Cualquier persona ajena a lo que ocurriría en el Auditorio Blackberry el sábado 19 de enero por la noche podría haber juzgado la escena como “un concierto más de rock”. Pero al acercarse cada vez más al recinto, el entusiasmo era notorio y la atmósfera bastante diferente a lo que un concierto promedio ofrece. Desde la entrada podía notarse que este sería un momento bastante salvaje e inolvidable para todos los congregados ahí para ver a Primus, a pesar de la incertidumbre por lo que escucharíamos una vez que la banda saliera al escenario. Incluso esto lograba alzar más los ánimos: lo que fuera que Primus decidiera tocar, el público iba a recibirlo con los brazos extendidos.
Al momento de tomar el escenario, Les, Ler y Tim fueron recibidos con una ovación ensordecedora y toda la emoción contenida por la audiencia fue descargada inmediatamente cuando Primus abrió su concierto con “To Defy the Laws of Tradition”. A pesar de que la mayoría del público parecía preparado para solo admirar el concierto sin moverse, la energía desbordante ocasionó que se desataran empujones, uno que otro mosh pit discreto y bastantes crowd surfers, algo que no se ve normalmente en este tipo de recintos y que habla bastante de la posición generacional de Primus.
El sonido del Auditorio Blackberry destacó por su calidad desde el comienzo del show. A diferencia de otros shows en los que normalmente utilizan las primeras dos canciones para acomodar el sonido, en esta ocasión se soltó completo desde el principio y esto indudablemente ayudó a que el público se sumergiera inmediatamente en la experiencia sonora que significa Primus en vivo.
Sobre la experiencia que es Primus en concierto, los visuales son una parte muy importante. Siempre haciendo referencia a algún video propio o algún gráfico específico, la pantalla montada al fondo proyectaba imágenes que se distorsionaban a la par de la música ejecutada. Imágenes psicodélicas, a veces terroríficas y muchas otras rayando en lo cómico impulsaron aún más lejos la presentación que estaba ocurriendo sobre el escenario. La cúspide visual ocurrió durante los casi 25 minutos que duró el intermedio, con la proyección de varios capítulos en blanco y negro de Popeye. La rareza expuesta por Primus incrementó incluso cuando ellos no se encontraban sobre el escenario.
La iluminación enfatizaba al público, parecía que Claypool y compañía esperaban esta respuesta energética y salvaje teniendo lugares en primera fila para un espectáculo mayor al que ellos mismos estaban ofreciendo, no iban a dejar que los reflectores los cegaran de lo que estaban provocando en el público.
La perfecta ejecución era evidente incluso desde lejos, todos los sonidos amplificados por el audio del lugar podían rastrearse inmediatamente al instrumento que cada uno estuviera tocando.
Este fue un concierto bastante peculiar en relación a lo que ha ofrecido Primus durante toda esta gira, y el setlist fue una muestra de las ganas verdaderas de la banda por mostrar ese cariño al público mexicano. Es raro encontrar bandas con este nivel de compromiso hacia su público. Pero es gratificante encontrarse con cada vez más actos que tratan sus fechas en México como un acontecimiento especial y no solo como una parada más de una gira obligada.
Desde el lanzamiento de The Desaturating Seven, Primus dedicó gran parte de sus conciertos a tocar este álbum en su totalidad. Larry ya había revelado que muchos de los instrumentos utilizados para tocar estas canciones no pudieron ser transportados a México, y lo que parecería una desventaja en comparación a lo demostrado durante toda la gira, terminó por convertir a este concierto en algo mucho más valioso. Aunque se trata de la gira promocional de este último disco, Primus aprovechó que el público mexicano ya tenía varios años esperándolos y nos regaló un setlist plagado de canciones inesperadas pero bastante vitoreadas por los seguidores más clavados.
Puede que no sean las personas más dinámicas en el escenario, incluso se les puede tachar de monótonos en cuanto a su lenguaje corporal sobre el escenario, pero lo demostrado en el Blackberry solo confirma la energía que pueden descargar tres músicos sin necesidad de abusar del escenario y enfocándose en lo que mejor saben hacer: manipular sus instrumentos con maestría pero al mismo tiempo con una ferocidad que casualmente se convertía en un diálogo de energía que se pasaba de la banda al público y viceversa.
Al salir del concierto, el impacto era notorio. Durante el trayecto a casa, las caras de las personas mostraban un asombro que sobrepasaba el cansancio evidente en casi todos los que estuvimos ahí. No es necesario estar dentro del mosh pit para que un show de Primus demande tu energía. Solo estar ahí, presenciando esa descarga, es suficiente para elevar a cualquier persona.