#WARPPride: El arcoíris blanco y negro, la temática LGBT en la concepción del cine

// Por: Fernando Valencia

jue 27 junio, 2019

Dentro del marco del Mes del Orgullo LGBT+ y en camino a la 41 Marcha, una serie de contenidos que resaltan tanto la lucha como la inclusión, de esta comunidad en la cultura popular y en la materia de lo social.

Precursores y primeras imágenes en movimiento

La historia de la cinematografía es sumamente compleja y rica. La búsqueda de la humanidad por plasmar momentos de su vida en medios que sobrevivan el paso del tiempo, nos remonta inevitablemente a inventos como la Linterna Mágica de Christiaan Huygens, quien en 1659 describió su lanterne magique como una invención capaz de proyectar imágenes. Este aparato, si bien representa un paso gigantesco en la creación del cine, antecede por mucho a las primeras innovaciones que lograron plasmar movimiento: el fenaquistiscopio (1832), el zoótropo (1834), el praxinoscopio (1877) y por supuesto, el zoopraxiscopio (1879).

Si bien buena parte de estas máquinas marcan una apasionante historia para la animación, serían Eadweard Muybridge y Louis Le Prince quienes juntarían, por primera vez, una serie de fotografías en sucesiones rápidas, mostrando la ilusión de movimiento con sujetos reales. Un caballo galopando y los célebres dos segundos de celebración en un jardín plasmados en Roundhay Garden Scene (Le Prince, 1888) son las dos piezas más antiguas de cine de las que se tenga conocimiento.

El baile que cambió la historia

La idea de mezclar imágenes con sonido estaba relativamente lejos de ser consumada. Si bien Muybridge, Thomas Edison y William Dickson discutieron la posibilidad de juntar un zoopraxiscopio con un fonógrafo, sería finalmente en 1895 que el quinetófono permitiría a Dickson, presentar lo que se conoce actualmente como la película con sonido grabado en vivo más antigua de la historia conocida: The Dickson Experimental Sound Film. 17 gloriosos segundos de un hombre tocando un violín frente a un fonógrafo, interpretando una pieza, bailada por dos hombres.

Historiadores especializados en cine, han discutido durante décadas el contexto en que Dickson decidió grabar un baile entre una pareja del mismo sexo. Vito Russo afirmó en su libro The Celluloid Closet (1981) que la cinta era conocida también como The Gay Brothers. La falta de sustento histórico por parte de Russo, ha generado una gran controversia. Por un lado, la palabra “gay” era utilizada como sinónimo de alegría durante la época; por otro lado, la canción entonada es “Va, petit mouse”, de la ópera Les Cloches de Corneville, una pieza que habla sobre la vida en el mar, con lo que la cinta podría ser una sátira de los marineros bailando entre ellos, sin mujeres a la vista.

Desafortunadamente, la interpretación correcta de la obra nunca será conocida. No obstante, el simple hecho de que estos pocos segundos de 1895, generen aún debates respecto al papel que jugó la homosexualidad en un hito histórico como lo es la primera banda sonora jamás grabada, es motivo suficiente para considerarlos como una pieza vital para comprender el cine LGBT.

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Homosexualidad en el cine de ficción

En los albores del siglo XX, el cine había dejado atrás las pequeñas viñetas, dando paso a historias contadas en unos cuantos minutos. Este periodo de la historia cinematográfica es esencial para los cinéfilos. Ha permitido desarrollar un debate eterno alrededor de dos históricas figuras: Alice Guy-Blaché y Georges Méliès.

Si bien la discusión sobre la primera película de ficción desemboca en un apasionado duelo entre La fée aux choux (Guy, 1896) y una multitud de cortometrajes de Méliès que podrían o no ser considerados tal, existe un debate menos conocido pero igual de enriquecedor alrededor de la primera película de ficción con temática homosexual.

