La madrugada de este 6 de julio se anunció el fallecimiento del icónico compositor italiano Ennio Morricone a los 91 años de edad, quien marcó su huella en la historia del cine como uno de los músicos más respetados de la industria gracias a su trabajo en más de 400 bandas sonoras, de las cuales se incluyen clásicos como Once Upon a Time In The West (1968) y The Untouchables (1987).
La noticia fue dada a conocer a través de un comunicado emitido por su familia, la cual afirmó que el compositor logró despedirse de su esposa María con quien dedicó “un emocionado recuerdo a su público, de cuyo cariñoso apoyo ha obtenido siempre la fuerza de su propia creatividad”.
Su trabajo dentro de filmes del spaghetti western se convirtió en un pilar del género, siendo reversionado mil y un veces hasta impregnar sus sonidos en lo más profundo de la cultura popular. No obstante, su obra no se redujo a un solo género y piezas sinfónicas para películas como La Misión (1986) o Cinema Paradiso (1988).
Él había regresado a la industria del cine para trabajar junto a Quentin Tarantino, quien se ha visto increíblemente influenciado por la música del compositor, en su película The Hateful Eight (2015), tras más de quince años sin firmar una banda sonora en su totalidad. El resultado fue glorioso, incluso recibió su primer Premio Oscar a Mejor Banda Sonora, esto tras recibir un par de años antes un Premio Oscar a su Trayectoria.
Tras su fallecimiento, las puertas de la clínica Campus Bio Médico de la capital italiana, en donde se encontraba hospitalizado el músico, se vieron infestadas por agentes de la prensa a los cuales el amigo y abogado del compositor Giorgio Assumma atendió con la lectura de una carta de despedida que será publicada en los principales periódicos del país:
Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto.
Pero un recuerdo particular es para Peppucio y Roberta, amigos fraternos muy presentes en estos últimos años de nuestra vida.
Hay sólo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar.
Saludo con mucho cariño a Ines, Laura, Sara, Enzo y Norbert por haber compartido conmigo y con mi familia gran parte de mi vida.
Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, Maria y Franca y sus seres queridos y hacerles saber cuánto las quise.
Un saludo lleno, intenso, profundo a mis hijos Marco, Alessandra, Andrea y Giovanni, mi nuera Monica y a mis nietos, Francesca, Valentina, Francesco y Luca.
Espero que entiendan cuánto los he amado.
Por último María (pero no última). A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar.
A ella es mi más doloroso adiós.