Llegó el tercer episodio de The Last Of Us, el que se juraba desde hace unas semanas que se trataba no solo de la mejor historia de la serie, sino de uno de los mejores capítulos recientes de la televisión. El resultado es tan cierto, como sorprendente e inesperado.
Desde hace años, el mayor enemigo público de la saga de Naughty Dog ha sido la homofobia que tristemente está más que presente dentro de la cultura gaming. El ridículo review bombing que materializaron millones de personas al segundo título con base en la intolerancia y solamente en la intolerancia auspició una etiqueta negra en el público de la industria. A día de hoy, el título es considerado como uno de los videojuegos más polémicos de la historia debido a su representación de personajes LGBT.
Contrario a lo que pasaría en la mayoría de los creativos, los escritores de The Last Of Us doblaron sus esfuerzos, haciendo caso omiso del odio, y hoy nos muestran una de las historias de amor más desgarradoras y humanas que hayamos visto en la pantalla chica.
Lejos de Joel y de Ellie, este tercer episodio se centra en dos personajes secundarios del primer videojuego: El sobreviviente hiper-capacitado de Bill y su pareja Frank, que el título original solamente muestra su cadáver.
Aunque hasta este momento la serie había seguido las escenas del videojuego beat por beat, en este caso las diferencias con el videojuego sí que son marcadas y es que en el título original se nos presenta a Bill como un hombre deprimido y estoico que no tiene plena confianza en su amigo Joel y en su compañera Ellie. Se trata de un capítulo muy interesante a nivel jugable, puesto que este personaje logró amurallar un suburbio enorme, dejando lejos a los infectados, pero colocando miles de trampas a su alrededor, por las cuales tienes que jugar con precaución e inteligencia.
El personaje llegó a ser muy relevante en la conversación cultural después de que la Alianza Gay y Lésbica Contra La Difamación lo nombrara el Personaje Gay del Año en sus premios del 2013, una celebración titánica que celebró a Naughty Dog su capacidad por romper con los estereotipos de la homosexualidad en los videojuegos al mismo tiempo que creaba un personaje complejo que se va desenvolviendo poco a poco a través de diálogos y coleccionables.
En palabras de la GLAAD “uno de los personajes que el jugador encuentra a lo largo del juego es Bill, un inestable solitario de la ciudad de Lincoln con talento para arreglar cosas. A través del diálogo y la historia de fondo, el jugador se entera de que Bill tuvo una vez un socio al que amaba llamado Frank, pero la plaga los separó y llevó a Frank a un amargo final”.
Ahora, lo interesante del asunto es que en The Last Of Us (2013) no se hacen más que guiños a la sexualidad de Bill. En la serie, por el contrario, se toman el tiempo para acomplejar al personaje, desarrollar con calma su relación con Frank y en el trayecto cambiar por completo el sentir alrededor del personaje.
Este episodio es una clase magistral de story-telling, de la regla de “enseña, no digas”. Tras vivir un par de años en completa soledad, víctima de su propia capacidad para mantenerse a salvo, Bill atrapa a Frank en una de sus trampas, un agujero en las afueras del suburbio que mantiene como propio. Primero fisicamente y después románticamente, lo atrapa en sus brazos y decide protegerlo por la eternidad.
No hay mucho más que agregar, el capítulo se desarrolla como si se tratara de la introducción de UP (2009) y con la misma calidad. Media hora que describe punto por punto una historia de amor, de vida, que hiere en el alma. Es un capítulo hermosísimo que seguramente despertará más odio, pero nada nos indica que Naughty Dog y HBO se doblen ante las críticas. Como en la misma historia que están relatando, nos están mostrando que apostar por el amor es mucho más valioso.