¿Se puede mantener la frescura después de 30 años de carrera; es posible que después de más de 25 discos en su haber, un artista pueda seguir sorprendiendo? La Conquista del Espacio (2020), la última obra de Fito Páez parece ser la prueba más empírica que es posible. El artista argentino demuestra su faceta más creativa en una obra novedosa, pero fiel a su esencia.
A pesar de asegurar que no cree en -reinventarse-, Fito parece alejarse de esa idea que cree que es vieja para la música y piensa en un arte sin géneros. Por momentos con una grandilocuencia musical propia de una orquesta multitudinaria pero también con compases donde brilla la simpleza de esa escuela de la canción rosarina que Páez tiene en su ADN. No parece haber secretos en la composición del álbum, sólo trabajo arduo y una acumulación de talentos enfocados en la producción una obra común.
Pero antes de ponerse a producir y a elaborar un nuevo disco, ¿cómo se hace para encontrar la inspiración? Fito Páez habla en exclusiva con WARP y cuenta los detalles y pormenores que lo llevaron a crear una de sus mejores obras.
¿Cómo fue el trabajo de producción de La Conquista del Espacio?
El trabajo de producción fue bastante lineal, tanto desde lo emocional y en la inspiración como también en la realización. Comienza todo con unas pequeñas cápsulas de composición el mes de enero de 2019, al poco tiempo ya en marzo con Diego Olivero en la Ciudad de Trancoso que es un pueblito en el sur del Estado de Bahía. Ahí en diez días definimos las 10 canciones que son esas cápsulas y algunas situaciones más que surgieron en el momento.
Definí los textos bastante claramente… había algo que contar ahí. Después hubo que definir tiempo con Gustavo Warner que fue el coproductor y técnico de grabación en Los Ángeles. En el trámite pasamos por varias ciudades, fuimos a Bogotá y estuvimos en el Estudio Nébula casi unos cinco días donde desarrollé la mayoría de los arreglos de orquesta del álbum y fui terminando algunas letras. En Santo Domingo, República Dominicana, avanzamos con algunas versiones de otras músicas que tiene el álbum.
Mucho lo trabajamos de a poquito en los días libres que nos dejaba la gira. Hasta que llegamos a Capital Studios, grabamos todo en 3 jornadas inolvidables y muy relajadas; llenas de humor y gracias. Hicimos una gran comunión. El cuarto día grabamos los metales que fueron arreglados por Diego Olivero.
Después pasamos 3 días en el estudio de Gustavo Warner en Burbank, donde hice las voces. A partir de ahí empezamos a mandar materiales a los invitados, llamamos a Juanes para su voz en la Conquista del Espacio y los otros invitados como Fran Saglietti (cantante de Francisca y los Exploradores). Ya a Campos y a Mateo Sujatovich los había grabado en Buenos Aires. Le mandamos el material Hernán Malafama, para que trabajara en una canción, intervino tanto que terminé firmando el tema con él e hizo un aporte extraordinario.
Después fuimos a Nashville, a una jornada de cuatro horas a grabar todo lo que había hecho para orquesta con teclados porque quería hacerlo con una orquesta real. La dirigió Ezequiel Silberstein que es un gran músico argentina y amigo. Volvimos unos días a Burbank y Gustavo definió un poco lo que veníamos hablando: no tocar mucho las grabaciones originales. Fue una mezcla muy relajada, le mandamos dos devoluciones desde Buenos Aires y en muy poco tiempo (septiembre u octubre) el disco ya estaba terminado.
El día que íbamos a presentarlo era el inicio de la gira, pero tuvimos que suspenderlo por el COVID-19. Igualmente ya planeamos hacerlo el año que viene o a fines de este año. Pensamos hacer una larguísima gira por todo América y gran parte de Europa.
¿Sientes que es uno de tus mejores trabajos?
