Soundgarden en el D.F.

// Por: Giorgio Brindesi

sáb 1 junio, 2013

Franccel Hernández para WARP

Artista: Soundgarden

Lugar: Palacio de los Deportes

Fecha: 31 May 2013

Recuerdo que las figuras, las formas, no dejaban de moverse. Incesantemente, desde ‘Searching With My Good Eye Closed’ y las siguientes 25 canciones repartidas en dos horas y media, los rojos, los azules, giraban, se contraían o expandían en un ciclo que parecía interminable. Aquello parecía un acto de hipnosis masiva: la gente se congregó alrededor de la pista, en sillas imprevistas pero suficientes para una fecha que no era rompeventas, unos junto a los otros y así escuchar a un predicador que para algunos asistentes tenía estatus de Dios: Chris Cornell.

Quizá no fueron casualidad dos cosas y se trató de un acto divino: que sonara ‘Jesus Christ Pose’ y que alguien dijera –mientras caminaba entre los puestos de playeras– que en el paraíso se escuchaba grunge a todo volumen.

Recuerdo que las figuras, las formas, no dejaban de moverse. El arte del “Badmotorfinger” cobró vida a través de nuestros ojos, frente a mí y frente a ellos, los que venían de Guerrero o Querétaro, los que estaban en los asientos de atrás y decían que Soundgarden llegó tan o más tarde que otros grupos a la Ciudad de México; o los que afirmaron, sin dudarlo, que lo mejor de la noche fue ‘Outshined’, y que Cornell ya no cantaba ni como antes ni como en Audioslave. Pero “él es Soundgarden”, dijo algún otro que tal vez tuvo razón. Lo recuerdo. Todo se movía despacio, denso, pesado, como los riffs, la base rítmica de tempo desacelerado: por ejemplo, ‘Black Hole Sun’.

Recuerdo también las manos alzadas de los congregados, los auténticos gritos de arrebato y gozo al final de cada rola. Recuerdo haber visto a Cornell demasiado lejos, con la guitarra colgada al hombro la cabellera un tanto larga y el rostro frente al micrófono. Recuerdo que de pronto se movía, jamás como las formas y figuras que tenía detrás de él.