Cuando ya dábamos casi por concluida la temporada de conciertos en la Ciudad de México, el pasado miércoles 29 de octubre, la banda neoyorkina The Drums nos vino a recordar que el año aún no acaba, y aunque muchos vaticinábamos poco aforo para la presentación de Jonathan Pierce y compañía en El Plaza Condesa, la respuesta del público fue contundente, y el recinto lució casi al tope de su capacidad.
Apenas un par de minutos después de las 9 de la noche, la música ambiental se detuvo, para dar paso a un tímido Jacob Graham y a la efervescente presencia de Jonathan Pierce que, sin más preámbulos, dieron inicio a su show.
Con un hipnótico sonido proveniente del sintetizador análogo de Graham, la música empezó a fluir en el lugar. Se podía notar que la banda estaba cómoda y, hasta cierto punto sorprendida por la respuesta de sus fans, quienes entonaron al unísono ‘Let Me’.
Con un escueto “Somos The Drums, de Nueva York, gracias”, Jonathan Pierce presentó a su banda, y continuó con el show. Canción tras canción, el rubio vocalista parecía perderse en su propia música, mientras bailaba, como si se tratara en un vals en solitario.
“Esta canción la escribí para mi mejor amigo”, fue el anuncio de lo que vendría, segundos después escuchamos los primeros acordes de ‘Best Friends’, uno de los sencillos más exitosos de la banda hasta el momento.
No hizo falta una gran producción, un espectáculo de luces cegadoras, mucho menos fuegos artificiales. La gente que se congregó para ver a The Drums sabía perfectamente lo que buscaba: un show de rock, generado por individuos con sus instrumentos.
Así, de la mano de un frontman sumamente carismático y con una voz privilegiada, siempre apoyado por su “sidekick” y una consistente banda, el público mexicano disfrutó de una gran presentación por parte de una de las bandas neoyorkinas más interesantes, quienes a su vez, se entregaron a sus fans, quienes pacientemente los habían estado esperando, desde su presentación en el Festival Corona Capital, en 2012.
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