Para todos ha sido impactante cómo en los últimos años han crecido en frecuencia, número de víctimas, dramatismo e intensidad los tiroteos en las escuelas de Estados Unidos, perpetrados por jóvenes estudiantes que eventualmente acumulan tal dosis de odio, que terminan disparando contra sus compañeros y maestros para, en la mayoría de los casos, acabar suicidándose.
Mucho se ha hablado dentro y fuera de la sociedad norteamericana sobre la urgencia de endurecer los controles para la adquisición, posesión y uso de armas de fuego. Cuando la segunda enmienda constitucional garantiza ese derecho para el americano promedio y asociaciones muy poderosas como la NRA (National Rifle Association) se niegan a restringir el manejo de pistolas y rifles en general.
El problema es que ese fácil acceso a las armas funciona igual para adultos que para jóvenes de todas las edades y condiciones, consiguiendo incluso adquirir armamento semiautomático o dispositivos que convierten un rifle regular en un mortal rifle automático.
Aunque durante todo el s. XX se registraron decenas de masacres en diferentes instituciones educativas a lo largo y ancho de Estados Unidos, fue la matanza de Columbine en 1999 la que nos hizo tomar conciencia plena de la peligrosidad que implica la presencia de armas en las escuelas, sobre todo si esas armas las empuñan personas que sufren algún tipo de desequilibrio mental. Están inmersas en alguna forma de fanatismo, o su cúmulo de frustraciones les orilla a ejecutar estos actos deplorables.
Desde Columbine no se percibía esa sensación de indefensión que volvió a vivir la sociedad norteamericana el pasado 14 de febrero cuando 17 personas, entre estudiantes y maestros, resultaron muertas a manos de Nicolas Cruz de 19 años, quien entró al Instituto Marjorie Stoneman Douglas, en Florida, empuñando un rifle de asalto y disparando contra sus ex compañeros.
Por eso para todo mundo a resultado desconcertante que, además de no abordar el tema del control de armas abiertamente y justificar las masacres como obra de “mentes desequilibradas” únicamente. El Presidente Donald J. Trump plantee estar considerando armar a los profesores como una medida de contención de estos ataques.
“Vamos a analizar eso con rigor. Mucha gente estará en contra y pienso que mucha gente estará a favor, pero lo bueno es que habrá muchas personas del lado de esa idea”, dijo Trump en una reunión en la Casa Blanca con sobrevivientes y familiares de victimas de matanzas en escuelas.“La iniciativa solo funciona si tenemos gente adepta a usar armas de fuego y tenemos muchas. Serían profesores y entrenadores con porte encubierto”, recalcó.
Donald Trump justificó esta nueva estrategia bajo el argumento de que, frente a un ataque al interior de una escuela, los cuerpos de seguridad tardan en reaccionar, llegar al sitio y someter al agresor, lo que un profesor o personal armado dentro de la institución puede lograr en cuestión de minutos.
Evidentemente las voces a favor y en contra no se han hecho esperar. “Si no es un profesor puede ser un custodio, o un policía de civil que trabaje en la cafetería sirviendo almuerzos, pero que tenga un arma lista”, dijo Frederick Abt, cuya hija sobrevivió a la matanza de Florida.
Nicole Hockley quien perdió un hijo en la masacre de la primaria Sandy Hook en 2012, comentó que la idea de armar a los profesores “no es algo que yo apoyaría. Prefiero armarlos con el conocimiento para prevenir esos actos.”
Al final, hay quienes opinan que esta medida no resuelve el problema, pues de cualquier manera las armas seguirán existiendo dentro de las escuelas y el personal docente no está capacitado para repeler ataques de esta naturaleza y con tal brutalidad, muchas veces realizados por más de una persona.