El último día del festival inició con la actuación en Plazade Andrés Gualdrón y los Animales Blancos. Presentaron una propuesta vanguardista y experimental, un sonido elaborado y desprovisto de pretensiones innecesarias.
Poco tiempo después en la tarima Panamérika, el dueto Sauti interpretaba una música electrónica que incitaba a la fiesta, seguidos de Cuatro Espantos, quienes sin dejar ver sus rostros tocaron algo que se podría definir como ‘post-rock fusionado con ritmos tradicionales colombianos’, aunque ellos se autodenominaron sencillamente como ‘música frita’.
Más tarde se presentaban simultáneamente dos bandas de culto de la escena nacional, Pornomotora en Plaza, quienes tocaron clásicos como ‘Izquierdo’ y ‘Perro Gozque’, y Hora Local, considerada una de las pioneras del rock en Colombia, en Bio. La baja asistencia del día domingo, en principio atribuida a la fuerte lluvia, se repetía el lunes festivo, lo que pronto suscitó diversos comentarios entre los asistentes y periodistas.
Acto seguido, Bosnian Rainbows tocó en Plaza. La particular música de la nueva banda de Omar Rodríguez-López fue bien recibida por el público, generando reacciones diversas, como era de esperarse, mientras que en Bio los argentinos de Jaque Reina tocaban rock influenciado por distintas vertientes del género.
Les siguieron The Monas en este mismo escenario, Alvin Shutmaat Trio en Plaza (primer lugar de la convocatoria entre cientos de participantes) y Árbol de Ojos en Panamérika, tres propuestas que demostraron (a propósito de muchas críticas que ha habido al respecto) que hay mucho rock en Rock al Parque.
El cierre vino con más rock en Bio con los brasileños Black Drawing Chalks, la fiesta fusión de Pulenta en Panamérika e Illya Kuryaki and the Valderramas en la tarima principal, quienes tocaron, además de hits de surepertorio como ‘Coolo’, ‘Abarajame’ y ‘Águila Amarilla’ un tema dedicado a la memoria de Luis Alberto Espinetta, padre de Dante, quien nueve años atrás se presentó en la décima edición del festival, en la misma tarima, frente a la misma plaza, pero que para ese día se encontraba completamente llena.
El día se acabó y el parque, no se llenó. A excepción del sábado, el ‘Simoncho’ se sintió solitario en comparación a versiones más masivas de años anteriores. Los comentarios de los periodistas y las opiniones en redes sociales comenzaron a aparecer, especulando acerca de las posibles razones de tan baja asistencia. Para algunos se debió al clima, a la falta de nombres atractivos en el cartel, o a una difusión tardía, para otros, la falta de ‘rock’, la excesiva polémica previa al festival o la disminución de propuestas de otros géneros que no son estrictamente rock, fueron los causantes.
Hubo incluso quienes planteaban que el formato de festival está desgastado y que en el caso particular de la ciudad los fondos deberían utilizarse de otra manera. Sin duda los organizadores deberán preguntarse cuales de estas u otras razones pudieron ser las responsables de la ausencia de público, sin perder de vista que el espacio fue concebido como una plataforma para darle espacio y proyección a las bandas locales, y que más allá las críticas, Rock al Parque se ha convertido en patrimonio de la ciudad y ha tenido más aciertos que errores en los últimos 19 años.
Como de costumbre, los asistentes iniciaron la jornada sometiéndose a las estrictas requisas de la Policía Nacional, al parecer, un pago simbólico por la entrada al parque. Los asistentes estaban a punto de disfrutar de una variada selección de reggae, ska, punk, y música que podría denominarse sencillamente como rock (si es que eso es posible hoy en día).
En el escenario Bio predominaron los sonidos de origen jamaiquino, parcialmente desdibujados por la influencia de un sinfín de influencias. Destacaron la bonita presentación de La Nueva Fuerza, con un fuerte componente ‘roots’, la de la Severa Matacera, una de las bandas de ska con más trayectoria a nivel nacional, y la de la prometedora Bambarabanda con sus diversas y divertidas fusiones.
Al mismo tiempo en Plaza, tocaba uno de los favoritos de los puristas, un viejo conocido del festival, Chucho Merchán, quien insistió en defender los derechos de los animales y rescató la labor de la Alcaldía Distrital en ese aspecto.
Mientras tanto en el Panamérika se escuchaba el rock punk de A.C.M.E. con letras contestatarias y un coro potente,cortesía de sus fans, para más adelante recibir desde México al rockabillyde los RebelCats, quienes tocaron en medio de la típica lluvia bogotana.
