El asunto de los conciertos en México ha ido cambiando con el paso de los años. Lo que antes era una emergente escena underground, ahora es el mainstream; cuando teníamos un par de conciertos de rock cada año, ahora hay muchísimos cada mes. Junto con la escena, el negocio y los asistentes a los eventos cambiaron y, de alguna manera, los conciertos dejaron de girar en torno a las propuestas musicales, y se centraron en el hype y en el evento social que ahora implican.
Para reivindicar una escena que parece volcada a la imagen y el statement de: “yo voy a todos los conciertos… aunque no sepa nada del artista y mucho menos me importe ver el show”, aún hay shows como el que Rhye ofreció el pasado 21 de noviembre, en el marco del décimo aniversario del Lunario del Auditorio Nacional.
Con un rotundo sold out, Mike Milosh y compañía se presentaron ante un público, que en su mayoría, era seguidor de este dúo canadiense/danés, basado en Los Angeles. Para preparar un poco el ambiente, Lo- Fang, una de las más recientes propuestas del sello 4AD ofreció una presentación memorable, que hizo a más de uno preguntarse “¿Pero quién es este sujeto que lo hace tan bien?”. A diferencia de muchos teloneros, Lo-Fang cautivó al público, quien escuchó atentamente cada uno de los loops, líneas de guitarra y violín que el originario de Maryland tocó.
Eran casi las 10 de la noche cuando Milosh y su banda subieron al escenario. Sin más preámbulos, la banda tomó sus instrumentos y fue justo ahí donde comenzó el viaje. Resulta casi imposible no dejarse llevar por la suave voz de Milosh, quien a pesar de no ser la clásica estrella de rock, es capaz de ganarse al público con su sencillez y talento.
Por momentos, los músicos parecían sorprendidos por la respuesta del público, que incluso sabía algunas de las letras de las canciones. Sin embargo, no todo puede ser tan bueno, y en esta ocasión los detalles no fueron responsabilidad de la banda o de la organización, que terminan siendo los culpables casi siempre de nuestras desventuras en los conciertos. Es importante decir las cosas como son: hay mucha gente que no se sabe comportar en los conciertos, sobre todo en aquellos que para disfrutarlos como se debe, es necesario guardar un mínimo de civilidad y sí, también permanecer en silencio para vivir la experiencia completa. Milosh se cansó de pedirle a la gente que se callara, en especial a una desorientada que asumió que estaba en un concierto de AC/DC y vociferaba un ridículo “¡Woohooo!” a la menor provocación.
Sin importar el ruido de fondo, Rhye se concentró en ejecutar su música, y fue así que pudimos escuchar “Woman” casi en su totalidad. La conjunción sublime de un bajo muy suave y preciso, arreglos de cuerdas no convencionales, una batería que lejos de ser protagonista, vistió con ritmos el lugar; virtuosismo puro en los teclados y la emotiva voz de Milosh nos recordaron de qué se trata ir a un concierto. Mención especial a momentos como ‘3 Days’ o ‘The Fall’, sin embargo, la noche tuvo su punto más alto en la sesión de improvisación durante ‘Last Dance’ que, contra todo pronóstico, puso a bailar a los asistentes.
Dejando de lado el penoso comportamiento de algunos de los asistentes (que eran minoría, debo admitir), Rhye ofreció uno de los conciertos más entrañables que la Ciudad de México recibió este 2014.