Alrededor de ocho millones de mujeres se congregaron en Plaza Italia de Santiago, Chile, para protestar en contra de la violencia que se ha ejercido en contra del género femenino desde que la humanidad tiene memoria. Ahí se empezó a corear un popurrí de canciones latinas que retratan el empoderamiento femenino, tales como ‘Plata Ta Tá’ de Mon Lafere, ‘Tusa’ de Karol G y la infaltable ‘Yo Quiero Bailar’ de Ivy Queen, la Reina del Reggaetón.
La figura de Martha Ivelisse Pesante ha roto con todos los preceptos que se tienen en contra del género musical en el cual se desenvuelve y también con respecto al género sexual con el cual se identifica. Nacida en el barrio de Añasco, Puerto Rico, se le reconoce como una de las primeras intérpretes que compuso reggaetón tradicional, alejándose del rap undeground que le precedió, integrando elementos del reggae panameño y del dance-hall, pero con el sazón boricua, repleto de influencias del hip-hop estadounidense, por el cual el estilo es reconocido en la actualidad.
Sin embargo, puede ser que su mayor contribución al mundo del urban music haya sido su posición como una de las figuras públicas que han tenido uno de los discursos más fuertes a favor de luchar por los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTQ en Latinoamérica. Siendo hoy en día la mayor influencia para intérpretes del llamado neo-perreo o perreo feminista, tales como MS. Nina o Tomasa del Real. Además de sentar las bases estéticas de figuras como Rosalía o incluso Billie Eilish.
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En una entrevista otorgada poco después del lanzamiento de su primer álbum En Mi Imperio (1997), ella declaró que se veía como una “defensora” de las mujeres, afirmando: “quiero ser una defensa para las mujeres porque me he dado cuenta de que les lanzan mucha mierda en Puerto Rico, eso es algo que no me gusta”.
Su forma de luchar en contra de esto fue a través de dos líneas presentes dentro de su trabajo discográfico con más de treinta años de carrera artística. Siendo el primero de estos puntos, la integración de un discurso en el cual las intérpretes de reggaetón siguen exactamente las mismas reglas que sus contrapartes masculinas.
Ella canta sobre la fiesta con una actitud inquebrantable, frases que muestran que la mujer es libre de actuar como quiera frente a su sexualidad, una liberación que las arrebata de cualquier tipo de compromiso tanto con los hombres, como con la sociedad que juzga a aquellas que no son castas. Ella declara que “soy una mujer que tiene derecho a hablar en lo que así le compete: desde las injusticias que suceden, hasta el hecho de desvalorarnos porque debemos alimentar la imagen del -sexo débil-“.
El segundo punto compete a esto último, puesto que desde que inició su carrera, la intérprete le ha hecho frente a todos los hombres del género, formando la imagen de una mujer ruda que puede hacer con su apariencia lo que le de la gana. Alejándose de los convencionalismos de belleza, ella decidió explorar su identidad desde un punto que rompe con estereotipos de género, haciendo uso de su voz que ha sido descrita por ella misma como “ruda, ruidosa, de macho”, mientras viste ropa holgada y unas uñas de acrílico increíblemente largas.
Contrario a sucumbir a las exigencias de la industria discográfica y del espectáculo que se detiene a observar los elementos convencionales de sus propuestas, ella decidió hacer todo lo contrario con la intención de dar nuevos significados a las posibilidades de explorar la propia feminidad, descrito por ella como un proceso de “representar la estupidez e imposibilidad de de llegar a la representación de lo que se considera como -femenino- por nuestra cultura”.
Es por todo esto que las chilenas se levantaron a interpretar el tema que dice “yo quiero bailar, tú quieres sudar y pegarte a mí, el cuerpo rozar y yo te digo si tú me puedes provocar, eso no quiere decir que para la cama voy”.