La revolución de la moral, los jóvenes nicaragüenses que se han convertido en líderes

// Por: Staff

vie 22 junio, 2018

Fotos por: Jorge Hurtado

Por: Cindy Regidor

  •   Los jóvenes nicaragüenses se han convertido en líderes, héroes, y “la reserva moral” de un país cuyo pueblo busca la renuncia del presidente Daniel Ortega, después de más 200 muertes, producto de la represión estatal.

 

  •     Desde el pasado 18 de abril en el país centroamericano los papeles se intercambiaron, la violencia desde el Gobierno ha estallado y escalado, cambiando al país para siempre.

Los inicios de Daniel Ortega y su poderío

Daniel Ortega apareció por primera vez en la historia de Nicaragua como el joven guerrillero que fue parte del derrocamiento de la dictadura Somocista tras la Revolución Sandinista de 1970. Por una década ocupó la silla presidencial, hasta 1990, cuando el país vio el fin de su segundo conflicto armado y se dispuso a trabajar por la paz y la democracia, por varios años el país vivió una relativa calma.

En el año 2007 Daniel Ortega ganó las elecciones y se ha mantenido en el poder por  una década más. Bajo su actual mandato, Nicaragua enfrenta una nueva crisis que en dos meses ha dejado 200 muertos, miles de heridos y a su frágil economía seriamente dañada.

A lo largo de estos años Nicaragua había conseguido estabilidad y mejoría económica; eso sí, a costa de la incipiente democracia. Poco a poco Ortega consolidaba un poder absoluto, desmantelaba la independencia y credibilidad de los poderes del Estado, socavaba la integridad de instituciones como la policía y el ejército, gobernaba desde un esquema de Gobierno en el cual el  Estado, el partido y la familia eran lo mismo. Se apoderaba de la mayoría de canales de televisión y frecuencias radiales para usarla con fines meramente propagandísticos, reformaba la Constitución Política para reelegirse tantas veces lo necesitara, modificaba cuanta ley no le favoreciera, revocaba la personería jurídica de los partidos de oposición, intimidaba cualquier intento de protesta ciudadana en las calles.

Han sido once años de descontento de algunos sectores, aprobación de parte de otros y aparente apatía de muchos otros. Los principales apáticos, decían muchos, eran los jóvenes, aquellos que habían nacido en la década de 1990, los que no habían vivido la guerra, la generación del internet, los millennials.

La protesta juvenil y las redes sociales

La Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) presentó, hace apenas unos meses, un estudio que demostraba que un 62% de los jóvenes encuestados había promovido alguna causa a través de sus redes sociales. “Las redes son el espacio donde los jóvenes nicaragüenses expresan su opinión y se informan”, aseguraba dicho estudio. Basta hacer un repaso por las redes sociales en Nicaragua el día de hoy, ver las fotografías y vídeos, para darse cuenta de que jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos, ideologías y procedencias, son quienes han mostrado mayor beligerancia en las redes, creando y reproduciendo contenido; pero, esta vez, también en las calles.

Víctor Cuadras tiene 25 años y es ingeniero químico. Al inicio del conflicto trabajaba en un complejo industrial de una zona franca como supervisor de una línea de producción. Era “un trabajo esclavizador y, sobre todo, humillante porque no tienen las condiciones necesarias para poder trabajar”. Su experiencia refleja lo que muchos en el país piensan de las zonas francas o “maquilas”, compañías que, si bien ofrecen oportunidad de empleo a miles de personas, son también señaladas de malos tratos y abusos laborales.

Otros jóvenes, como Jessenia Valeska Valle, hasta el 18 de abril, encontraban su espacio en la sociedad a través de su participación en comunidades religiosas. “Antes de esto yo era una chavala activista católica, estaba en mi último año de la carrera de Contaduría Pública y Auditoría y estaba en un programa de radio llamaba Conectados con Cristo”, cuenta la joven de 23 años.

Y otros, como Lesther Alemán, de 20 años y quien de niño soñaba con ser presidente y militar, se destacaba como estudiante de excelencia académica en la carrera de Comunicación Social, y dedicaba parte de su tiempo a ayudar a los más necesitados como misionero de su iglesia.

Fue, precisamente, a través de las redes que Jessenia Valeska, Lesther y Víctor se enteraron de la represión desatada por el Gobierno de Ortega durante las protestas iniciadas el 18 de abril.

