Por: Santiago Gonzalez Cragnolino
Los yanquis tienen un término que se ajusta muy bien a ‘Rocket Queen’: cock rock. Una pieza de rock heavy y crudo, con Axl Rose en uno de sus momentos más arrogantes (lo que es decir mucho) e hiper sexualizados. A las guitarras eléctricas pendencieras y al bajo de sonido grueso se le suma una letra que bien podría ser una caricatura de este tipo de canciones al punto de remitir al conjunto ficticio Spinal Tap y su sátira del rock blanco, reaccionario y misógino: ‘Sex Farm’ .
Promediando la canción, la banda parece internarse en el terreno de la autoparodia involuntaria, de sí mismos y de todo el género. De la guitarra de Slash se disparan efectos que parecen remedar el interludio de ‘Whole Lotta Love’ de Led Zeppelin pero reemplazan los gemidos de Robert Plant por el clímax de una mujer, sonidos que fueron grabados mientras Rose y la novia de su baterista tenían sexo en el estudio de grabación.
Sin embargo sucede algo en la canción que aleja a Guns N’ Roses del lugar que parodia la película de Rob Reiner. La banda hace un giro repentino y transforma ‘Rocket Queen’ en una balada. Allí, sobre una guitarra arpegiada, Rose suelta las frases más melosas y cursis que uno pueda imaginar.
Finalizando su confesión amorosa, el cantante dice algo así como que “lo único que siempre quise fue que sepas que me importas”. En ese momento se descubre la fachada: toda esa postura de macho, peleador, bravucón y máquina sexual escondía a un muchacho de tierno corazón, educado en códigos en los que está bien despreciar a las mujeres y en los que la declaración amorosa es asunto de mariquitas. La afrenta sexual sería solo una cuestión de imagen y lo genuino termina por aflorar. Y la cosa no termina allí: esa sección de ‘Rockeet Queen’ no solo desmiente a la otra parte de la canción. Al ser el tema que cierra el disco, el tierno secreto se puede aplicar a todo “Appetite for Destruction” (1987). Podemos ver entonces a los Guns N’ Roses de esa época como una banda de hombres jóvenes e inseguros que rockean duro aunque su verdadera aspiración es hacer canciones de amor.
Siempre me pregunto si esta forma de estructurar la canción es una genial movida autoconsciente por parte de Axl Rose. Por otra parte, hace poco vi un documental de VH1 que entrevistaba a las mujeres de los músicos de la escena musical de la que surgió la banda. En el documental, la mujer que fue grabada para el coro de gemidos de ‘Rocket Queen’ cuenta que, si bien en su momento creyó que era algo divertido, inmediatamente después se sintió usada y no pasó mucho tiempo para que la banda se fuera de gira por el mundo y la olvidara para siempre. Si esto es cierto, Rose y los suyos serían de esos artistas consecuentes con su obra en la vida cotidiana, aunque sólo a medias.