Son todos tus mejores discos, imagínate que son todos hijos y no podés decir que querés a uno más que a otro. Este tuvo un andar suave y vital a la vez, se hizo muy relajadamente pero a la vez todo lo que se hacía era bien sustancioso. Amo a todos mis discos por igual, siempre dejo todo ahí.
¿Cómo decidiste las colaboraciones en La Conquista del Espacio con dos artistas tan dispares a tu música como son Lali y Malafama?
No sé si se los puede llamar dispares, yo creo que “diferentes” es una palabra más apropiada. Como hago generalmente llamé artistas de diferentes géneros para diferentes momentos. Cada artista aporta su color, su timbre, su especificidad, esa cosa que solamente él o ella sabe hacer. Entonces generalmente me tomo mi tiempo para decidir quién va a intervenir en cada espacio y en cada lugar.
Pero también surgen cosas como las que pasaron con Hernán (Malafama) que realmente fue sorprendente. Yo le ofrecí un tipo de participación y él devolvió un alud de música y de ideas. Y me encantó todo el trabajo que él y su tecladista hicieron y por eso quedó en su totalidad en el tema. La música hay que pensarla como un lenguaje, ya hablar de género es media antigua… o por lo menos a mi me suena como una idea un poco vintage. La música son notitas en el pentagrama.
Después de tantos años de carrera, ¿Cómo te estimulas para reinventar tu música y evitar caer en la repetición de un estilo?
El estilo es todo un tema. Creo que es lo que uno va a forjando con los años, en muchos casos es una suma de errores, en otro caso son virtudes y en otro caso son decisiones que vas tomando a través del tiempo como por ejemplo jugar con lo imprevisto también forma parte de tu estilo. Cada artista desarrolla su estilo, algunos con más márgenes de precisiones, otros con menos. Yo soy pisciano, entonces soy un pez nadador. Por supuesto que arrancó de una manera pero no se bien a dónde voy a ir después. Me gusta lo que pasa en la experiencia. Por supuesto que ahora lo puedo decir así… uno toma decisiones muy concretas; como por ejemplo “el tema va a tener estas partes”; eso impone un marco para después poder ir y venir timbricamente o melódicamente pero dentro de un esquema que sería la estructura de la canción.
Creo que la música es un lenguaje que te permite conocerla cada vez más. Mucha gente dice que se reinventa y dice “siempre estoy haciendo algo nuevo porque soy moderno”. No es así, uno se parece cada vez más a uno mismo. Posiblemente ese sea el final… el último destino del estilo. Pero creo que la música es un lenguaje que te permite una nueva forma de desarrollar la misma idea. Contar algo tenebroso… tal vez podés hacerlo con un clúster en el piano o por ahí en otro momento decidís contarlo con un tono mayor y un clarinete. A lo mejor podés lograr eso, de diferentes maneras y con diferentes colores, de diferentes formas. Para eso es hermoso tener conocimiento del lenguaje por eso es tan importante conocer la música y no quedarse con lo aprendido en algún momento porque eso te termina convirtiendo en una estatua ridícula.
En el álbum hablas mucho del sufrimiento que nace de frustrar tu propia expresión. Aunado a esto, está repleto de golpeteos a una máquina de escribir. ¿Cuál es el papel de la escritura dentro de tu proceso de -sanación-, tienes algún método concreto que conlleve el uso de una máquina de escribir o algún tipo de obsesión por ellas?
La frustración es parte de la experiencia humano, no habría ninguna existencia que esté fuera de lo regímenes de la frustración. Hace que el deseo se agigante y que la satisfacción por los logros también. Con la escritura yo estoy en un proceso bastante complejo con las palabras, ellas están allí muy bien… no necesitan de mí, ni la literatura, ni las palabras, ni la poesía, ya eso funciona muy bien y el universo va a seguir funcionando muy bien sin mí aporte.
