Duncan y Annie son pareja. Duncan está obsesionado con Tucker Crowe, un artista que ha visto pasar sus mejores años en silencio. Un día Crowe lanza un disco nuevo, una versión acústica de su álbum Juliet. El disco nuevo se llama simplemente Juliet, Naked.
Duncan se apresura a escribir sobre el disco en su blog de fans de Crowe, hombres tan inmaduros y obsesionados como el propio Duncan. Sucede que Annie también escuchó Juliet, Naked: no le gustó y escribe su propia reseña al respecto. Y que el mero Tucker Crowe se pone en contacto con Annie. La de Annie le parece al músico la única reseña honesta que ha recibido en su carrera. Duncan se muere de celos: ¿pero a quién cela? ¿A Annie o a Tucker?
Juliet, Naked es una de las mejores exploraciones de lo que significa ser un fan de la música… o de cualquier manifestación cultural, en realidad, aunque para Nick Hornby, el autor, la música tiene su dimensión propia. Como Hornby se pregunta en su novela High Fidelity: ¿los fans de la música pop sufren porque el amor es ingrato y oyen canciones de amor, o las canciones de amor son las que nos enseñan que el amor es ingrato? En Juliet, Naked, Hornby explora de nuevo lo que significa ser fan. Y rompe el corazón.
¿Qué nos hace entregarnos a un artista, a alguien a quien seguramente nunca conoceremos, al que muy seguramente no le importamos como individuos y tampoco como colectivo de seguidores? ¿Y qué pasa con los artistas? ¿Qué relación final tienen con los fanáticos, en especial con los obsesos de su obra, los que incluso asustan de lo lejos que llevan su afición que duermen y sueñan con las canciones?
Nick Hornby conoce bien el fanatismo. Él mismo es un fan de la música y del futbol (es fan del Arsenal, como cuenta en su libro Fever Pitch). Él mismo sabe que los artistas se sienten solos cuando no tienen a sus fans de su lado, pero también escribe sobre el desprecio que el público acrítico causa en el creador. ¿Por qué todos los fans tienen que aceptar sin chistar lo que el artista produce? O visto de otro modo, ¿por qué el artista no puede desprenderse de sus seguidores y hacer lo que se le pega la gana?
Tucker Crowe es una versión apenas disimulada de Bob Dylan. Pero diferencia de Dylan, Tucker pasó por una etapa de bloqueo creativo (Dylan lleva 50 años produciendo disco tras disco, no se le puede acusar del mismo pecado que al personaje de la novela), pero como Dylan, Tucker levanta pasiones contradictorias en el público. Amar u odiar, no hay sentimientos promedio con relación a su obra.
Los hombres niños que suelen protagonizar las novelas de Hornby son de lo más desesperantes. Y eso es porque son muy reales: cualquiera con una fijación con la cultura pop puede relacionarse con ellos. Tiene que ser cultura pop porque es lo que consumen de los 12 años de edad: jamás maduraron.
Juliet, Naked no es la mejor novela de Hornby: se le atoran ciertas líneas narrativas y el personaje de Tucker pierde cierta verosimilitud hace el final de la historia. No es que el desenlace traicione el resto de la novela, a Hornby no se le puede acusar de ser un escritor sin oficio. Solo resulta que de repente toma ciertas decisiones sobre sus personajes protagónicos que parecen salidas de otra novela. Quizá un regreso a High Fidelity, la primera novela de Hornby que, como Juliet, Naked es un examen de la cultura pop y sus seguidores.
Lo mejor de Juliet, Naked es la fluidez de su trama. Viaja entre personajes. Duncan, Annie y Tucker se encuentran en circunstancias improbables, pero se encuentran y todo cobra sentido: el fan, la antifan y el ídolo generan una coreografía con la que uno quiere bailar.
Como suele suceder con las novelas de Hornby, las referencias culturales son una guía de la mejor música pop, televisión, literatura y cine de nuestra era. Cada novela de Hornby debería venir con un temario, una bibliografía y una playlist.
La novela fue adaptada al cine en 2018. La película es muy divertida, pero no sustituye a la novela. Ambas son muy disfrutables.