Hace treinta años fue la primera vez que se transmitió una de las series más icónicas de los últimos tiempos: Twin Peaks. David Lynch y Mark Frost abrieron la puerta a un universo al que muchos hemos entrado, no necesariamente para salir sino para pasar ahí un tiempo, casi como un retiro espiritual de tres temporadas.
Con personajes entrañables, escenarios misteriosos, situaciones hilarantes, sueños vívidos y música hermosamente hipnotizante, creada por Angelo Badalamenti, Lynch y Frost han construido un lazo indestructible con los seguidores del show, además de plantear preguntas bastante interesantes, empezando por ¿quién mató a Laura Palmer?, la que dio inicio a toda la trama; ¿cómo está Annie?, la que nos dejó pensando en el destino del Agente Cooper; ¿es futuro o es pasado? y finalmente, ¿qué año es este? No sabemos realmente.
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Twin Peaks, el pueblo maderero amante del pay de cereza y el buen café, tiene dos caras. Nadie es del todo bueno ni malo, hay secretos y vidas paralelas, desde ahí se plantea la dualidad. Existe el bien y el mal en el mundo, todo lo que hacemos tiene consecuencias en nosotros, en los que nos rodean, en nuestra línea familiar y hasta en personas que aún no conocemos, esa es la hipótesis que plantean los escritores. A lo largo de la historia, los personajes se van mostrando en su totalidad y, de acuerdo a las desiciones que van tomando, su alma es más afecta a la luz o a la oscuridad. Nos topamos con los conceptos del “Pabellón Negro”, tulpas, doppelgängers, electricidad y portales que, de acuerdo a la energía de la persona, llevan a un lugar de amor u odio. Todos queremos ser buenas personas en la totalidad, pero como humanos, poseemos ambos polos y no podemos negarlos. No sirve de nada pelear con lo que no queremos porque al final existe; Lynch y Frost nos demuestran que bajar a nuestro infierno, puede salvarnos al final.
Bob, el espíritu que encarna lo más oscuro del mundo, llega a Twin Peaks a través de una situación tristísima y verdaderamente maligna: el abuso de un padre a su hija. Conmueve demasiado la manera en que David Lynch hace la interpretación del abuso del mismo padre de Laura a su sobrina, Maddie. Uno puede percibir la maldad del abusador, esas ganas de dominar por el único motivo de hacerlo, la falta de interés en el otro y cómo esa gente nunca tiene suficiente, así como el dolor y desesperación que sufre el alma de Maddie, que más que algo físico, es una violación a su espíritu.
Podemos hablar sobre el personaje de Dale Cooper, el agente del FBI encargado de resolver el misterio del asesinato de Laura Palmer. Creo que a todos nos gustaría llegar a ser como él, tener esa capacidad de amar, fluir, disfrutar de los detalles y poseer la sensibilidad necesaria para recibir las señales que la vida misma nos da para llegar a nuestra misión. Por el contrario, Laura Palmer tiene secretos oscuros que se descubren a raíz de su muerte, siempre luchaba con esa oscuridad y sufría por querer ser buena, su destino era parte de algo más grande y ella lo sabía. Ambos se encuentran en un sueño lleno de acertijos, las señales van llevando a Cooper a resolver el misterio y encontrarse él mismo con su lucha interior; Laura promete volver a verlo en 25 años, así que los creadores decidieron cumplir esa promesa.
Hace tres años se lanzó la última temporada del show, que resuelve muchos misterios pero al mismo tiempo deja más preguntas sin respuesta. El caso Rosa Azul va encontrando su conclusión y las cosas van regresando a su lugar, pero como mucho de lo que hace Lynch, nos hace preguntarnos si todo ha sido un sueño. También nos dan una lección, pues el síndrome de salvador llega a ser muy doloroso, sobre todo al darse cuenta de que nadie puede ser salvado a menos que lo quiera.
Cada personaje es una parte importante de la historia, al final, parece que todos son una fracción de la conciencia de la mente del que sueña: la inocencia, el amor, la belleza, la sensualidad, el miedo, la inteligencia, la templanza, el odio, la confusión, la fuerza, la rebeldía, la mentira, el dolor, el sufrimiento, la totalidad del ser humano está ahí, conviviendo entre sí.
No importa si es futuro o es pasado, mientras no exista conciencia del porqué caminamos hacia determinado lugar, todo se vuelve un loop interminable. Los humanos somos muy parecidos, no por nada muchas de las historias se repiten en libros, películas o en la vida real, por eso podemos identificarnos con las situaciones en Twin Peaks. Si todo esto pasa en un sueño que pertenece a alguien, lo que sea que uno sueñe puede ser real. El tiempo es importante, pero es relativo, así que, ¿qué año es este? Realmente no importa, solo interesa saber que estás presente.
La serie, no solo es bellísima estéticamente, observar los recursos cinematográficos de Lynch y demás directores invitados a lo largo de la serie es exquisito, pero notar todo lo que hay detrás de la historia y mente de los creadores, es maravilloso. No cabe duda de que Twin Peaks no es solamente entretenimiento, si uno pone atención, puede caer en cuenta que hay mensajes verdaderos, intensos y brillantes.