Estamos viviendo en la época en la que nuestras grandes estrellas de Hollywood están recurriendo al cine de Serie B de formas que probablemente nunca hubiéramos imaginado. Este fenómeno contemporáneo tiene muchas caras distintas, y The Comeback Trail (2021) es una de ellas.
¿En algún momento hubiéramos pensado que Robert De Niro, Morgan Freeman y Tommy Lee Jones protagonizarían una cinta de bajo presupuesto? Lo más probable es que no, pero ahora nuestros ganadores al Oscar recurren a comedias de todo tipo, cuando los blockbusters ya no recurren de ellos.
En este filme de George Gallo, tenemos como personajes principales a Max Barber y Walter Creason, interpretados por Robert De Niro y Zach Braff. Barber es un productor de cine, justamente de Serie B durante los 70, quien se ve envuelto en un enredo cuando su más reciente película resulta ser un fracaso monumental de taquilla, y su principal financiador, Reggie Fontaine, interpretado por Morgan Freeman, le da un ultimátum para pagar su cuantiosa deuda para no ser ejecutado por sus matones personales.
Renuente a vender el excelente guion que ha tenido en su poder por muchos años, a cambio de una importante suma de dinero, Max encuentra lo que parece ser la solución perfecta, matar a la estrella de su próxima película para cobrar el seguro de producción, y así salir de todos sus problemas.
Esa estrella resulta ser Duke Montana, un ídolo de los westerns que ahora se encuentra recluido en un asilo, intentando suicidarse diariamente. Montana es interpretado por el extraordinario Tommy Lee Jones.
Esta historia en la que vemos nuevamente al cine dentro del cine, nos recuerda inmediatamente a otros filmes como Bowfinger, The Producers o la más reciente Hail, Caesar! de los hermanos Coen. Precisamente la vibra absurda de la película, el humor negro y los roles principales, muestran muchas similitudes con el cine de los Coen, quienes se podrían haber encargado de este proyecto, entregándonos un producto mucho más memorable.
El mínimo presupuesto de esta película se nota desde el primer minuto. La fotografía es plana, el diseño de producción no es para nada destacable y los actores de reparto cuentan con una o dos cintas en una filmografía prácticamente inexistente. El setting y la vibra general del filme, me hacía recordar Once Upon a Time… in Hollywood (2019) de Quentin Tarantino, por lo que cada que aparecía un personaje menor en pantalla, esperaba que fuera otra cara reconocida de Hollywood, hasta que recordaba que este definitivamente no iba a ser el caso.
Obviamente, lo más destacable del filme, son las actuaciones de los protagonistas. Tommy Lee Jones específicamente, hace un gran trabajo como este actor en decadencia, las secuencias de rodaje del filme resultan ser en ocasiones, sorpresivamente emotivas, lo que hace que la película sea completamente dispareja con el exagerado De Niro, la comedia absurda y las situaciones irreales. En un momento estamos conectándonos más con los personajes, y al siguiente, Robert De Niro es golpeado por un toro, al mero estilo de los Looney Tunes.
Zach Braff también se esfuerza en llevar su rol al máximo punto que confiere la cinta. Walter Creason es el sobrino de Barber, quien no sabe nada de su plan y está tratando de crear la mejor película posible, considerando que este es el gran “comeback” del vaquero Duke Montana.
Esta inconsistencia a lo largo del filme es el principal aspecto que tiene en contra. Nunca logra definirse qué es lo que está tratando de lograr George Gallo. Los gags continuos para matar a Montana son extremadamente absurdos, además de estar pesimamente filmados, Robert De Niro es exagerado hasta un punto que resulta molesto, y la trama final va a llegar a un desenlace que vemos venir desde la primera media hora.
Esto se contrasta con Tommy Lee Jones, quien hace un increíble trabajo en cada una de sus escenas. Las constantes referencias al cine clásico de Hollywood también se convierten en uno de los mejores elementos del filme. Morgan Freeman no puede parar de mencionar películas de John Wayne, Orson Welles o Alfred Hitchcock.
Pero dejando estos dos puntos de lado, este largometraje no logra dar al clavo en ningún otro de sus aspectos.
The Comeback Trail llega a ser tan mala, que se convierte en extrañamente buena. Todo lo que está mal realizado en la cinta me recuerda a The Room de Tommy Wiseau. No puedes parar de sonreír al ver a quien fuera el actor insignia de Martin Scorsese, en un producto de este calibre, con secuencias que bien podrían haberse filmado para una telenovela mexicana.
Cortes que no hacen sentido, planos que no tienen ni pies ni cabeza. Gallo ni siquiera se esfuerza en ocultar a los dobles de riesgo. Es tan notorio que llegó un punto en el que no sabía si había sido accidental o ese es el enfoque final que tuvieran la película.
Si bien, nada es memorable, y probablemente muchos de los espectadores se vean alienados por la calidad notoria de la cinta, por lo menos este trabajo es todo menos aburrido. Al final nos quedamos con una película muy kitsch, que no sabría si era el objetivo final de Gallo.
No me sorprendería ver en algunos años ver a The Comeback Trial como una película de culto, igual a The Room. Tal vez estrene en cines de Estados Unidos, y tengamos que tomar un caballito cada que Morgan Freeman referencia otra cinta, o tengamos que aventar un sombrero rojo a la pantalla, cuando Robert De Niro sale volando por los aires después de un corte de machetazo. Espero honestamente que ese sea el destino final del filme, y no llegar al olvido, convirtiéndose en el ocaso de varios de nuestros grandes actores del cine contemporáneo.