Ahora, si podría hablar sobre ciertos formatos más que de géneros, la escritura de un poemario a través de muchísimos años puede tener un rigor itinerante. Hay un momento que empezás a escribir medio borracho a la noche, a lo mejor eso con los años adquiere un volumen. Después puede haber una escritura de poemario un poco más elaborada o totalmente elaborada… uno puede pensar en Borges o en Milton. Por otro lado, el cine también te obliga a otro tipo de construcción, depende el tipo de cine. Supongo el guión de Inland Empire de David Lynch no debe ser muy parecido al que hizo Coppola en el Padrino. Son formas de contar cosas diferentes. Con el cine también tengo otro tipo de construcción pero porque el género tiene recursos muy específicos entonces allí me dedico en otra forma. Y con la novela y los cuentos es otra forma.
Con la canción específicamente es con quién tengo un maridaje. A través de los años, estoy en un plan de libertad absoluta. Por ahí pienso una idea pero generalmente primero grabó la música y me pongo los auriculares y empiezo a jugar allí. Curiosamente lo que podría sonar como una especie de experimento surrealista de ver como suenan las palabras en realidad es que van apareciendo ciertas estructuras de sentido en un disco que están interconectadas entre las canciones.
Eso es increíble porque empezás a ver en acción al inconsciente y te das cuenta que es una fuerza extraordinaria. Cada vez le estoy prestado más atención a eso… a dejarme hablar…. a descargar el sentido en la partitura. A no querer desarrollar una idea específica en la canción sino posiblemente dar pistas. Por ejemplo la canción Maelström en realidad está basado en cuento de Poe… en realidad es un cuento que había leído hace muchos años y en un momento estaba en un proceso medio tormentoso familiar y me di cuenta se trataba de eso la canción… de un hombre que intenta salir de un problema y de la felicidad que le daba salir de ese problema. Me entrego más al divague y después sí hacer un trabajo de no dejar todo librado a la improvisación.
En la música popular, o por lo menos en lo que hago yo hace bastantes años, que está ligado íntegramente en la improvisación; me siento al piano y dejo que la cosa fluya. Ahí es muy importante estar lleno de materiales musicales para tener más recursos y no agotarse sólo en la docena de acordes que conozcas. Eso te va a permitir más libertad para expresar cosas diferentes, incluso aunque no tengas un dominio virtuoso. Pero si vas todos los días acumulando música y conocimiento eso va a tomar un camino increíble.
Siempre fuiste una persona muy involucrada con la política, ¿cómo ves la realidad latinoamericana actual?
Crecí en un lugar de dictaduras. Las dictaduras de los años 70 generaron estéticas fuertísimas en muchos lugares de América de los cuales también me siento hijo de alguna forma… ¿Por qué? Porque es inevitable hacer un paralelismo entre el tropicalismo bahiano y el rock argentino. Ambos están investigando algo que se está haciendo en ese momento… que quiere incorporar la identidad de los Beatles y mixturar con los lenguajes comunes de cada lugar.
El tiempo fue pasando y lo bueno que uno puede ver es que se fueron instalando democracias, por supuesto siempre amenazadas por los poderes económicos que es como funciona el mundo. Creo que la vida política está muy devaluada en un sentido y hasta diría que está desapareciendo. Ya no hay un ejercicio del valor moral político el cual se busca el bienestar común. Esa figura desapareció en pos de la instalación de poderes fácticos que generen alegría y placer para determinadas tribus mientras que otras quedan relegadas del espacio social. ‘La Conquista del Espacio’ habla un poco de esto; la canción ‘Gente en la Calle’ cuenta a una Buena Aires, previa al COVID-19, llena de gente durmiendo en la calle en condiciones inhumanas.
Eso es parte de la vida política más allá de que la políticas también tienen su lenguaje y sus idas y venidas. Soy uno más dentro de la marea que está intentando comprender la época y brindarle amor a la gente que uno quiere. Me gustaría imponer a través de la música un lenguaje hermoso que comunique y que genere relaciones amorosas que nos ayuden a atravesar el viaje de la vida.