Cobertura Bestival 2013 en Isle of Wight #WARPenBestival

// Por: Staff

mié 11 septiembre, 2013

Bahía Flores para WARP

Artista: Elton John, Franz Ferdinand, Chic feat. Nile Rodgers, The Knife y más

Lugar: Robin Hill Country Park, Isla de Wight, Inglaterra

Fecha: 08 September 2013

** Bestival 2013 (jueves 5 & viernes 6 de septiembre)**

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“Este es el último festival del verano, disfrútenlo”, aconseja desde el micrófono uno de los vocalistas de los ascendentes Dog Is Dead en el comienzo de la primera noche del Bestival. El escenario Replay dista de ser el principal centro de atención del predio y no hay una multitud viendo a la banda pero, sin embargo, la gente responde con gritos y manos arriba, casi automáticamente. Es el jueves del primer fin de semana de septiembre, la Isla de Wight está atestada de juventud y cajas de cerveza y ese tal Robert Milton tiene razón: el final de la temporada de mega festivales veraniegos en el Reino Unido ha llegado y tiene su última parada en esta, la décima edición del Bestival.

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No es un dato menor. Estos cuatro días son, para muchos -estudiantes universitarios en su mayoría-, el último espasmo de verano antes de la vuelta a las obligaciones de rutina. Eso se percibe en cada movimiento que uno pueda hacer en la previa y el camino hacia el evento y condiciona decididamente todo su desarrollo. En Southampton y Portsmouth, las ciudades portuarias que ofrecen ferries para cruzar a la isla, la atmósfera se distorsiona, los supermercados se congestionan y empiezan a aparecer los disfraces más inesperados. El viaje en barco y la llegada al inmenso campamento no hacen más que profundizar esa sensación de carnaval adolescente y, en apenas unas horas, uno se encuentra rodeado de alcohol, brillantina y personajes de todo tipo. Porque si algo queda claro desde el comienzo es que, en definitiva, el Bestival está relacionado a la idea central de pasarla bien: dormir poco y tomar mucho, hacer cosas que no se hacen todos los días y, fundamentalmente, compartir cuatro días en una suerte de comunidad organizada para vivir de fiesta.

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De hecho, en una primera recorrida por el gigantesco terreno ocupado por el festival una conclusión aparece casi de inmediato: esto va mucho más allá de los límites de la música. Si bien es cierto que la organización hace hincapié en la programación de artistas en más de una decena de escenarios simultáneos, además pueden enlistarse performances de comedia, misceláneas que van desde el karaoke hasta la impresión de remeras y talleres que, por ejemplo, invitan a compartir chocolates, a hacer instrumentos o a descubrir nuestro “poder animal” oculto. Pero como si todo eso fuera poco, el festival es, en su fisonomía, lo más parecido a una feria de pueblo a gran escala. En medio de los distintos campings improvisados y entre los distintos escenarios, aparecen puestos de comida y bebida de toda forma y color, se encuentran tiendas de ropa que mezclan diseño independiente con disfraces y el espíritu de celebración se hace explícito en cada rincón. Por supuesto, la música no deja de ser algo central en todo esto, pero si alguien pensara que es el único ingrediente en este cóctel de sensaciones eso sería lo más parecido a recorrer el festival con los ojos y la nariz tapados.

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Karaoke

Karaoke

En efecto, la cantidad astronómica de información y los estímulos que permanentemente compiten por la atención de los presentes se trasladan al plano de lo musical, dando cuenta de que el Bestival es un evento que apuesta a la heterogeneidad y sobrepasa con creces los límites de la música pop. En la obligada selección que uno debe hacer como espectador-con ofertas-interminables, la magnitud de las opciones se vuelve excéntrica pero no deja de resultar coherente con todo lo vivido en esta pequeña ciudad de música y delirio. Así, en la noche del jueves, el afrobeat tribalista de unos prácticamente desconocidos King Laghoon’s Flying Swordfish Dance Band no hace ruido alguno junto a la sensualidad violenta y el impacto visual y urbano de una M.I.A. que, a pesar de una interpretación mediocre, ofrece una respuesta posible a la especulación del crítico Simon Reynolds en relación al futuro del pop y su anclaje las grandes potencias asiáticas en desarrollo. Tampoco el viernes resulta extraño pasar de la fantasía animada (y cada vez más sólida) de los Flaming Lips al sincretismo oscuro e intimista de unos London Grammar que cuentan con la espectacularidad de su soprano-vocalista como bandera. Las diferencias se multiplican por millones pero el público entiende que de eso se trata todo esto. Son, en definitiva, distintas esquirlas de la bomba sensorial diseñada por la curaduría multiformato a cargo de Josie & Rob Da Bank.

