Algunos lo recordarán, otros tantos no, muchos seguramente ni siquiera habían nacido, pero cuando estrenó la Space Jam original en 1996, fue todo un evento de la época. La antesala al estreno nos llenó de mercadotecnia en donde era difícil escapar de los Looney Tunes en cada esquina, y su estreno estuvo plagado de grandes filas para obtener los boletos.
Ahora, 25 años después, regresamos con una secuela en donde en lugar de Michael Jordan, un ícono legendario, tenemos a LeBron James, quien es el más grande astro del basquetbol en la actualidad.
De entrada, comparar las dos cintas puede llegar a ser el punto más común al hablar de la cinta, pero tenemos que entender que el mundo ha cambiado en estos 25 años y era una tarea maratónica igualar el impacto sociocultural que tuvo la primera cinta, la cual nació de un todavía más icónico comercial de Nike.
Recordemos que el trasfondo de Space Jam siempre fue mercadotecnia, por lo que no debe de sorprendernos que esta secuela tenga su buena dosis de comercial disfrazado de largometraje. Personalmente, a mí no me molesta en lo más mínimo, sabiendo exactamente de dónde venimos.
En Space Jam: A New Legacy se nos presenta la historia de LeBron James y su hijo ficticio interpretado por el actor, Cedric Joe. La relación de LeBron y Dom es complicada, él quiere dedicarse a desarrollar vidoejuegos, mientras que su padre quiere que siga su camino y se convierta en basquetbolista, esto nos lleva a una fricción entre ambos, complicando la relación entre padre e hijo.
Mientras vemos cómo se desarrolla la relación de LeBron, por otro lado, tenemos a Al G. Rhythm, interpretado por Don Cheadle, un súper algoritmo creado por Warner Bros., que vive dentro de los servidores de la compañía productora. Al G. presenta una innovadora idea en la que LeBron puede ser escaneado de pies a cabeza, para ser introducido en varios contenidos de Warner, como Harry Potter o Game of Thrones. En una junta con el estudio, LeBron tacha la idea como espantosa, lo que lleva a Al G. a secuestrar al jugador superestrella junto con su hijo dentro de este mundo virtual.
La solución para liberar a LeBron es ganar un juego de basquetbol en contra de su hijo en una adaptación de su propio videojuego de basquetbol, lleno de superpoderes y Looney Tunes.
No hace falta ahondar más en la trama para saber que todo se resume en un juego, igual que en su contraparte original. Siendo sinceros, es lo único que necesitamos, la franquicia se basa en eso y al entrar a una sala de cine, sabemos que todo lo que pase en medio, no tendrá mucho sentido.
Si bien, solo con ver a los Looney Tunes nuevamente en la pantalla grande, es lo suficiente como para sacarte una sonrisa; la cinta está plagada de cameos, referencias, visitas a otros mundos pertenecientes a la compañía y hasta en cierta manera, se convierte en un homenaje a la Warner Bros. misma. ¿A veces se siente como un comercial gigantesco? sí, pero a pesar de todo, a mí no me molestó en lo más mínimo. Yo no podía evitar sonreír al ver a Rick and Morty o a los Gremlins corriendo para ver “el partido del siglo”.
Obviamente, para mucha gente esto será como ver un comercial gigantesco de todo lo que ofrece HBO Max en su catálogo, pero creo que los Looney Tunes siempre han estado ligados a este papel que sirve como portavoz de Warner Bros. Esto ya pasaba en Looney Tunes: Back in Action, o regresando aún más, a Who Framed Roger Rabbit?, este crossover que tienen con Disney, bajo la dirección de Robert Zemeckis.
Dejando esto de lado, Space Jam: A New Legacy es una cinta plagada de fallos y errores. La trama avanza tan rápido, que en un minuto estamos dentro de Casablanca y al siguiente en Matrix. Esto nunca le da un respiro al espectador para involucrarse con lo que está sucediendo, y aún peor, nunca entrega una conexión con los personajes o con el mismo LeBron, algo que estaba muy presente en la primera cinta.
Los Looney Tunes nunca parecen ser el foco de la historia, nunca hay momentos en que nos detengamos siquiera, a apreciar que el demonio de Tazmania está animado por primera vez en CGI. Todo ocurre tan rápido y tantas cosas sucediendo al mismo al tiempo, que los personajes no tienen la más mínima importancia dentro del filme.
Al igual que con Michael Jordan, es notorio que LeBron no es un actor, su rango es muy mínimo y las escenas más emotivas, no tienen ningún impacto. Aún así, respeto que el deportista se haya prestado a disfrazarse de un centenar de cosas distintas, lo cual muestra un gran compromiso con el producto final.
Si bien, la cinta hace un par de homenajes a su contraparte original en un par de ocasiones, es extraño que nunca nos deje escuchar los icónicos temas del filme de 1996 en su totalidad. Se extraña tener el tema de Space Jam, que solo aparece algunos segundos con un nuevo arreglo, o la icónica “Pump Up the Jam”, que se corta, dejándonos queriendo más.
En general, el soundtrack es completamente olvidable, palideciendo en comparación a la selección musical de la primera entrega que se convirtió en un básico de su década, con temas de Seal o R. Kelly.
Si hasta este punto estamos llenos de problemas, llegamos al esperado partido final, el cual se convierte en un desastre visual que raya en lo inteligible. Hay tantas cosas pasando en pantalla que al final no sabes ni siquiera cómo se está jugando el encuentro. No puedes evitar voltear a ver a los Picapiedra en el fondo, mientras el olvidable equipo rival, el Goon Squad, ya anotó 500 puntos.
Ya que el partido no cuenta con reglas normales y todo se basa en puntos de estilo, como si fuera videojuego de los 90’s, la apuesta es mínima. En un par de segundos, el resultado ya estaba 1000 a 0.
La estética del partido y los gimmicks de este esperado encuentro, revelan, el que podría ser el peor pecado del filme. Todo tiene la vibra de haberse realizado por adultos tratando de capturar a lo que define a la generación actual. Es como si mi papá hubiera escrito una cinta destinada a niños, viendo lo que consumen en su día a día.
Este pecado hace que el filme nunca encuentre su target final. No tiene los suficientes aspectos para llegar a la audiencia que vio la cinta original en su tiempo, ni tampoco parece entender a la generación Z que consumirá el filme en su estreno.
La dirección final de este trabajo, hace que se convierta en una amalgama carente de un estilo personal. Esto se agrava cuando tenemos tantas IP’s de Warner que derrochan diferentes vibras y estilos particulares dentro de un producto que parece no tener ninguna personalidad, por esa falta de un objetivo claro, final.
A pesar de todos estos problemas de fondo que logran casi destruir al filme, debemos aceptar que la raíz de Space Jam no es el de ser una película compleja, si bien no le llega ni a los talones a su contraparte original careciendo de todo el encanto que definía al proyecto protagonizado por Michael Jordan, por lo menos nos trae nuevamente a personajes que habían desaparecido por muchos años con la promesa de que la cinta sea un éxito de taquilla y podamos seguir viendo a los Looney Tunes presentes en nuestros tiempos.
Si bien, es hasta cierto punto una decepción ver cómo se abordo este regreso triunfal de lo que muchos habíamos extrañado, nada les va a quitar la sonrisa del rostro, al ver nuevamente a los Looney Tunes en la pantalla grande, y yo, con eso, me doy por satisfecho, a pesar de nuestro accidentado producto final.