La historia de Muse en México es bastante peculiar: en un principio era una banda a la que pocas personas conocían pero que a través de discos muy poderosos se hacían de un nombre cada vez más grande en el circuito musical europeo.
La impecabilidad de su sonido, el poder desgarrador de sus riffs, la intensidad y el talento derrochados en cada presentación se unían a una sensibilidad pop poco explorada en ese momento por el rock alternativo, ayudándoles a forjar una base de seguidores en lugares donde su música no había penetrado tanto.
Cuando al fin visitaron la Ciudad de México en 2007, fue sorprendente encontrarse con que el número de seguidores de la banda en realidad era monumental, sin tratarse de una fijación trivial: la respuesta demostró los profundos alcances que los elementos vertidos en la música de Muse tenían en la gente, haciendo incluso que personas de estados lejanos y otros países vinieran exclusivamente a ver su primer show en el país.
A partir de ese 12 de abril, las visitas de Muse han sido recurrentes, llegando a hacer mini-residencias en la capital, tSimocando en otras ciudades importantes e incluso regresando en distintos momentos de una misma gira. Y cada uno de estos conciertos han sido momentos inigualables para sus seguidores, quienes han podido ver a la banda alejarse de su sonido original para volverse un éxito comercial asegurado, llegando incluso a perder seguidores de su etapa temprana.
El concepto de su más reciente material Simulation Theory (2018) daba a entender que se trataría de una gira de conciertos bastante visuales, y aunque este factor imperó en su visita reciente, no fue tan desmedida como en otras ocasiones. Luces neón y colores futuristas hacían que todo pareciera sacado de una película ochentera de ciencia ficción.
La masificación que logró Muse a partir de álbumes como Black Holes and Revelations (2006) y The Resistance (2009) es notoria cuando un puñado de canciones previas a estos lanzamientos aparecen en el setlist. “Plug in Baby”, ‘Hysteria’, ‘Supermassive Black Hole’ y ‘Time is Running Out’ gozan de ser himnos de la banda, éxitos que les ayudaron a posicionarse lentamente en el lugar que ocupan ahora, por lo que su inclusión en cada gira resulta obligatoria y la respuesta conseguida siempre es vigorosa.
Matt Belamy ya es conocido por su dominio del escenario, parando en ningún momento de cambiar instrumentos o recorriendo el escenario de extremo a extremo, portando diversos atuendos que abusaban del uso de leds textiles. No pudieron faltar éxitos recientes como ‘Madness’, ‘Psycho’ o ‘Uprising’, que a 10 años de haberse lanzado ya puede considerarse una canción emblema de Muse, siempre ocasionando una enérgica participación del público.
Pero el encore fué una concentración de temas previos: comenzando con ‘Take a Bow’, que a muchos nos tomó desprevenidos, para seguir con ‘Starlight’ y ‘Stockholm Syndrome’, en la que una figura alienígena gigante apareció al fondo del escenario. Sonaron ‘Assassin’ y ‘Newborn’, sorprendiendo a quienes creíamos que estos temas ni de broma serían interpretados.
‘Knights of Cydonia’ es por excelencia el cierre perfecto para un concierto de Muse, y el Foro Sol enloqueció desde los primeros acordes. Muse tuvo al público a su disposición durante casi dos horas, abarrotando gran parte del Foro Sol y llenándolo de una energía que pocos provocan sobre un público tan numeroso.