Una reseña de Raúl Arce
Después del sismo, a la Ciudad de México le ha costado mucho retomar sus actividades; desde la industria, el comercio y, por supuesto, los espectáculos, poco a poco se ha tratado de adoptar una incipiente normalidad. A pesar de un fuerte rumor que indicaba que El Plaza Condesa estaba a punto de derrumbarse, este importante venue no sufrió daños mayores, por lo que ya hemos podido disfrutar de conciertos en este foro ubicado en el que sigue siendo uno de los corredores culturales más relevantes de nuestro país.
Contra todo pronóstico -y, un poco, los ánimos- la banda francesa La Femme se presentó en El Plaza. Muchos nos sorprendimos de ver el venue casi al tope de su capacidad, considerando que a sólo unos metros de la entrada del inmueble sigue bloqueada la circulación vehicular.
La cita estaba pactada para las 9:00 pm, sin embargo, minutos antes, salieron Ex-lovers, quienes fueron los encargados de abrir para la banda gala. Pasaron casi 40 minutos para que Clemence Quelennec y compañía tomaran el escenario, pero una vez que cada integrante tomó su instrumento, la noche cambió por completo.
Armados con tres sintetizadores, guitarra, batería y bajo, la agrupación establecida en Biarritz, ofreció -como es su costumbre-, una presentación catártica y, aunque fue imposible emular aquella legendaria primera presentación de La Femme, en el Imperial, los músicos hicieron todo lo que estuvo en sus manos para conectar con la gente.
La audiencia, aunque muy variada en edad, parecía reaccionar más a los sencillos de Mystère (2016), el último esfuerzo de estudio de La Femme, aunque para los que tuvimos el privilegio de presenciar su primer show en nuestro país, canciones como ‘Sur La Planche 2013’ y ‘Antitaxi’, del increíble Psycho Tropical Berlin (2013) fueron el highlight de la presentación.
Al final, se trató de un agitado recorrido por géneros como el New Wave, Pop Psicodélico, Trash Yeyé (término acuñado por el gran Benjamin Biolay) e incluso Krautrock que, por lo menos durante un poco más de una hora, cumplió una de las funciones más importantes de la música: abstraernos de la realidad y llevarnos a un lugar diferente desde la colectividad.