Me llamo Kaeri Tedla, productor, escritor, locutor y un largo etcétera; tengo 50 años de edad y fumo marihuana desde los 15, encontrando siempre en la planta una compañía positiva, una medicina que en lo físico me ha ayudado de mil maneras, un paliativo contra los trastornos de las emociones y un detonador intelectual y creativo siempre interesante y confiable.
La cannabis para mí siempre ha sido una planta inmercida para una sociedad que en buena parte del mundo sigue satanizándola, persiguiéndola, injuriándola, despreciándola, mientras ella solo nos llena de obsequios luminosos, comprobables por la ciencia en los últimos 50 años, que ayudan a gente en diferentes condiciones de salud, edad y género a lo largo y ancho de todo el planeta.
No vamos a discutir aquí si su creciente regulación a nivel global es algo maravilloso o peligroso, si los enfoques para legalizarla y permitir su uso lúdico, terapéutico, medicinal o su comercio, su investigación más amplia, producción o posesión están equivocados en México o en otros países o son los correctos, mucho se ha hablado de eso en este medio y otros tantos.
A mí me tocó atestiguar y ser protagonista de la transición entre “los pachecos” a la gente 420, de la proliferación y discusión de los derechos cannábicos y el libre desarrollo de la personalidad, luego de siglos de condena social y policial de “los marihuanos de siempre”, esos que se atreven a fumar “esa porquería que huele a petate”; hoy, la gente fuma no solo porros en espacios públicos y privados, llevan vapes de THC, les gustan los dabs, se “cebedean” y comen gomitas, chocolates, o “pelonpelorricos extra high” mientras beben una chela artesanal con cannabinoides en mil versiones y presentaciones, sin crudas, sin violencia, sin malestares incapacitantes, sin adicción fisiológica a la planta y sus derivados, sin efectos secundarios indeseables.
Hay tiendas en las zonas más cool (lo que sea que eso signifique) de la CDMX donde los bongs, las sábanas, los blunts, los filtros, los grinders y un sin fin de parafernalia cannábica más se acumulan en aparadores y vitrinas, a diferentes precios y con diversas calidades.
Si hace 30 años me hubieran contado que esto sería posible en un país como México, con todos nuestros demonios, desmemorias, prejuicios y atavismos me hubiera doblado de risa e incredulidad.
En este contexto y en pleno 2021, en México se presentó la versión de otoño de la Expo Weed, La feria del cannabis en América, los días 1, 2 y 3 de octubre en Expo Reforma de la Ciudad de los Palacios.
Tres días, tres pisos y decenas de ponentes, expositores, marcas importantes de la industria cannnábica, proyectos emergentes, música en vivo con talento vinculado a la cultura 420, comida, drinks, buena energía y muchas ganas, no solo de hacer negocios, sino también de generar redes entre las empresas verdes y de estas con el público, de manera directa y sin intermerdiarios y, lo más importante, mantener abierta la conversación en nuestro país y en todo el orbe sobre las enormes posibilidades fiscales, sociales, económicas y las increíbles implicaciones positivas de la marihuana en la salud pública y la investigación médica, así como la consolidación de una nueva industria, rentable, ecológicamente sustentable y verde como ninguna otra.
Luego de disfrutar de ponencias como Usos ancestrales del cannabis en México, con Mariana Ugarte y Gabriela Garret, Extracciones Cannábicas con Sisters of the Valley, un grupo de mujeres que siguen un estilo de vida monástico y que producen sus unguentos con CBD que extraen de plantas que cultivan con base en los ciclos de la luna, hasta Alternativas legales de negocios alrededor de la cannábis que impartieron Jiangsu Wongpec y Mariana Larrea, todos pudimos reventar con la música plagada de THC de Smoking Beats, Suppah Smokah, la Morra de la Vihuela que desde Ensenada llegó a la Expo Weed para hacernos bailar al ritmo de Es mi derecho, reventando como otros artistas, DJs y bandas, cada jornada con alegría y solidaridad cannábica.
El camión de Juicy Fields, una plataforma enfocada en la inversión colectiva o Crowdgrowing y el financiamiento en proyectos de cannabis medicinal en la que cualquier persona puede comprar plantas virtuales y éstas se conectan con otras plantas que están en las diferentes granjas de cannabis medicinal en el mundo, justo como las hermosas y frondosas flores que uno podía entrar a ver creciendo libres en un ambiente controlado y a media cuadra del Paseo de la Reforma de la Ciudad de México.
La otra escena: la libertad, el respeto y la amistad entre los fumadores de cannabis adultos y responsables que aprovecharon el Green Spot de tolerancia que la Expo Weed alentó en la entrada del inmueble y donde la banda salía a relajarse, sin molestar a nadie, para luego regresar al interior y seguir conviviendo alrededor de la cultura cannábica.
Los más jóvenes no lo recordarán, pero mis contemporáneos tendrán aún frescos en la memoria aquellos años en que en México era imposible tener conciertos masivos ni festivales musicales, por distintas razones del autoritarismo y la cultura nacional, y nuestro placer y satisfacción infinitas cuando logramos ser una sociedad lo suficientemente madura para disfrutar de los grandes eventos que hoy tenemos habitualmente.
Así me sentí al salir de la Expo Weed, contento de que los mexicanos de hoy, sin importar edades ni condiciones, logremos juntos tener el criterio y la sensatez para provocar eventos como este, con saldo blanco y muchas nuevas amistades y negocios.
Yo soy la oveja verde de la familia y aquí estaré, cuando quieran aspirar nuevos aires. Para todos, buenos humos…