Cuando “Motomami” de Rosalía salió a la luz, muchos se hallaron escépticos por el camino que había tomado en su carrera. Algunos la entendieron, otros la siguen cuestionando. Al final, el “Motomami Tour” fue sold out en unas horas y anoche, por fin, llegó el tan esperado momento de ser testigos del presente en la mente creadora de la catalana.
El Auditorio Nacional se inundó de siluetas vestidas con extravagancia y libertad. El color rojo, negro y blanco, fueron los dominantes, el glitter y las plataformas no podían faltar para darle un extra al outfit. Al final de eso se trata la energía “Motomami”, según Rosalía: de ser tú misme, en libertad, sin prejuicios.
El show comenzó con una escucha de MATSURI-SHAKE de la banda japonesa Ni Hao, que encendió la emoción del público para recibir a Rosalía, quien salió de atrás de una pantalla blanca, acompañada de ocho bailarines, portando cascos con luces que figuran la forma del sistema reproductor femenino. Cuando encendieron las luces pudimos verla en un vestido azul, botas negras y una coleta con trenzas sueltas. Todos tomaron su lugar y dieron inicio al concierto con “Saoko”, donde derrocharon energía y mucha precisión, ideal para que la gente comenzara a vibrar.
También en el escenario, estuvo un camarógrafo que proyectaba imágenes de lo que sucedía al momento en las pantallas, incluso la cantante y los bailarines interaccionaban con él; eso le dio una emoción especial a todo. “Candy” fue de las canciones más coreadas, con una coreografía bastante romántica y con una interpretación muy honesta. Rosalía se notaba un tanto preocupada por algunas fallas de audio, así que estuvo haciendo algunas pausas para indicar a su equipo la resolución de estas.
En cuanto empezó a sonar el ya conocido sonido de “Bizcochito”, la gente se incendió en gritos. Rosalía dio todo en la coreografía y dejó clarísimo que no basó su carrera en tener hits, tiene hits porque ella sentó las bases. La interpretación de “La fama” fue algo muy inesperado: los bailarines portaban cámaras y seguían los movimientos de la cantante como si fueran paparazzis; no hubo baile en esta bachata, más bien quietud y tristeza, como una súplica por empatía. En “Dolerme”, Rosalía tomó una guitarra y cantó esta canción que a muchos les trae recuerdos de desamor.
Continuó una parte muy emocionante: una sección donde “De Aquí No Sales” se fundió con “Bulerías”. Ver y escuchar a la catalana interpretando estas canciones que tienen flamenco en su columna vertebral, fue realmente conmovedor; no cabe duda que tiene una conexión muy interna con el cante. Los bailarines se dieron a la tarea de construir una motocicleta con sus cuerpos para que La Rosalía interpretara el tema que le da nombre a su último disco: “Motomami”. El camarógrafo le dio movimiento a lo que veíamos y la sensación de la canción tomó otro sentido.
Una de las canciones más personales y emocionales es “G5 N15”, la cual fue interpretada desde el corazón en una plataforma giratoria, acompañada de un pianista, lo cual le dio un efecto más brillante al momento. Así como el disco, el show también se sintió un tanto oscilante en emociones, ya que después de estar al borde del llanto, Rosalía le dio un giro a todo con “Linda”, donde los bailarines portaron cámaras de celular que se transmitían en las pantallas y la voz de Tokischa la acompaño. En este momento, la cantante se dirigió al público para interpretar “La Noche de Anoche”, colaboración con Bad Bunny, donde muchos fans tuvieron la oportunidad de cantar con ella y hasta darle un abrazo.
En el escenario se colocó una silla de barbero y comenzó a escucharse la música de “Diablo”, canción que Rosalía interpretó mientras se cortaba las trenzas de su cabello, despojándose de esas voces que le dicen que ha cambiado. Así llegó el momento de “Hentai”, que fue interpretada a piano y voz por la española, logrando crear una atmósfera de ensueño, lo cual se sintió lindo y gracioso a la vez, muy de su sentido del humor, dado que es una canción muy explícita y sexual.
