En cierto momento de la primera temporada de Perry Mason, serie de HBO, una líder evangelista promete revivir a un niño. Tras decir su sermón toda la congregación enloquece con ella y la religión se convierte de verdad en el opio del pueblo. La fe ciega como una fiesta que no deja de ser excesiva y difícil de ver, sobre todo porque la vida de un inocente está en juego.
De momentos intensos como esos, entre sórdidos y tristes, está llena Perry Mason. Una serie oscura, neo-noir, donde todos los personajes, hasta los más secundarios, tienen historias que contar. La trama va de los policiaco a la disección sociológica: ¿quién, en su absoluta fragilidad, se entrega de lleno a la fe? La serie parece decir que solo los ingenuos creen en la redención. ¿Es así? La pregunta queda abierta.
Matthew Rhys protagoniza como Mason, un investigador privado con un pasado nebuloso (parece un cliché, pero no todos los clichés son malos) que pronto se ve a sí mismo atrapado en el caso más sensacionalista de la historia de la ciudad de Los Ángeles. Son los años 30, época de la Gran Depresión, en la entreguerra: era de charlatanes y de desesperación. De esa atmósfera se alimenta la serie.
Rhys hace un gran trabajo interpretando al protagonista como un hombre duro, pero roto, con el que no resulta difícil simpatizar: el espectador quiere que a ese autodestructivo investigador le vaya bien.
Mason no es un paladín, le importa poco ser un héroe, hace su trabajo porque es lo único que le queda. Y, sin quererlo, se queda atrapado en una cruzada por salvar los restos del buen nombre de una pájara de cuenta que se hace pasar por líder espiritual.
Juliet Raylance como Della, la heroína escondida de la historia
Todos los personajes de Perry Mason están interpretados con maestría. John Lithgow como el abogado E.B. White es delicioso. Shea Whigham, una de las mejores herencias que nos dejó Boardwalk Empire, hace una actuación insuperable como el compañero de peripecias de Mason. Juliet Rylance, como Della, la mujer que es la heroína escondida en toda la historia, es estupenda.
Las novelas de James Ellroy, también noir y ubicadas en Los Ángeles, son una de las fuentes de las que abreva la historia. Quizá no lo reconozcan así los productores (después de todo, Ellroy coloca a sus personajes en una época distinta), pero mucho toman prestado de ellas. Ahora, el personaje de Mason está a su vez sacado de una serie de novelas policiacas que leídas hoy quedan un poco anticuadas. Es más cercano lo de Ellroy.
La serie es un estallido. Corre como un sprinter de 100 metros. Es tan morbosa con su modo de ser específica con los cadáveres, las heridas de bala, todo lo forense es retratado en detalle. No es que no tenga errores: la trama se vuelve de pronto se vuelve complicada sin necesidad, los personajes se meten en camisa de 11 varas que no son verosímiles. Son guiones que sufren de torpeza narrativa. Pero eso no hace que la experiencia de verla no sea muy satisfactoria. Toda la primera temporada puede verse en HBO Go. No se la pierdan.
Shea Whigham y Matthew Rhys, dos de los protagonistas de la serie