Es 1964. Estados Unidos es un páramo de los derechos civiles. La comunidad negra siguen siendo orillada a la desgracia. Sam Cooke, el gran cantante que tendió un puente entre el R&B y el gospel y la público blanco, se presenta en el Copacabana: un fracaso. El público se revuelve incómodo en las sillas: ¿Qué hace este negro cantando las de Debbie Reynolds? Vaya que fue un fracaso.
En Inglaterra Cassius Clay se enfrenta a un peleador blanco al que está destrozando. Pero de pronto, un golpe suelto y Clay cae noqueado. No perdió, lo salvó la campana. Su mánager, Angelo Dundee, le advierte que para la pelea de campeonato debe estar conectado: Sonny Liston, el campeón, es un asesino. Pero Clay tiene otros planes.
En Georgia Jim Brown, el gran corredor de los Browns de Cleveland, visita a un amigo (blanco) de su familia, un hombre mayor de lo más amable que le dice que lo que necesite, él está ahí para ayudarlo. Beben limonada en el porche de una clásica casa sureña. El algún punto de su conversación sale a relucir que el viejo tiene que mover unos muebles en la casa. Brown se ofrece a ayudar. “Oh, Jimmy, no permitimos negros en la casa”.
Les digo, es 1964 y las relaciones entre blancos y negros están llegando a un punto de quiebre. Malcolm X advierte: los “demonios blancos” van a caer.
Pero el cómo es algo más controversial todavía: Malcolm X quiere violencia. Pero el hombre tiene sus propios dramas: se acaba de enterar que su mentor en la Nación del Islam abusa sexualmente de mujeres y niños dentro de la congregación. X está pensando en dejar la Nación y fundar su propio culto religioso, pero sabe que si lo hace será considerado un gran traidor; sus palabras lo perseguirán hasta causar su asesinato en 1965. Pero no nos adelantemos.
Es 1964 y una noche en Miami, Clay, Cooke, Brown y X se encontrarán y tendrán uno de esas encerronas en las que las verdades volarán como abejas que nadie puede exterminar. Flota como mariposa, pica como avispa, got it?
Regina King dirige One Night in Miami, la cinta que narra todos estos hechos ficticios, pero que tienen una profundidad sociopolítica precisa.
King, conocida por sus actuaciones en Watchmen y películas como If Beal Street Could Talk (por la que ganó el Óscar a mejor actriz en 2018), hace su debut como directora con esta joya.
La cinta, que puede verse en Amazon Prime, es una de las mejores películas que pueden verse este año, sobre todo a la luz de los últimos sucesos de la historia estadounidense como los disturbios en el Capitolio, los asesinatos de jóvenes negros por parte de policías blancos y las detenciones en masa de inmigrantes indocumentados.
Sam Cooke (interpretado por Leslie Odom Jr, el Aaron Burr de Hamilton) cantó que un cambio venía. “I was born by a river, in a little tent…”. Esa confesión cantada es revolucionaria. Pero no, no nos adelantemos.
Es Miami, 1964, y los cuatro hombres se encuentran. Malcolm X (Kingsley Ben-Adir) quiere compromiso con la causa de derrotar al deminio blanco. Clay (Eli Goree, en una gran actuación que se roba la cinta) reza a la Meca y quiere que X le resuelva el revoltijo que espiritual que lleva en la tripa. Jim Brown (Aldis Hodge) tiene sus propios problemas dividido entre la causa afroamericana y su poca orientación política.
El cambio que los cuatro quieren no está por llegar, o no lo hará sin que haya víctimas en el camino. Mártires, socios, guerreros, bufones, corderos en el altar de la guerra racial. ¿Qué será cada uno de estos hombres que desde su palestra cambiaron la historia?
Regina King hace un trabajo extraordinario llevando a puerto cada una de las cuatro historias y logra que nos enamoremos de los personajes. Queremos que cada uno gane sus luchas.
La cinta tiene tres nominaciones a los Golden Globes, incluyendo la dirección de King y la actuación de Odom Jr. El American Film Institute la considero una de las 10 mejores películas de 2020.
Esperemos que la Academia también la reconozca con varias nominaciones.