El concierto continuó con una de sus canciones más emblemáticas de “El Mal Querer”, su anterior producción, “Pienso En Tu Mirá”, que fue muy emocionante de escuchar, no cabe duda que la manera en que conectó con ese episodio de su carrera, fue algo muy profundo. Siguió un cover a La Factoría con “Perdóname”, que mucha gente coreó. Ya ambientados en la teatralidad, los bailarines colocaron una falda negra con una cola enorme a Rosalía para interpretar una versión con guitarra eléctrica de “De Plata”, que fue uno de los momentos más emocionantes y bellos de todo el concierto.
Un cambio radical ocurrió de nuevo para corear en todo el Auditorio el “Abcdef” que ya todos los seguidores de Rosa se saben de memoria. Siguió un Medley que incluyó “Relación”, “TKN”, “Papi Chulo” de Lorna, “Yox Ti, Tú x Mi”, “Gasolina” de Daddy Yankee y “Despechá”, en donde varios fans fueron partícipes, ya que subieron al escenario para bailar en la fiesta que, junto a los bailarines, se armó. El show continuó con “Aislamiento”, una canción nueva, donde uno de los bailarines se llevó las miradas y transmitió toda la emoción que se necesitaba. Ésta se conectó con “Blinding Lights” de The Weekend, que a su vez siguió con “Dinero y Libertad”, que también fue una grata sorpresa de escuchar.
De rodillas en el escenario y con una luz cenital, Rosalía interpretó “Como Un G” de una manera excepcional, para luego continuar con “Malamente”, que se sintió un poco floja; es una canción con tanta fuerza y que trae varios recuerdos de la etapa de El Mal Querer, como cuando pudimos verla en el Festival Ceremonia acompañada de sus “8 Rosas”, que ahora puede que se haya quedado corta. Siguió “Delirio de Grandeza”, un bolero de Justo Betancourt que la española interpretó con mucha emoción, de los mejores momentos de la noche.
Una pausa donde la pantalla central proyectó al letra de “LAX” nos recordó por qué la fama, el dinero y las luces a veces pueden terminar en soledad. Aún así, la cantante interpretó “Con Altura” donde la coreografía fue lo más aplaudido.
Después de un encore, los bailarines y Rosalía entraron al escenario en monopatines para interpretar “Chicken Teriyaki”, que se sintió como el momento más alegre y despreocupado de todo el concierto. Luego, hubo un cambio radical para escuchar la voz de la española interpretando “Flor de Sakura” acompañada de su pianista; el público se iluminó con los flashes de los celulares y La Rosalía solo pudo agradecer y continuar entregando su alma a travez de su voz. Así, se llegó al término del show, no sin antes tener la interpretación más poderosa de “cUUUUuuuuuute”, que entre tambores electrizantes y un baile increíble, dejó el escenario del Auditorio Nacional, rebosando de energía y fuerza.
Vivimos en un mundo absurdo y Rosalía lo sabe bien. Venía de una etapa muy seria y hasta cierto punto, profunda en el trabajo artístico que realizó en sus primeros discos. No es fácil y mucha energía se va en ello. Puede que “Motomami” sea, para ella, lidiar con esa intensidad y vulnerabilidad que la caracteriza para aceptar también su lado divertido y superficial. ¿Por qué deberíamos esperar siempre algo de alguien? ¿No es más emocionante no saber qué sigue? Al final lo más absurdo es pensar que la música es algo serio, que son reglas o que solamente se puede o debe hacer una cosa a la vez. Cada día que pasa podemos observar que, en todo, hay mucho por descubrir y experimentar.
Lo absurdo es pensar que Rosalía era mejor en su etapa pasada y ver cómo la mitad de su público se emociona más al escuchar un reggaetón de tres acordes. Ella sólo quiere conectar con la realidad, ser parte de su interior y al mismo tiempo permitirse verse al espejo en alguien del público. ¿Ser puesta en un pedestal? No lo creo. Ella quiere hacer música y pasarla bien en el proceso. Vivir para disfrutar. Los que se quieren unir a esa misión son bienvenidos, la energía Motomami es libre para quien la quiera tomar. Esta noche fuimos sus acompañantes y ¡qué divertido fue!