Un sábado y catorce horas de música al aire libre en un club a las afueras de Guadalajara vieron nacer la primer edición del festival Ballantine’s Loud Blue. Un globo aerostático daba la bienvenida a lo que serían once bandas sonoras de calidad nacional y origen tico, francés, jamaiquino, chileno y estadounidense.
Desde Costa Rica, el rock alternativo de 424 arrancó el festival para los pocos afortunados que libraron el tráfico provocado por un accidente en el camino. Agradecidos por su estadía de un mes en tierras mexicanas, los ticos fueron un deleite con su sonido a veces suave, a veces movido, recordando a un Jumbo con un ligero toque de Tame Impala debido al ambiente que crean en canciones como Gala y Verano Verde. Cerrando en Guadalajara su exitosa gira por nuestro país, 424 fue la primera de una serie de sorpresas sonoras que hicieron del Loud Blue un excelente e íntimo festival destinado a descubrir algunos de los secretos mejor escondidos de la escena musical latinoamericana.
La segunda sorpresa para muchos fue la actuación del dueto mexicano Timmy & The Monsters, que lograron que comenzara a verse ritmo y movimiento voluntario de cadera en un Loud Blue que ya empezaba a llenarse y a sentir el calor de la tarde. Ya entrados en la comida local, relajándose en las sombras, admirando el escenario o probando balance en la cuerda floja, el público olvidó la lluvia de la noche anterior con la vibra sonora de Alán Santos y Leonardo Kin Ponce, obligando a varios a sentir lástima por aquéllos que aún estaban en camino al festival.
La escena rap mexicano vino desde el norte a mejorar aún más las cosas con ayuda de Simpson Ahuevo, que refrescan un género ya abarrotado con caras familiares interpretando rimas con instrumentos en vivo. El hecho de representar el lado orgánico y humano con ayuda de músicos y no a base de un frío loop es lo que provocó que más de uno de los asistentes siguiera a la banda con las manos en el aire, moviendo la cabeza de arriba hacia abajo y gritando ¡A huevo! en cada oportunidad. Un punto a favor por la diversidad musical mexicana.
Visitando desde uno de los rincones del mundo, los chilenos Astro parecían venir de aún más lejos. Con aullidos de primate, coros pegajosos que recuerdan a un hijo ilegítimo de MGMT y Empire of the Sun con ritmos más atrevidos y alejados de lo tradicional, bañados con una energía incontrolable desde que pisaron el escenario, la música de éste cuarteto añade mucho más esperanza a la competencia que los latinos pueden ofrecer a la contraparte anglosajona. El talento existe y es suficiente para invadir el mundo. Si no lo creen, busquen Ciervos, Colombo o cualquier excusa para tratar de disfrutarlos en vivo a la primer oportunidad.
Nada ajeno al circuito de festivales, Mateo González, mejor conocido por su apellido materno Bufi, ya ha dado de qué hablar anteriormente por sus presentaciones alrededor de la Ciudad de México, en el Corona Capital, sus colaboraciones con La Royale y Juan Soto y diversos remixes. Fue difícil no bailar a cada ritmo impuesto por Bufi, quien al parecer ya domina y respira lo que mueve al público para hacerlos sudar.
Para continuar bajando calorías, Daniel Maloso tomó control del lugar. Siendo uno de los actos más comentados del festival, fue el primero en provocar la búsqueda clásica mexicana de estar hasta delante, frente a la valla. Controlando todo tipo de aparatos digitales, una serie de cables imposibles de desenredar y al público, Daniel Maloso se llevó la primera gran ovación de un Loud Blue que apenas iba a la mitad.
Justo cuando el sol iba de salida, el tío loco de la familia hacía su entrada triunfal. Armado con su característica barba, lentes oscuros y excentricidad escénica, el peculiar Sébastien Tellier hizo suyo el escenario. Con guitarra en mano, el protegido de artistas de la talla de Air, Daft Punk y toda Francia durante su participación en Eurovisión agradeció el calor del público mexicano entre cada canción y comentario sobre el origen de cada una. Divine fue una de las más aplaudidas y a la vez la más coreada. El momento en que Sébastien dio instrucciones para soltar centenares de globos con leds hacia el cielo seguro se convertirá en uno de los más recordados del Loud Blue.
Tocando por segunda vez éste año e invitando a David Velasco para cubrir la voz, Porter no decepcionó a la ciudad que los vio nacer. Con fondo espacial y vestimentas dignas del clóset de Austin TV, la banda hizo retumbar y corear a cada visita que hacían al no tan lejano 2007, cuando Atemakawke apenas se daba a conocer. El toque de nostalgia y la excelente actuación de Velasco auguran un renacimiento de un Porter que muchos extrañan y esperan no volver a hacerlo: aquí se presenció una química que no debe ser desperdiciada.
Dejando el pasado atrás, el desmadre se abrió paso y sin permiso con la explosión que provocó Major Lazer. Desde el momento en el que Walshy Fire pisó el escenario, lo dejó. Entregándome su micrófono cual antorcha olímpica, Walshy se encendió y lanzó hacia el mar de gente, nadando en ellos y saltando de regreso, solamente para volar de un lado a otro, sobre bocinas, sobre gente, entre gritos, aplausos y vuvuzelas. Con ayuda de Diplo y un par de bailarinas, esta encarnación de Major Lazer hizo gala de una habilidad extraordinaria para prender a todos y cada uno de los que ya resentían el frío, haciéndolos entrar en calor por medio de un viaje a lo mejor y remixes de las canciones favoritas del dueto. Una esfera gigante con Diplo dentro, inflables, la falta de ropa para cubrir el torso de muchos y bastante, bastante sudor fueron los ingredientes de la locura pasando la medianoche.
Demostrando de qué está hecho el talento mexicano y portando nuevas máscaras, la siguiente banda tenía la difícil tarea de mantener a la gente de pie y prendida ya entrado el domingo: no hubo fallas. Desde que cuatro figuras en pantalla que recordaron a un Queen del universo de La Guerra de las Galaxias iluminaron la noche, cuatro enmascarados tomaron su lugar entre percusiones y consolas, mezclando lo mejor de lo orgánico y digital para dar vida a un acto apreciado en festivales como el 72810, Corona Capital, Vive Latino e incluso Europa: The Wookies. Sinónimo de fiesta, hicieron honor a la definición: más de un ajeno que pretendía irse temprano terminó quedándose, más de un serio bailó y varios se enredaron en el fenómeno wookie.
Cerrando lo que fue un excelentemente ideado festival, llegó la reencarnación de Major Lazer, el productor Diplo, para proveer las últimas ondas de energía sonora antes de ir a dormir. Contando de nuevo con la ayuda de Walshy Fire y sus compañeras bailarinas, Guadalajara se despidió con lujo de talento y varias tapatías en el escenario de la primera edición del Loud Blue.
Contando con un excelso equilibrio entre calidad, cantidad, espacio, público, servicios, gastronomía y la entrega, ambiente y calidez característica de los tapatíos (y el excelente ver de las tapatías), el festival Loud Blue es uno de esos pocos eventos que esperas no tener que contar en un futuro para que la gente crea que valía la pena. En cambio esperas poder compartirlo con ellos, y tal vez retarlos a una partida de dodgeball o a no desfigurarse la cara al tratar de pasar por la cuerda floja.