Tras una presentación masiva como el acto principal de la Semana de las Juventudes, ayer Pixies dio el primero de dos conciertos calendarizados dentro del Teatro Metropólitan como parte de la gira que celebra los 30 años del disco Surfer Rosa (1988) y el EP Come On Pilgrim (1987).
Fue una experiencia completamente distinta a la del Zócalo Capitalino, en la cual la intimidad y el público, en su mayoría mayor de 30 años, jugaron un papel importante. Sin embargo, la mayor diferencia fue la actitud histriónica de la agrupación, cuyos miembros se dedicaron a crear un ambiente frío y obscuro con su nula interacción con el público. Como si se trataran de engranes derivados del arte conceptual de Doolittle (1989), la banda se dedicó a llevar a cabo su función de tocar y dejar que la música y las proyecciones generen por sí mismas la atmósfera lynchiana, llena de tensión y violencia, que distingue al proyecto.
El arte de Simon Larbalestier fue una pieza central dentro del concierto, el acto de apertura prácticamente fue un pequeño video-ensayo documental en el cual el artista gráfico del sello 4AD relató en una voz en off cómo es que logró crear el imaginario gráfico que distinguió a ambos materiales. Profundizó en su necesidad de presentar algo agresivo, pero al mismo tiempo frágil para Come On Pilgrim, influenciado en las letras surrealistas de Black Francis y en la tensión de las canciones, eligiendo finalmente a un hombre peludo como representante de la música. “Creo que una imagen hermosa la puede hacer cualquiera, pero lo difícil es crear algo que salga de la música, si no sale de la música es vacío“, declaró mientras se proyectaban imágenes del logo de Pixies, clavos, cabellos y figuras religiosas.
Contrario a Come On Pilgrim, el artista se dio a la tarea de tratar de des construir algo dangente dentro de Surfer Rosa, mismo que contiene una gran cantidad de canciones en español. Él decidió seleccionar algo representativo de la cultura hispana, el tango, y desvirtualizarlo a algo sucio, que pareciera banal.
Terminando con estas historias, la banda salió al escenario, tomó sus instrumentos y empezaron a interpretar la mítica ‘Caribou’. Joey Santiago hizo gala de sus icónicas líneas repletas de distorsiones, David Lovering golpeó todos los tambores de su batería y Paz Lenchantin tomó el bajo, posición que se ganó hace un par de años tras la renuncia de Kim Deal gracias a su trabajo en A Perfect Circle, Zwan y Queens of The Stone Age.
Pese a su corta duración, Come On Pilgrim fue el primer lanzamiento que mostró la variedad sonora con la cual Pixies fue capaz de experimentar a lo largo de su carrera. Canciones en su mayoría muy cortas, que no pasan de los tres minutos, que se distinguen por la constante repetición de sus instrumentales, generando una tensión única que siempre llega a su liberación en los coros, entre efectos de guitarra, cambios rítmicos y gritos. De entre ellas las más coreadas fueron las cantadas en español, ‘Vamos’ e ‘Isla de Encanta’, aunque también ‘Ed Is Dead’ y ‘Levitate Me’ generaron una fuerte reacción en el público.
No hubo un encore que separara a ambos discos, en su lugar la agrupación siguió con su setlist, marcando la diferencia entre ambos materiales con un intermedio en el cual tocaron una serie de canciones representativas de otras etapas de su carrera. Iniciaron con ‘Down To The Well’ de Bossanova (1990), continuaron con el B-Side ‘Build High’ y continuaron con un par de covers, una interpretación a ‘Rock a My Soul’ de la carrera solista del vocalista Black Francis e ‘In Heaven’ de David Lynch.
La gente trató de mostrar su apoyo a la banda, iniciando un típico canto “Olé, olé olé olé… Pixies, Pixies“, pero la banda lejos de responder a los gritos, inició de forma automática con la siguiente canción. Una proyección con la bailarina de Tango empezó pintar a las paredes del Metropolitan y Joey empezó a tocar las primeras notas de ‘Bone Machine’, dando por iniciado el set dedicado a Sufrer Rosa.
El aclamado disco que sirvió de principal influencia para la posterior popularización del rock alternativo, en especial el grunge, contiene 13 cortes que no distan mucho de lo presentado en Come On Pilgrim. Canciones tensas que juegan con coros y ganchos pop, pero que también cuentan con momentos agresivos, similares a los del punk inglés de bandas como The Fall.
Las canciones más agresivas fueron recibidas entre aplausos, aunque muy poco se atrevieron a saltar o hacer algo que los despegara de sus lugares asignados. ‘Break My Body’ y ‘Broken Face’ fueron coreadas y ‘Something Against You’ muy aplaudida, pero el momento que desató a la gente fue la interpretación de ‘Gigantic’, icónico sencillo del material que se distingue por ocupar en primer plano al canto femenino, en este caso con Lenchatin sustituyendo a Kim Deal.
‘Where Is My Mind?’ se confirmó como el momento más esperado de la noche cuando la interpretaron, con una ola de celulares alzados, grabando el momento en el cual Black empezó a recitar las primeras líneas de la canción mientras la proyección del cuerpo de un feto se dejaba ver detrás de él.
Ellos terminaron la interpretación de Surfer Rosa agradeciendo a su público y montando una pequeña obra de teatro, digna de los mimos, en el cual pudimos observar cómo el cuarteto se ponía de acuerdo sobre si continuar con el concierto o no. Le dieron fin con la interpretación de ‘Tame’, segundo corte de Doolittle (1989).