La crisis de Nicaragua

La crisis en Nicaragua empezó ese día, después de que el Gobierno anunciara una reforma a la seguridad social que implicaría un golpe al bolsillo de patronos, cotizantes y pensionados. Quienes se oponían a tal reforma salieron a las calles en la capital y otras ciudades. Su protesta fue recibida con violencia y represión ejercida por fuerzas de choque parapoliciales pro Gobierno- la conocida Juventud Sandinista- y miembros de la Policía Nacional.

No era la primera vez que el Gobierno de Ortega sofocaba las manifestaciones con intimidación y violencia, pero esta vez las imágenes que viajaban por las redes y algunos canales de televisión despertaron la indignación de muchos más, entre ellos, los estudiantes, quienes pronto se sumaron a las protestas desde sus recintos universitarios.

Usando como herramienta sus teléfonos celulares, la ciudadanía ha documentado la violencia a través usando Facebook, Whatsapp, Twitter. El periodista Ángel Gahona, hacía precisamente eso, documentar, a través de un Facebook Live, lo que ocurría una noche en su ciudad Bluefields. Murió mientras grababa. Su transmisión fue interrumpida cuando cayó al suelo al recibir un disparo en la cabeza.

Aunque la esposa de Ortega y vicepresidenta Rosario Murillo intentó minimizar la reacción de la población al señalar a los protestantes de “minúsculos”, “vandálicos” y “vampiros” en busca de sangre, pocos días después el presidente Ortega anunciaba la revocación de las reformas a la seguridad social. Sin embargo, aquellas protestas, a esas alturas, tenían ya otro objetivo, una demanda mucho más grande: la salida inmediata de Daniel Ortega del poder.

-“Todo te dejamos pasar, pero jamás hubieras tocado a nuestros muchachos”-, se podía leer en una pancarta en una las varias y multitudinarias marchas que han ocurrido en la capital y otras ciudades en las últimas semanas.

 

Saldo de las protestas y la Reserva Moral

La mayoría de personas muertas han sido jóvenes estudiantes, muchos de los cuales se atrincheran hasta el día de hoy en los campus universitarios como una forma de resistencia pacífica.

De repente la juventud se ganaba uno de los espacios dentro de la lucha que surgía en Nicaragua, uno de los obispos más conocidos y respetados, Monseñor Silvio Báez, les ha llamado “la reserva moral” de Nicaragua.

Un momento para la historia fue, precisamente, cuando estos jóvenes, entre ellos Jessenia Valeska, Lesther y Víctor, ahora miembros de la Coalición Universitaria, en representación de los jóvenes desbordados en las calles y atrincherados en las universidades, cuando encararon a Daniel Ortega en la mesa del Diálogo Nacional que se instaló el pasado 16 de mayo.

Ante las protestas masivas que demandan la salida de Ortega, la respuesta del Gobierno ha sido la insistencia en descalificar a los manifestantes acusándolos de pandillas y vándalos, agentes desestabilizadores “de la derecha” que buscan dar “un golpe suave” o golpe de Estado.

La represión se ha recrudecido, el Diálogo Nacional ha avanzado muy poco y, a dos meses de la crisis sociopolítica que vive el país, se cuentan los muertos por día pues los ataques por parte de la policía y fuerzas parapoliciales no han cesado, en su afán de suprimir por la fuerza los bloqueos de carreteras que la población mantiene por todo el país como forma de protesta pacífica.

Los peores actos de represión

Uno de los hechos más recientes fue la muerte de una familia en un barrio de Managua el pasado 16 de junio, cuando policías y civiles armados incendiaron una casa con sus habitantes dentro, después de que éstos últimos se habían rehusado a permitirles la entrada para colocar un francotirador en el tercer piso de la vivienda. La muerte de seis personas, incluyendo un bebé de cinco meses y una niña de dos años, fue confirmada por la joven Cinthia López, quien grabó un desgarrador vídeo que pronto se volvió viral y en el cual contó cómo se había salvado, lloraba por su familia y acusaba a Ortega de la desgracia. 

Hasta la fecha, el gobierno de Daniel Ortega ha cedido, únicamente, en la petición de dejar entrar a delegados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de la Organización de Estados Americanos (OEA), de la Organización de las Naciones Unidad (ONU) y de la Unión Europea (UE) para que investiguen los crímenes perpetrados.