The Flaming Lips

The Flaming Lips

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The Walkmen

The Walkmen

De todas formas, la dinámica del festival encontró dos casos concretos en los que lo artístico supo interpretar tanto el plano de lo emotivo como la vibración general de una isla tomada. Luego de las actuaciones sólidas de los sobrios y exquisitos The Walkmen y los siempre agitadores Wu-Tang Clan, los Bombay Bicycle Club llenaron el atardecer del escenario principal con un show pensado para este tipo de eventos. Un pequeño repaso por su discografía cargada de mini hits descontracturantes y sincopados, un estreno atinado y alentador de su próximo álbum, una combinación explosiva con los vientos y las percusiones de la la London Afrobeat Collective y nada más para agregar. Divertido, preciso, estimulante y apto para todo público. Y en una sintonía similar al primer gran show del fin de semana: el de Belle and Sebastian en el escenario BigTop. Porque los escoceses hicieron honor a la que fue su única presentación en los festivales de verano y escenificaron (con iconografía marinera incluida) un conjunto de canciones gigantes en su formato propio de pequeña orquesta pop, en el cual son tan importantes las guitarras y la sección de cuerdas como las flautas dulces y los cencerros. Con una alegría exultante y una capacidad de contagio inmediato, Stuart Murdoch y los suyos fueron mucho más genuinos que el propio encargado de celebrar oficialmente el décimo cumpleaños del Bestival. A diferencia de Fatboy Slim y su falta de riesgo e innovación desde las bandejas, Belle and Sebastian le puso el cuerpo a ese aire de celebración permanente que se respira por estos días en la Isla de Wight y se convirtió en una porción más de la fiesta. Con gente bailando arriba y abajo del escenario y con la sensación manifiesta de estar disfrutando al máximo del último de los festivales de verano.

Bombay Bicycle Club

Bombay Bicycle Club

Belle and Sebastian

Belle and Sebastian

Fatboy Slim

Fatboy Slim

**Bestival 2013 (sábado 7 & domingo 8 de septiembre)**

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“Con la llegada del fin de semana, Bestival entró en su recta final y un nuevo aluvión de gente completó la capacidad del predio ubicado en el corazón de la ya mítica y rockera Isla de Wight”. Parece una crónica prefabricada pero, en efecto, esas palabras no dejan de expresar fielmente lo que pasó durante el tercer y el cuarto día de esta especie (bizarra) de viaje lisérgico y psicodelia viviente. De hecho, sábado y domingo fueron una explosión de disfraces, colorido, luces y shows y performances para todos los gustos. Pero además, ambas jornadas terminaron de mostrar al Bestival como el más original de los festivales británicos, con una dosis de imprevisibilidad y sorpresa-a-la-vuelta-de-la-esquina tan grande como apasionante.

02 03Esto último está relacionado, al menos en parte, a la relevancia que tienen la imagen y la moda en general en la dinámica del evento. Ir a Bestival es no sólo estar dispuesto a acampar durante cuatro días y entablar una relación directa con el barro y la suciedad acumulada. También implica involucrarse en una pasarela a gran escala en la que se ponen en juego el estilo y la extravagancia de una generación mayormente superficial y despreocupada, con una remota o nula conciencia sobre la escasez de recursos, pero atravesada -desde su abundancia digital- por todas las épocas y las estéticas habidas y por haber. Apenas unos minutos de paseo por el predio alcanzan para ver las consecuencias caleidoscópicas de esta necesidad de manifestación visual. Pasan los días, el cansancio y la resaca se multiplican y, sin embargo, el estilismo y las puestas en escena individuales dominan el paisaje.

