Iron Maiden es un estandarte del metal, un nombre tan enorme que sigue llenando estadios y arenas alrededor del mundo con cada gira en la que se aventuran. La actual, “The Legacy of the Beast”, ve a los británicos revisitando grandes canciones y éxitos, así que el lleno total en la primera de tres fechas en el Palacio de los Deportes resultó muy obvio.
The Raven Age se encargaron de recibir al público que llegaba al recinto, sin lograr sorprender demasiado. Las conocidas deficiencas del sonido en el Palacio de los Deportes tampoco les fueron de gran ayuda, pero nada les impidió darlo todo, invadiendo cada centímetro disponible para ellos en el escenario.
Poco a poco, el Palacio se fue llenando hasta su máxima capacidad, con una pista abarrotada de gente que no paraba de moverse en ningún momento. Cuando “Doctor Doctor” de UFO sonó, las luces se apagaron y todo se convirtió en un mar de pantallas listas para registrar el comienzo explosivo del show. La noche no pudo inaugurarse mejor, Bruce Dickinson y compañía saltando al escenario con “Aces High” mientras un Spitfire se movía sobre ellos, causando una impresión y euforia de la que no bajaron durante todo el concierto.
El setlist era una bomba tras otra, y los cambios escénicos resultaban acordes. Al fondo, una manta gigante que cambiaba dependiendo la etapa a la que pertenecía cada canción, convirtiendo todo en una iglesia descomunal para un momento épico donde la banda interpetó temas como “For the Greater Good of God” y “Revelations”.
Otros momentos impecables incluyeron la aparición de Eddie durante “The Trooper” , la cruz de luces cargada por Dickinson en “Sign of the Cross”, las gigantescas figuras de “Flight of Icarus” y “The Evil that Men Do”, y la pirotecnia explotada tanto por el lanzallamas del vocalista como por las columnas de fuego utilizadas al final del show.
Bruce Dickinson es una bestia, recorriendo velozmente el escenario y aprovechando todo el espacio. Sus cambios de vestuario son brutales y veloces, mostrando un interés por la explotación de este recurso para alimentar aún más el espectáculo, cambiando de piloto a loco, pasando gran parte del concierto en pantalón de cuero y un abrigo negro larguísimo que pocos en el metal se atreverían a usar.
La calidad escénica es de un nivel que sólo una banda con el empuje de Iron Maiden puede lograr. Y se agradece la dedicación por seguir ofreciendo un show tan satisfactorio y que llena las expectativas de un público expectante y habituado a un concierto glorioso, cuidado hasta el detalle más pequeño y lo más importante, un Iron Maiden que no ha rebajado sus energías en lo mínimo.