En 1907, Méliès presenta L’éclipse du soleil en pleine lune, una de las cintas más impresionantes de su carrera temprana. En nueve minutos, Georges nos muestra con su característico estilo barroco un eclipse solar desde la perspectiva de un profesor de astronomía frente a su clase. Lo verdaderamente interesante viene en la representación del eclipse: La Luna, con apariencia masculina y marcados rasgos femeninos, corteja al Sol, una figura viril y decididamente hombruna.

El evento como tal presenta una connotación sexual marcada. De consumarse esta interpretación, no existiría duda respecto al ganador en esta contienda, pero la familia de Méliès lleva décadas negando esto, llegando al punto de declarar que la luna representa a la Diosa griega Diana. Incluso si este fuera el caso, llama mucho la atención la decisión de mostrar un rostro andrógino en tiempos tan conservadores.

Una aproximación menos sutil

Por su parte, Alice Guy, Edward Warren y Harry Schenck estrenan en 1912 Algie the Miner (1912), con una aproximación mucho menos sutil a la homosexualidad. En este cortometraje, Algie es un hombre notablemente afeminado que planea casarse con una chica cuyo padre le exige una prueba de virilidad en no más de un año. Su postura y manierismos exagerados corresponden a la necesidad del cine mudo de ser absolutamente visual.

A los dos minutos de metraje, Algie se detiene para preguntar direcciones a una pareja de oficiales. En agradecimiento por su ayuda, besa a uno de ellos en la boca, dejando así el primer beso entre dos personas del mismo sexo jamás grabado. Como resultado, el protagonista es enviado a una mina a trabajar para un macho llamado Big Jim.

La segunda mitad de la película nos presenta a Algie “aprendiendo a ser un hombre”, rescatando a Big Jim de su alcoholismo y volviendo a casa por su chica. Es cierto, Guy y compañía utilizan la homosexualidad como un elemento cómico y terminan sucumbiendo ante los convencionalismos y estereotipos de su era, pero pocos podrían discutir que esos primeros minutos del metraje nos presentan al primer personaje abiertamente gay de la historia del cine.

Lesbianismo, travestismo y bisexualidad

A Florida Enchantment (Sidney Drew, 1914) presenta la historia de Lillian Travers, una mujer comprometida que, previo a su casamiento, toma una semilla mágica que la convierte en un hombre llamado Lawrence, interpretado por la misma actriz, Edith Storey. La transformación ocurre a nivel mental, por lo que la apariencia de Lawrence es la de una mujer. En otras palabras, Lawrence, con cuerpo de mujer y mentalidad de hombre, besa y corteja mujeres de maneras por demás sugestivas.

En un inicio, la transformación de Lawrence provoca que su interés por su prometido, Fred, se vea deteriorado notablemente. Eventualmente, comienza a vestir como un hombre y a sentirse atraído nuevamente por Fred, a quien confiesa el poder de las semillas. Él bebe una y su mente se convierte en la de una mujer, llegando a ponerse ropa femenina y recibiendo burlas por ello. Lawrence observa esta situación a la distancia y queda implícito que sigue enamorado de él. Se revela que todo fue un sueño.

Si bien las escenas de Edith Storey besando a otras mujeres han sido consideradas como las primeras muestras de lesbianismo en una película, la cinta presenta también imágenes de travestismo notoriamente transgresoras. Más aún, la atracción que Lawrence siente por Fred siendo mentalmente un hombre podrían ser las semillas de la idea de la bisexualidad en el séptimo arte.

Es importante recalcar que A Florida Enchantment, pese a ser notoriamente progresista en cuestiones de género, está enmarcada en el sur estadounidense y es por lo tanto un producto de sus tiempos. La cinta presenta sirvientes afroamericanos estereotipados, interpretados por actores blancos con las caras pintadas de negro. No obstante, su valor como documento histórico es innegable, por lo que su visionado debe tener ciertas consideraciones especiales.

Progresismo europeo

Mientras que la industria estadounidense trataba aún las temáticas LGBT de manera tangencial, visibilizadas únicamente a través de interpretaciones más bien modernas, su contraparte europea trataba era más abierta a la temática homosexual. Dos cintas son de especial relevancia para este tópico: la sueca Vingarne (Mauritz Stiller, 1916) y la alemana Anders als die Andern (Richard Oswald, 1919).

