Murió el último sobreviviente de la primera gran generación del Rock n Roll: este viernes, a través de un comunicado emitido por su representante -Zach Farnum- se dio a conocer que Jerry Lee Lewis falleció de causas naturales en su casa de toda la vida, ubicada al sur de Memphis, en Mississippi.
Jerry Lee Lewis se despide de este mundo como una auténtica leyenda de la música popular estadounidense, al nivel de monstruos como Elvis Presley, Little Richard y Chuck Berry.
Su emblemática cabellera rubia y la manera endemoniada con la que tocaba lo convirtieron un ícono de la actuación en vivo: se desabotonaba la camisa, se subía su piano y cantaba encima de él, mientras improvisaba las letras y gritaba maldiciones por todo lo alto.
Tenía 87 años.
Los conservadores lo vieron como una amenaza y los jóvenes lo asimilaron como estandarte de una revolución que atravesaba lo cultural, lo sexual y económico.
Mientras la propaganda estadounidense imponía al ejército y el sueño americano, Jerry Lee Lewis hacía un llamado para provocar caos y excesos.
Tan así que su misma vorágine interna fue el orígen de su propia destrucción mediática: matrimonios cuestionables (uno de ellos con su prima de 12 años), abuso de sustancias, incumplimientos de contrato y enfermedades motrices prematuras.
El ritmo de vida tan inestable y desenfrenado que llevó durante su juventud acarreó la muerte de dos de sus siete esposas: Jaren Elizabeth Gunn Pate, quien se ahogó en 1982 y Shawn Stephens, por una sobredosis.
Mayra Gale Brown, el segundo matrimonio de Jerry, declaró en 1989 para la revista PEOPLE:
“Era imposible llevarle el ritmo. Bebía y comía como un desquiciado. Jamás dormía ni se tomaba cinco minutos para respirar. Su manera de tocar era su manera de vivir: violento, egoísta y espectacular… Peligrosamente encantador. Si hubiese seguido con él un par de meses más, ahora estaría muerta”.
Jerry también sufrió la perdida de dos de sus hijos cuando estos aún eran muy jóvenes: Steve Allen Lewis de tres años, quién murió abogado en una fiesta; y Jerry Lee Jr. en un accidente automovilístico, cuando apenas había cumplido 19.
Intentó reformarse hacia la década de los 70, a través del camino del Country y del Folk, géneros en los que de hecho tuvo algunos éxitos que extendieron su fama: “What’s Made Milwaukee Famous (Has Made a Loser Out of Me)”, “She Still Comes Around” y “She Even Woke Me Up to Say Goodbye”; sin embargo, la calma no duró mucho.
El espíritu vertiginoso de Jerry lo llevó a arruinar su gran noche para confirmar la redención: era 1973 y estaba agendando en el Grand Ole Opry, mítico foro de Nashville que solo se reserva para monstruos de la cultura sureña de Estados Unidos.
En ese foro las formas son muy importantes y existen dos reglas sagradas: no decir groserías y tocar únicamente Country, Folk y Bluegrass.
Después de un par de canciones, algo hizo corto circuito en la mente de Jerry y recordó quién era realmente:
“Soy un hijo de puta del Rock n Roll y del Rhytm & Blues. Nadie puede detenerme”.
Y procedió a incendiar literalmente- todo a su alrededor.
Como buen Rockstar del siglo XX, Jerry Lee Lewis tuvo problemas severos con el fisco: su amor por el efectivo y la desconfianza en las instituciones lo llevaron a deber decenas de millones a la estructura tributaria de su país.
Y sí bien nunca piso la cárcel por esos delitos, tampoco lo dejaron en paz, al nivel que se vio obligado a vender saludos personalizados a través de una línea 01-800 y de convertir su casa en un museo con tal de equilibrar ingresos.
Nació en Ferriday, Luisiana; el 29 de septiembre de 1935, entre una familia que incluía músicos de sesión, evangelistas y estrellas del Country. A temprana edad aprendió a tocar la guitarra; pero le pareció demasiado limitado y común porque su deseo era tocar un instrumento con el que pudiera casi fusionarse físicamente y al que pocas personas tuvieran alcance.
Desde esa época el piano estaba limitado a los estratos mejor acomodados; sin embargo, su vida cambió cuando su padre llegó un día en su camión de trabajo y le regaló un teclado vertical de madera oscura.
Al igual que Elvis y que Ray Charles, se alejó de los salones de clase para escaparse a los bares Boogie que estaban en manos de los afroamericanos.
Ahí aprendió a tocar entre músicos de Gospel, Soul y Jazz. Cuando llego a los 16, ya era una celebridad local en aquellos tugurios dónde se escuchaba la mejor música de la época.
Por presión familiar intentó convertirse en predicador y accedió a una universidad fundamentalista, misma de la que fue expulsado a las pocas semanas por no alinearse a las reglas de la institución.
En ese momento empezó su peregrinar por las carreteras y oficinas discográficas de Estados Unidos, incluídas las de la Sun Records, casa de Elvis que, de hecho, lo rechazó por considerarlo demasiado enérgico.
“Sabía que estaba negándole la entrada a una super estrella pero teníamos que cuidar a Elvis”.
Sam Philips, dueño de Sun Records.
Jerry no se dio por vencido y regrabo algunos demos a partir de la retroalimentación que recibía de los programadores de la Radio y de ejecutivos de la industria.
Finalmente fue aceptado en su segunda oportunidad con Sun Records y aunque siempre vivió a la sombra mediática de Elvis, tuvo varios éxitos como “Great Balls of Fire” y “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On” que no solo se posicionaron en las listas de popularidad sino que también se quedaron en la memoria colectiva de la gente como dos de las mejores canciones en la historia del Rock.
Ganó tres Grammys y al paso del tiempo se le reconoció como una pieza clave para entender la música tal cual la conocemos.
En 1986 fue parte de la primera generación del Salón de la Fama del Rock n Roll, a lado de sus contemporáneos: Little Richard, Elvis, Chuck Berry y Johnny Cash.
Todavía en 2006 lanzó Last Man Standing con Mick Jagger, Bruce Springsteen, B.B. King y George Jones; y cuatro años después público la escuela Mean Old Man (2010) junto a Jagger y Keith Richards, Sheryl Crow, Tim McGraw y muchos más.
Aunque desde entonces estuvo retirado de la vida artística y pública, su influencia -tanto a nivel de sonido como de performing- todavía se percibe en el aire.
–Señor Lewis: ¿es consciente de lo que se dice sobre el hecho de que usted toca música del diablo?
-Completamente, y de hecho no solo toco música del diablo; también tocó para él.
Hasta siempre.