guitarras.
Fue entonces cuando las luces se apagaron.