A lo largo de este mes, cada vez se han hecho más recurrentes las noticias que involucran al NFT, sea por medio de creadores de arte digital, diseñadores de software o agentes de la industria musical.
Sus siglas que se traducen a -token no fungible- están tomando tanta fuerza dentro de los mundos creativos que hoy podemos decir que está cambiando las formas en como se capitaliza con el arte, al ser el primer sistema digital que cuenta con la capacidad de otorgar una especie de -certificado de autenticidad- a los archivos que se venden gracias a él.
El mismo funciona a través de un sistema de blockchain, similar al de criptomonedas como BitCoin o DoggyCoin, mediante el cual se certifica que el archivo -propiedad- es -original-, incluyendo todos sus derechos. Esto se logra con una cadena de caracteres única creada con números, letras y signos, que dan una validez específica al archivo. Para explicarlo mejor, podemos retomar la primera noticia de impacto internacional sobre el tema:
Jack Dorsey subastando el primer tuit de la historia en una serie de pujas que llegaron a los $2.5 millones de dólares. El ganador, pese a comprar un archivo que está a la vista de todo el público en el mismo sistema de Twitter y en las imágenes -copia- de la Internet, compró el código original del tuit y se convirtió de esta forma en el único propietario identificable del mensaje. De esta forma, el tuit se convirtió en un archivo de coleccionismo, una nueva forma que hace que brinque esta cultura del formato físico al digital.
“Si le sacas una foto al cuadro original, con la mejor cámara posible, y luego usas al mejor pintor para reproducirla con exactitud, es muy probable que quede perfecta, pero jamás será la de Leonardo da Vinci”, explicó a BBC Mundo el inversor estadounidense Pablo Rodríguez-Fraile, quien vendió por 6 millones de dólares una animación sobre la derrota de Donald J. Trump en las pasadas elecciones que puedes ver gratuitamente en el siguiente enlace.
Esto ha representado la generación de una gran oportunidad para que los creativos que se dedican al arte digital puedan capitalizar con su trabajo. Esto fue muy bien representado por Mike Winkelmann, también conocido como Beeple, quien fue el precursor con mayor éxito en la venta de archivos de arte digital en formato NFT cuando vendió su obra ‘Everydays: The First 5000 Days’ el pasado 21 de febrero en $69.3 millones de dólares, convirtiéndose en la tercera obra artística más costosa creada por un artista con vida.
A partir de entonces, plataformas de compra y venta de archivos NFT como Nifty Gateway y Opensea se han visto repletos de artistas que venden sus modelos en tercera dimensión, sus ilustraciones, animaciones, pinturas e incluso renders que digitalizan objetos reales. Un breve recorrido por su marketplace te permite ver las últimas obras vendidas, con precios que van desde $850 dólares a los $9,000 dólares y el número de archivos copia -certificados- que se han hecho de cada una, mismos que rozan los 2,000 en los más -populares-, aunque menos -exclusivos- y por lo mismo, menos valiosos.
Sin embargo, esto también ha empezado a afectar a industrias que no necesariamente basan su modelo de negocio en la exclusividad, si no en la masificación y la copia, tal como lo ha sido la industria musical desde que se crearon los primeros formatos de reproducción física. Contrario a la industria del arte pictórico, pensado en vender y mostrar un original, la música se ha basado en hacer tantas copias como sea posible.
Desde sus inicios, el valor presente en un objeto musical deviene en el derecho de reproducir y disfrutar de la música, no en el vinilo o el cassette per se. Es por ello que con el tiempo, los formatos físicos han sido desechados por los digitales debido a la facilidad de acceso a aquel derecho de escuchar la obra sonora que refiere al archivo.
A partir de la transición de físico a digital, los formatos han regresado a generar industria en un público amplio, aunque aun así de nicho, debido a un coleccionismo nostálgico basado en el sentir al producto musical como algo físico, otorgándole calidez y un sentido de posesión que es imposible que un archivo digital obtenga.
Además, el NFT no otorga un servicio extra a la compra del archivo de un álbum musical, solo certifica que tienes una copia -original- de una forma similar a lo que pudo haber pasado con la librería de la ya extinta iTunes. Es por esto que el lanzamiento del álbum When You See Yourself (2021) de Kings Of Leon aun no vende ni 6,500 copias en NFT. Ya veremos cómo le irá a The Weeknd con su nueva canción -exclusiva de NFT- que anunció en Twitter el pasado 29 de marzo.
Pese a esto, otros artistas musicales han encontrado en la tecnología a un medio con el cual otorgar cosas novedosas a sus seguidores, probando un coleccionismo basado en mercancía digital exclusiva que ha logrado que Aphex Twin venda un render de su cara en más de mil dólares, en el cual además escondió un mensaje que ha despertado muchas emociones de parte de sus seguidores.
Aunado a él, Grimes consiguió más de seis millones de dólares gracias a la venta de su arte digital, la casa de MF DOOM ha subastado un lote de máscaras digitales con ganancias que superan los cien mil dólares y el reggaetonero Ozuna ha vendido las ochenta copias a $1,500 dólares de los dieciséis diseños de -Ositos- que forman parte del arte realizado para álbumes como Odisea (2017) y ENOC (2020). La agrupación animada Gorillaz ya anunció que venderá paquetes de arte en NFT para celebrar las dos décadas de su álbum debut homónimo.
Aunque la venta de discos con NFT aun tiene que ser probada, es un hecho que la venta de mercancía digital y exclusiva de artistas de nombre internacional ha despertado el interés de los compradores, seguidores y coleccionistas.