¿Les sucede que un día quieren acceder a nueva música y nada más no pueden conectar? O quieren conocer más de llamada música clásica y se aburren porque no le hayan la gracia divina de la que todos hablan. Quizá es que hace falta un poco de guía para no sentirse perdido en la inmensa oferta de arte sonoro que nos bombardea todos los días.
Normalmente no se necesita un manual para acercarse al arte. Basta con aproximarse y dejarse tocar por la obra. Hacerse preguntas, permitir que el discurso del artista penetre en nuestra imaginación. Pero eso no quita muchas veces se queda insatisfecho con la apreciación: algo se escapa, algo no se entiende. A veces hace falta alguien que guíe al espectador para mejor aquilatar el arte.
Aaron Copland (Estados Unidos, 1900-1990) fue uno de los compositores que transformaron la música el siglo pasado. Escribió un pequeño libro que es gigantesco en su alcance: Cómo escuchar la música.
Parece un asunto pretencioso: la música se escucha y ya, no hace falta que nadie nos enseñe nada. Es un pensamiento cierto y al mismo tiempo de corto alcance. Si alguien no ayuda a cultivar cierto sentimientos a la hora de escuchar, es posible que mucho de lo que “oímos” (que no escuchamos con atención, pues) se nos esconda como un misterio insondable.
Copland nos entrega una guía con dos preguntas: ¿Oye todo lo que está pasando? ¿Es sensible a ello?
La música, nos explica Copland, es apenas un instante: si no se captura en el momento es posible que mucho de lo que la conforma se nos escape. No es que la música exista solo por un momento, todos sabemos que podemos aprender de grabaciones, y que muchas piezas, del rock al jazz, de la música de concierto a la tradicional de cada país, se pueden beneficiar de la escucha sostenida y repetida. Es ese momento cuando, dice Copland, nos encontramos frente a las tres dimensiones del arte musical.
La música tiene, pues, tres niveles o dimensiones: la sensual, la expresiva y la puramente musical. Una cosa es percibirla solo como estímulo agradable de nuestros oídos: esta la dimensión, o plano, en el que la mayoría nos quedamos: nos gusta lo que oímos y nos perdemos en ello. Es muy agradable, pero no deja de ser superficial. Para poder articular la experiencia hace falta avanzar, explorar más.
Es entonces que podemos llegar al plano expresivo. Encontramos en la música un modo de manifestarnos y el músico, el compositor y los ejecutantes pueden ser ellos mismos (o construirse personalidades ficticias, pero al mismo tiempo reales, en el momento de la obra) en la música. ¿Se puede explicar algo más de esta dimensión? Dice el maestro Copland que la gracia de la música es que va más allá de las palabras. Si queremos saber exactamente qué significa una canción, una sonata o un concierto, hay que escuchar y dejar que la música comunique su propia verdad.
https://www.youtube.com/watch?v=WVahuS9hk_s
Y finalmente está la dimensión puramente musical, que es la más complicada y para la que se necesita no solo sensibilidad y curiosidad sino también cierto entrenamiento. Esto es: cómo distinguir, digamos, cada instrumento, saber desentrañar el ritmo de la melodía, la armonía del timbre, y allegarse a cómo se hizo la pieza. Esto es lo que hace la crítica, y es el corazón del ensayo: cómo rayos se puede prepararse uno para sentir que se está entendiendo la música y no aburrirse en el proceso, no sentirse ajeno.
Solo como muestra, el botón de la obra de Copland: ‘Fanfarre for the Common Man’, su composición más conocida. Se puede ejercer lo aprendido de Cómo escuchar la música con ella:
Podría parecer engorroso leer Cómo escuchar la música: no lo es. Es una lectura sumamente agradable y reveladora. Aunque el maestro Copland se refiere sobre todo a la música de concierto, los consejos pueden servir para cualquier tipo de composición musical. Sí, también para el pop o los géneros que parece que se le escapan a la crítica “seria” como el hip hop o el reguetón: también estos pueden desmenuzarse en varios planos: el cultural, el de creación y el de pura expresión.
¿Qué se puede aprender del libro? Lo más importante, me parece, es que la música es más allá que un conjunto de sonidos que puestos juntos son agradables. Es quizá el arte más puro y valiente, que huye de las clasificaciones fáciles. No es concreta solamente, es abstracta y también es lo que está presente en el momento en el que escuchamos por primera vez una canción y la apreciamos por completo. Es una revelación.
Es posible no estar de acuerdo con Copland, pero no deja de ser atendible su ensayo. Quizá después de leerlo se encuentra uno con su próxima playlist preferida.