El Festival de Música Balcónica tiene sus orígenes en Madrid, España, donde la idea principal era apostar por la recuperación de espacios urbanos a través del acercamiento con el arte sin fines de lucro y mediante la realización de un festival gratuito y autogestionado.
Su primera aparición fue en 2012, pero llegó a México un año más tarde encabezado musicalmente por Jessy Bulbo en la Colonia Roma; ahora en su segunda edición, la propuesta se reanudó en la misma zona (Plaza Río de Janeiro para ser exactos) pero con espectáculos más allá de la música, pues también se dio la bienvenida a bailarines, poetas, pintores, standuperos y prácticamente todo aquel que estuviera dispuesto a mostrar sus obras, porque otro de los plus que se ganó en esta segunda ronda de actividades, es que las puertas no sólo se abrieron para aquellos artistas reconocidos, sino también a los callejeros, que no por ser menos ortodoxos dejan de ser creativos y talentosos.
Los encargados de abrir la tarde fue la Compañía Urbana Itinerante de Tango, quienes demostraron que la danza no conoce de clases ni edad, pues está al alcance de todos, minutos más subió al balcón Chris Montgomery, un chico originario de Inglaterra al que le bastó sólo una guitarra acústica para llamar la atención de los transeúntes y mantenerlos cautivos hasta el desenlace de su show. Al pasar el medio día La Comesón subió y tan pronto como aparecieron, el público creció con ellos, pues su música folklórica con tintes de huapango dio alegría y vitalidad al espacio, mismo que ya había logrado reunir a chicos y grandes e incluso mascotas, todo en un ambiente característico de los domingos: fresco y familiar.
Pronto salió Jessica Rodarte mejor conocida como Necorita, una poeta mexicana que sin duda vuela por el campo de las palabras y metáforas con gran facilidad, y que esta vez no emprendió el viaje sola, pues se llevó a todos los que se dieron cita este domingo, ya que no solo recita sino que además acompaña sus grandes frases con gran música. Bajo el balcón también aparecieron otros virtuosos como Mónica Pérez Collado, una artista plástica que expuso sus obras e hizo partícipe a todo aquel que pasaba a echar un vistazo, pues sin problema alguno dejaba que la gente tomara pinceles y plumones para “terminarlas” o darle un toque personal a los cuadros que exhibió.
Colombia se hizo presente con Los Terroristas del Sabor, un dúo que fusiona el sabor de la cumbia hecha a base de un acordeón con lo moderno de los beats, y quienes creen fielmente que el verdadero reto de un artista es atrapar al que camina por la calle. Vaya que este par lo hizo muy bien en el festival, pues sorprendieron a todos desde su exótica manera de vestir. Primeramente sólo era ‘La terrorista del sabor’, pero ahora se unió este productor que le dio un nuevo giro a la colombiana. El country tampoco se quedó atrás y para ello se solicitó la presencia de Los Peseros, un trío compuesto de dos mexicanos y un canadiense que sin duda pusieron a muchos a bailar con su rítmico bluegrass y que le regaló al evento uno de los momentos más divertidos de la tarde.
La comedia es actualmente parte fundamental de cualquier programa cultural y Alex Marín o “Ese Wey” (Los Supercívicos) fue el encargado representar a ese sector. Alex piensa que los escenarios para los comediantes deben incrementarse y dale oportunidad a otros es fundamental para ampliar nuestro panorama no sólo de entretenimiento sino formativo, para él, la audiencia cada vez se hace más selectiva.
Dr. Vértiz, co-creador de Sonora Central subió al balcón para interpretar temas con influencias post-punk, aunque otro de los fuertes de este gran productor es la electrónica; los performance evolucionaron a medida que la tarde avanzó y el dúo Niño Salvaje sacó los sintetizadores para dar un contexto un poco más bizarro al evento. La lluvia hizo una ligera aparición pero pocos minutos después se vio opacada por los beats que lograron prender al público. Minutos más tarde, la agrupación Carlos Marks brindó las mezclas más extravagantes, su sonido vagaba entre líneas de jazz, balcánicas e inclusive gitanas; en momentos nos recordó un poco al estilo de Gogol Bordello.
Antes de finalizar la tarde salió Fausto Alzati Fernández, un escritor y tatuador capitalino que mezcla a la perfección la literatura con la música, que aparentemente no recita sino rapea; un caso más de que la poesía oral no es meramente romántica y aburrida.
Por último y para cerrar con broche de oro, actuó la cantante Renee Mooi, quien en compañía de su gran banda experimental realizó un show que sobrepasaba lo musical para llegar incluso hasta lo teatral. Su enérgica voz, sus gestos exagerados y sus movimientos inusuales hicieron de su sonido todo un deleite visual. Así fue como concluyó la segunda edición del Festival de Música Balcónica, lleno de grandes artistas que abren paso a una nueva forma de expresarse. Darle vida a espacios urbanos es tarea de todos, podemos empezar por ver lo que sucede en nuestras calles y apoyar el talento que surge a partir de ahí.