En cuatro horas uno puede: correr un maratón, o ver dos partidos de futbol soccer, disfrutar una versión completa de Hamlet, o tomar un paseo largo en el Nevado de Toluca. Cualquiera de esas opciones es mejor que ver el famoso #SnydersCut de La Liga de la Justica.
Hagamos un poco de historia: en 2017 se estrenó la versión cinematográfica original de Justice League, una cinta (con justicia) vilipendiada. Zack Snyder, el director original (Joss Whedon tuvo que terminarla), negó la paternidad de la cinta y sostuvo que su versión era muy diferente, mucho más dramática y profunda. Una visión de autor sobre los superhéroes.
Después de pasar por varios problemas personales graves, entre ellos el suicidio de su hija, Snyder abandonó el proyecto original de la cinta. Tres años después, los fans del director hicieron campaña para que Warner Bros, empresa productora de la cinta, estrenara su versión de Justice League.
El fenómeno que siguió fue mucho más interesante que la misma película. Cientos de miles de fans alzando la voz en redes sociales exigiendo el #SnydersCut. ¡Y los escucharon! Es un asunto post-imperio, como lo llamaría el escritor Brett Easton Ellis: cuando los poderes fácticos (en este caso, las grandes compañías mandonas del entretenimiento) escuchan a un público empoderado que tiene gran influencia vía las redes y se postran ante él. La cinta de cuatro horas fue comparada por HBO. La cadena televisiva planeaba lanzarla como una miniserie de cuatro capítulos. Y de nuevo los fans hablaron: no, queremos la película. Y sí, los escucharon.
Justice League es una cinta terrible. No tiene pies ni cabeza y durante esas cuatro horas uno tiene que luchar con el aburrimiento. Ni siquiera el humor involuntario ayuda a palear el tedio. Eso es lo peor que se puede decir: Snyder se toma tan en serio a sí mismo que sus esfuerzos de convencernos que de verdad es un “auteur” son autoparódicos.
El personaje de Willem Dafoe, una de las pocas cosas atractivas de la cinta
La trama va de un lado a otro, no se compromete en desarrollar de manera convincente una sola historia. A Snyder siempre le ha costado trabajo narrar, ir del punto A al punto B de manera oportuna y sencilla.
Si uno no es un seguidor de cepa de todo lo que implica el universo DC (la casa editora de cómics como los de Superman (Henry Cavill), Batman (Ben Affleck) o Wonder Woman (Gal Gadot), la competidora directa de Marvel), seguir lo que sucede es arcano, casi alien. Uno ve que hay algo sucediendo que implica trancazos y la muerte de Superman, un Batman medio cobarde y una Wonder Woman con problemas de carácter. Lo único rescatable en esas horas de tortura son los buenos momentos en que aparece Flash, interpretado por Ezra Miller, o la magnífica actuación de Willem Dafoe como uno de los titanes perennes.
En general todos los personajes tienen problemas de verosimilitud. Para que creamos en historias tan lejos de nuestra realidad cotidiana como esta es necesario establecer reglas. El narrador las establece. Una vez que lo hace, tiene que seguirlas para que nosotros, el público podamos seguir con el acuerdo de suspender nuestro escepticismo.
¿Cuál es el problema con Justice League? Que Snyder cambia las reglas cada dos minutos a capricho y en realidad no hay historia que seguir.
Justice League se lanzó en Estados Unidos vía HBO Max, servicio que todavía no está disponible en México. En nuestro país puede rentarse por ¡300 pesos! en la plataforma Cinépolis Click.
Los personajes tienen problemas de verosimilitud