Estereo Picnic 2017, Día 1 #WARPGigs

// Por: Staff

sáb 25 marzo, 2017

Fotos: Juan Felipe Pérez

Lugar: Parque Deportivo 222, Bogotá, Colombia

Fecha: 24 March 2017

//Por: Rafael Ignacio Oliver

Una de las primeras cosas que se puede notar al llegar al Parque 222 a las afueras de la ciudad es el cambio en el aire. Al llevarse a cabo un poco alejado del centro urbano de Bogotá se siente la diferencia. Se puede respirar con más tranquilidad, y se percibe con fuerza el olor a grama mojada y a tierra. Los tres escenarios vieron a la lluvia amainar al principio de la jornada, haciendo que los asistentes a la octava versión del Estéreo Picnic se encontraran con el agua únicamente bajo sus pies.

El interés por las bandas locales parece ir en aumento cada año, para cuando fue el turno de Ságan, cuarta banda en subirse al escenario, había una cantidad nada despreciable de personas atentas al nuevo formato de la agrupación; acertada la apuesta del Festival por mantener una cuota importante de artistas locales en el cartel.

Al mismo tiempo, AJ Dávila se presentaba en la carpa contigua, en dónde predominaban los taches y los parches en blanco y negro en las chaquetas, así como las camisetas de quienes vendrían a continuación, los legendarios Rancid. Al igual que en el escenario, entre el público se podían ver cabezas rapadas acompañadas de largas barbas. Los pogos, nada tímidos, hacían vibrar el piso de quienes se encontraban al lado. El más grande (si bien no el más potente) llegó cuando tocaron la radial Time Bomb, un concierto lleno de clásicos de la banda como Ruby Soho y Last One to Die, esperable en la primera presentación de los californianos en las tierras que alguna vez habitaron los muiscas. Era cuando menos interesante que al final del concierto no solo eran brazos tatuados los que se levantaban en el aire en forma de cuernos y puños cerrados, toda clase de personas con diversos estilos despedían a la banda con un futbolístico “Oe oe oe oe, Rancid, Rancid”.

En el escenario principal, Cage the Elephant demostraba que, aunque en estos tiempos todo parece indicar lo contrario, el rock no está muerto; a momentos, con un sonido vieja escuela renovado, la presentación recordaba a la de Jack White en ese mismo ese escenario hace un par de años, y al igual que en aquella ocasión, se podía ver a la gente bailando y brincando, mientras que sonaban tres voces consonantes, complementarias.

En el show de Glass Animals había a la vista espectadores en términos generales más jóvenes que los que disfrutaban de los sonidos punk, ellos se balanceaban suavemente de un lado a otro ante los poderosos beats y las hipnóticas líneas de teclado. El ambiente resultante, a veces futurista a ratos sensual, se prestaba para la escucha a ojo cerrado y para los besos apasionados, al mirar hacia atrás estas dos escenas se repetían cada dos o tres metros. Solo la energía de Dave Bayley (tan bueno en su papel de frontman como podía serlo) lograba desviar la atención de amantes y abrir los ojos que se encontraban ante su imponente figura, la batería: al frente a la izquierda, un teclado al otro extremo y un guitarrista itinerante que se movía seguro por todo el escenario. Uno de los momentos cumbres para la audiencia llegó con la interpretación de Season 2 Episode 3. Ya fuera que estuvieran viendo a elefantes o a otros animales, la variada fauna del festival aullaba vigorosamente.

Para quienes crecimos en Bogotá, en dónde la política pública organizó los Festivales al Parque en torno a géneros musicales (desafortunadamente), es placentero (tal vez reconfortante) poder asistir a un evento en el que se puede sentir el piso temblar por la energía del punk, y minutos más tarde, nuevamente, gracias a los beats del hip hop. Como suele ocurrir cuando se está al frente, se podían sentir en todo el cuerpo los bajos de G-Eazy, mientras su Dj y su baterista tocaban toda clase de ritmos. Él, irreverente, llevó sus manos al interior de su pantalón mientras entonaba una tonada sumamente acertada en estos convulsionados tiempos: “fuck Donald Trump”, la audiencia, en su mayoría, se unió gozosa al canto. Dejó el escenario manifestando su sorpresa por la masiva asistencia a su show.

Las presentaciones de The XX, The Weekend y Justice, impecables como siempre, no defraudaron a los bien abrigados asistentes. Con una puesta en escena impresionante en la que sus músicos tocaban en la parte superior de una sobretarima enorme mientras que él cantaba abajo, el canadiense entonaba los bailables sonidos que eran celebrados, en especial, por gritos femeninos. Justice, como es costumbre, encendió luces y pantallas al lado de enormes filas de amplificadores al mejor estilo de las bandas de shock rock de los años setenta. Ya fuese acostados debido al cansancio del final de la jornada sobre los diversos muebles dispuestos para el Picnic al final del escenario, o intentando mantener el puesto dentro de la atestada carpa, el movimiento era la norma. Con una noche menos fría que en ediciones pasadas, los asistentes comenzaron a dejar el lugar, como es costumbre, a la luz de la pirotecnia.