Patti Smith no solo es la Madrina del Punk, también es una bruja. Puede invocar todo tipo de emociones y demonios con su poética. Con esto no me refiero solo a sus canciones sino también a sus textos en prosa y lírica. Su poesía es etérea, potente. De efecto retardado: cuando se la lee por primera vez no se alcanza a percibir por completo su belleza, pero intriga. Aguanta varias relecturas.
Smith también es una muy buena memorista. Con M Train, por ejemplo, habla de sus viajes por Europa promoviendo su música y sus libros, y es muy divertido darse cuenta de su adicción al café; tal parece que a cada lugar que va tiene que encontrar el lugar preciso para saciar su sed de cafeína.
Pero sin duda el texto en el que Smith da rienda suelta a su talento es Just Kids, sus recuerdos de llegar a Nueva York muy joven en los años setenta y darse cuenta que una revolución está sucediendo y ella quiere ser parte.
Su vida en Manhattan empieza con ella comiendo en los basureros de los restaurante: un pedazo de pan por aquí, unas hojas de lechuga allá (le dedica varias líneas a las hojas de lechuga, al parecer le encantan). Cuando hay unos centavos, una sopa de tomate. Una vez la invita a comer el poeta Allen Ginsberg quien la tomó por un varón al que, quizá, podía seducir.
En ese trajinar que para en el Hotel Chelsea y los bares del bajo Manhattan, Patti conoce a un muchacho muy bello e interesante, un artista justo como ella imaginaba que eran los artistas. Su nombre: Robert Mapplethorpe, quien está a punto de convertirse uno de los fotógrafos clave de la escena underground neoyorquina en los setenta y los ochenta. Pero todavía faltaba para eso: por el momento Patti y Robert son solo unos niños.
Mapplethorpe y Patti se convierten en compinches y amantes ocasionales. Ambos estaban respirando la ciudad, experimentando. Mientras Patti trataba de encontrar su llamado en el arte (en aquella época todavía no hacía música), Robert apenas hacía sus pinitos en la fotografía.
Just Kids es una delicia. Por sus páginas transitan Andy Warhol (Robert estaba obsesionado con ser parte de The Factory, la troupe de Warhol), William Burroughs (con quien Patti tenía un verdadero crush) y toda la fauna que crearía el punk de Nueva York. Eran, como dice el título del libro, tan solo unos niños.
Just Kids ganó el National Book Award en 2010 y es uno de los libros sobre rock más leídos. Independientemente de sus galardones, merece ser leído y devorado por cualquiera que alguna vez se haya sentido perdido en una gran ciudad solo para encontrarse a sí mismo reflejado en los cristales de un gran escaparate. Para todos aquel que quiso encontrar su vocación en el arte, leer Just Kids será un modo de decirse a sí mismo: “Sí, lo entiendo”.
Un texto que no se cae de las manos en ningún, bello, bien estructurado, siempre íntimo, lleno de humor. Un humor que, esto es importante, nunca es a las costillas de nadie: Patti Smith ejerce el arte de hacer reír sin ser cruel. Observaciones sobre Nueva York. Manifiesto artístico. Recuerdos de Robert, su primer amor. Just Kids es un regalo para la familia de Mapplethorpe, quien murió de sida en 1989. Con estas memorias de su relación Patti quiso rendirle un homenaje. El resultado es una hermosa y divertida carta de amor a tiempos y lugares que ya no existen.