Los que lograron sobreponerse al miedo al agua que caía del cielo, pudieron disfrutar también de las presentaciones de Diamante Eléctrico (quienes venían de otro exitoso concierto en el Estéreo Picnic) y de Euraca Sativa, power trío argentino que dejó boquiabiertos a los bogotanos por la pericia técnica de sus integrantes, la fuerza y estilo de su música, y suatractivo físico.
La lluvia amainó y los bogotanos se encontraron en Bio con Dubioza Kolektiv que con un sonido fresco y parrandero paseó entre el ska, el reggae e incluso el metal. La gente no paró de gritar y bailar al son de esta banda proveniente de Bosnia-Herzegovina.
En Panamérika llegó por fin una de las presentaciones más esperadas, Peste – Mutantex, fusión de dos agrupaciones de punk de los ochenta que participaron en la banda sonora de la legendaria película Rodrigo D, “No Futuro”. La asistencia fue tan grande que la zona de prensa fue cerrada, mientras el público coreaba a gritos y al son del ‘tupa tupa’ punkero de la vieja guardia “no más clases, no más clases”, “¡Dinero, angustias, dinero, problemas, dinero, SISTEMA!” y “no te desanimes, MÁTATE”. A algunos nos pareció que hubiera valido la pena darles un espacio en la tarima principal. Panamérika terminó con más punk de los ochenta a cargo de los británicos Anti-Nowhere League, al mismo tiempo que en Bio, Junior Kelly se encargaba de dar cierre.
En plaza, Living Colour deleitó a los asistentes con su música ecléctica e ingeniosa. Un cierre digno del segundo día de la decimonovena versión del festival.
Las nubes grises, como de costumbre, amenazaban con dejar las ropas negras y las largas cabelleras mojadas todo el día, pero no fue así y los bogotanos disfrutaron secos del coloquialmente denominado ‘día del metal’ en Rock al Parque.
El día inició con la descarga de energía de algunas de las bandas locales seleccionadas por convocatoria y de los invitados nacionales, para más adelante recibir a las agrupaciones extranjeras de metal, en su mayoría provenientes de Estados Unidos.
Stoneflex, un sideproject de varios de los integrantes de la aclamada banda Industrial Koyi k utho, fue el encargado de abrir la tarima Panamérika Red Bull. Presentaron un sonido que sigue la línea de Koyipero menos pesado y con mucho menos maquillaje. Poco tiempo después tocaría en el escenario Plaza, Icarus Falling con una propuesta que dejaba ver diversas influencias, desde el Heavy y el thrash hasta el hardcore; seguidos por Sacred Goat, de quienes por su nombre y su música no se esperaría que escribieran letras acerca de los miedos a los odontólogos.
Su vocalista, Karina Ortega, cantó con una potente voz gutural, que alternaba con una un tanto más dulce que le hablaba al público y le preguntaba “¿está sabroso?”. Luego vendría la presentación de los madrileños Vita Imana, quienes mostrarían una propuesta rica en percusión y cargada de letras contundentes, sin duda uno de los momentos cumbres de la tarde.
Mientras tanto en el Panamérika, los Caleños JDHK hicieron que el público brincara y dejaron ver lo que pasaría más adelante en el escenario cuando Downset llegó para cerrar la tarima, en la cual se podía descansar de la constante voz gutural que caracterizó a las otras dos.
En Bio, el segundo escenario en tamaño, resaltaron las presentaciones de los nacionales Souledge, quienes invitaron a la segunda voz gutural femenina de la tarde al escenario. Más tarde la banda de Brutal Death, Internal Suffering, entregó a los asistentes lo que su nombre promete, mientras que en Plaza, Masacre, una de las bandas más queridas por el público bogotano, suscitó uno de los gigantescos pogos a los que estamos acostumbrados en los sábados de ‘Rockal’.
Tras su presentación, los integrantes de Havok, quienes llevaron a cabo la que tal vez fue la presentación más memorable del día, estuvieron cabeceando y cantando junto al público las canciones de los legendarios Symphony X y CannibalCorpse, encargados de cerrar Bio y Plaza respectivamente.
El día estuvo cargado, como era de esperarse, de guitarras eléctricas distorsionadas, voces guturales, miles de melenudos, pogos y nalgas forradas en cuero (no exagero). El Parque Simón Bolivar se despidió de los asistentes mientras aguardaba para recibir a un público y una música bastante diferentes el día siguiente.