Vingarne (Las alas) es una cinta que durante muchos años se pensó desaparecida. Una copia incompleta fue encontrada en Noruega, y sería hasta 1987 que una restauración permitiría obtener una idea de lo que la película original debió haber sido, aunque alrededor de 20 minutos de metraje están considerados como oficialmente perdidos.

Pese a estas limitaciones, sabemos que se trata de una película pionera en la utilización de la película dentro de una película. Los minutos perdidos, insertados a manera de fotografías fijas en la restauración, nos muestran al director y al cast de la película desde la concepción de la misma hasta su estreno. Así, la dramatización comienza tras los créditos de inicio, pero la película da inicio mucho antes. Igual de innovador fue su tratamiento del triángulo amoroso, representado por un escultor gay (Claude), su modelo bisexual (Mikaël) y una condesa, y el uso de paralelismos entre las relaciones de los personajes de la dramatización y las personas de la vida real.

Inspirado en el mito

La historia se presenta a sí misma como una reinterpretación de la leyenda de Ícaro, el hombre alado que, cegado por su ambición y espíritu aventurero, voló muy cerca del sol y quemó sus alas. Claude, inspirado por el mito, busca que su siguiente escultura sea un homenaje a Ícaro.

No es bien sabido si la ambigüedad de la relación entre Claude y Mikaël es producto de la dura censura a la que se enfrentaba la gente en pleno imperio alemán, donde los homosexuales (conocidos como urnings) eran perseguidos criminalmente desde 1871 con la promulgación del Párrafo 175 del Código Penal Alemán. Sin embargo, es posible intuir que este es el caso puesto que Stiller y el guionista Alex Esbensen eran abiertamente gays, mientras que Bnils Asther, actor que personificaba a Stiller en los segmentos desaparecidos, era bisexual y mantenía una relación con el director.

En el otro lado del espectro encontramos finalmente Anders als die Andern (Diferente a los otros), la primera película abiertamente homosexual y pro LGBT de la historia. En este caso, la censura es sin lugar a dudas la responsable de la desaparición de parte del metraje. Actualmente, sobreviven 50 minutos de una duración total desconocida. Durante la Alemania Nazi, muchos ejemplares de la cinta fueron quemados por ser considerados “decadentes, obscenos y peligrosos para la juventud”.

Una historia sobre un violinista homosexual cuya carrera es arruinada por los prejuicios cuando un extorsionista expone sus secretos es mezclada con segmentos del Dr. Magnus Hirschfeld, el sexólogo de la vida real que acuñó el término travestismo, mientras intenta explicar a los espectadores que las distintas orientaciones sexuales no provienen de una determinación física, sino de la mente y que no deben ser juzgadas como algo malo, una enfermedad ni mucho menos ser consideradas un crimen.

La película de Oswald tiene un valor inconmensurable en la liberación gay de Alemania y la abolición en 1994 del Párrafo 175. La historia que retrata termina con el suicidio del violinista, basado en una ola de “inexplicables” suicidios que permearon las vidas de cientos de miembros de la incipiente comunidad LGBT del imperio entre 1872 y 1919.

Cien años después…

Actualmente, las películas con temáticas LGBT son comunes en las carteleras de la mayoría de los países del mundo. Con un espectro cada vez más amplio que permite integrar a todas las identidades sexuales, el cine ha permitido que artistas y espectadores puedan sincerarse y hablar con libertad. Si bien los prejuicios aún existen y la censura sigue cerniéndose sobre distintos sectores, es importante recordar a las películas que levantaron la voz antes de que la sociedad se los permitiera.

Los directores, productores e intérpretes que tomaron las ideas nacientes del cine para hacerse escuchar, ya fuese en defensa personal o en la de otros, ayudaron a moldear la cinematografía desde un lugar de valentía. En épocas mucho más cerradas, se arriesgaron y crearon su propio arcoíris blanco y negro, uno que no debe ser olvidado.