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De hecho, el propio Bestival intenta explotar este rasgo para reforzar su propia identidad como festival heterodoxo y fundamentalmente lúdico. Por eso, además de la convivencia de escenarios y propuestas de todo tipo enfocadas en la diversión cueste lo que cueste, el monstruo creado por Rob Da Bank propone una temática e invita a sus asistentes a diseñar sus mejores trajes para la ocasión. El sábado fue, fiel a la tradición iniciada en 2005, el día elegido para recrear la fiesta de disfraces más grande del mundo -con un record Guinness logrado en 2010 que lo testifica- y la mayor parte de las sesenta mil personas que agotaron las entradas acompañaron la moción. Con una predominancia de lo marineril –como tema oficial que incluso tuvo a un barco transformado en el escenario electrónico The Port- y con guiños a Wes Anderson y a cuanto animal uno pueda imaginar, los disfraces fueron mayoría y convirtieron al festival en un Halloween inglés sin miedo al ridículo y con mucha inventiva.

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Crystal Fighters

Crystal Fighters

De todas formas, y más allá de que no fueron pocos los artistas -como Bastille o The Cuban Brothers- que jugaron abiertamente con la estética propuesta desde el festival, los últimos dos días mostraron, también, varios de los momentos más intensos a nivel performático y visual y confirmaron que la riqueza cultural de nuestro tiempo se manifiesta, en gran medida, en el entrecruzamiento de líneas históricas (más o menos) paralelas y tradiciones diferenciadas. ¿O acaso ver a The Roots y Snoop Dogg demostrando el lugar hegemónico de la música negra en la cultural global y luego a Johnny Marr y a Franz Ferdinand reciclando el legado del pop británico de guitarras no se asemeja a la idea hipervincular que parece haber reformateado nuestra forma de consumo musical? Así y todo, y a riesgo de no poder dimensionar cada una de esas expresiones en toda su especificidad por los tiempos propios de un festival, la yuxtaposición sigue siendo absolutamente rica y provechosa y, lejos de estratificar, invita a expandir el gusto en vivo y en directo.

Johnny Marr

Johnny Marr

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Franz Ferdinand

De hecho, los momentos más significativos de los dos últimos días de la edición 2013 de Bestival podrían entablar un diálogo virtual entre pasado, presente y futuro y entre formas disímiles de entender no solo la música, sino también su función y su relación con el público. Los impredecibles The Knife, cerrando el escenario BigTop en la noche del sábado con un espectáculo que tiene tanto de teatro y danza contemporánea como de una electrónica casada con el cuerpo y la experimentación. Nile Rodgers y su fiesta disco itinerante como plan ideal para domingo a la tarde: reviviendo a Chic y ejecutando prácticamente toda su carrera como productor, desde Sister Sledge a Madonna, pasando por David Bowie y Duran Duran. Después del cierre de protocolo con Elton John y su banda mágica -con la multitud cantando y los fuegos artificiales de rigor-, el verdadero final a toda orquesta, con la sutileza austera y distorsionada de James Blake y el histrionismo tropical y anfetamínico de los Crystal Fighters.

The Knife

The Knife

The Knife

The Knife

Chic feat. Nile Rodgers

Chic feat. Nile Rodgers

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James Blake

James Blake

Aún así, más allá de que la lista de grandes conciertos podría ser interminable -con, por ejemplo, The Polyphonic Spree actuando en pleno mediodía y mutando más a la noche para reversionar canciones de “The Rocky Horror Picture Show”-, Bestival es mucho más que grandes shows y combinaciones impensadas. El espíritu del festival no solo se encuentra en los grandes escenarios o en el despliegue interminable de opciones para vivir un fin de semana de película. Caminar por un bosque sin un rumbo claro y terminar en un anfiteatro rodeado de árboles en el que un tal The Wolf hace de DJ y MC y dirige su propio cuerpo de baile en miniatura o cruzarse con llamaradas de fuego saliendo de un barco/pista de baile anclado en lo alto de una colina son parte de la aventura que implica este auténtico gigante del entretenimiento. Pero además, son el ejemplo claro de que la música y la experiencia sensorial en sentido amplio son, al menos en este tipo de encuentros, parte de un mismo lenguaje compartido.

The Polyphonic Spree

The Polyphonic Spree

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