A pesar de ser un medio tan joven, los videojuegos se han posicionado como una de las narrativas más interesantes de nuestra cultura actual. En menos de un siglo, su evolución ha sido marcada por relatos únicos en su medio. No es casual que otras disciplinas hayan volteado su mirada a los videojuegos para aprovecharlos y complementar sus discursos artísticos.
El Super Mario Clouds de Cory Arcangel nos mostró una re-interpretación minimalista del clásico de Nintendo, Darfur is Dying de Susana Ruiz denunció una situación política a través del juego, el Enter the Matrix demostró su potencial como narrativa transmediática y este último año, hemos visto a los videojuegos como una nueva forma de aproximarse a los conciertos.
El 2 de febrero de 2019, el DJ de EDM Marshmello ofreció el primer concierto virtual en vivo a través de Fortnite: Battle Royale, uno de los juegos de disparos más populares que llegó a la luz gracias a su desarrolladora Epic Games. Más de 10 millones de usuarios se conectaron para ver el espectáculo.
Previo al evento, se montó un escenario en Parque Placentero, uno de los lugares más emblemáticos del juego, se vendieron productos del artista y se colocaron carteles por toda la isla para generar expectativa, como en cualquier otro concierto. La diferencia fue que el espectáculo no se enfocó meramente en la parte sonora y visual, sino también en integrar el elemento lúdico.
Los videojuegos son un arte único que se destaca por utilizar una retórica procedural. De acuerdo con el académico Ian Bogost, en vez de persuadir sólo con la palabra hablada, la escritura o las imágenes en movimiento, lo pueden hacer a través de procesos basados en reglas. Una obra como Inside (2016) nos permite experimentar una historia a través de visuales, música y sobre todo mecánicas. Aunque coexisten muchos elementos en un videojuego, la parte lúdica es la esencia en el medio y si ésta se integra a la fórmula de un concierto, las posibilidades creativas son enormes.
En el evento de Marshmello, las armas fueron desactivadas para concentrar a los jugadores en el espectáculo, la gravedad se modificó con ciertas canciones, los personajes salieron volando en otras y se lanzaron pelotas de plástico para jugar. Esto quizás no parezca tan espectacular, pero fue el principio de algo más grande. Artistas como Marcus Lyall y Adam Smith, encargados del espectáculo de The Chemical Brothers, o Martin Philips, responsable de la pirámide del Alive de Daft Punk, podrían diseñar experiencias estéticas completamente nuevas y jugables.
Les guste Marshmello y Fortnite o no, el concierto fue histórico y marcó una tendencia para el futuro de los eventos virtuales.
En abril de 2020, Minecraft albergó el festival Block by Blockwest, en el que participaron bandas como IDLES, Pussy Riot y Massive Attack. El mismo mes, el rapero Travis Scott presentó su espectáculo Astronomical en Fortnite y el primero de mayo, Diplo ofreció un concierto como Major Lazer en la misma plataforma.
No creo que esto afecte a los conciertos de la vida real, porque son una experiencia completamente distinta. En un videojuego no podría beber champaña de un integrante de Wu-Tang Clan, como lo hice en el House of Vans de 2016. No obstante, en el concierto de Travis Scortt pude interactuar con la música y los visuales gracias a la jugabilidad. Desde la comodidad de mi casa, junto con algunos amigos, asistí al espectáculo y bailé con mi personaje.
El escenario se modificó en tiempo real. El espectáculo comenzó en un escenario sobre el agua, luego se trasladó hacia una dimensión diferente, se pudo nadar debajo del mar y por último se pasó hacia el espacio sideral. La interacción con cada escenario fue diferente, en cada uno las mecánicas sirvieron como argumentos lúdicos para complementar la música y los visuales.
La relación entre los videojuegos y la música no es algo nuevo. En 1982, Journey sacó un juego para el Atari 2600, Journey Escape, basado en su álbum Escape. El boom del Guitar Hero a principios de este siglo, convirtió temas clásicos en un juego.
En 2011 Björk incursionó en el terreno de la interactividad y la música por medio de la app de su álbum Biophilia, una dinámica que también utilizó Mew para revelar su primer canción en varios años en SensorySpaces. Tres años más tarde Radiohead hizo algo similar con PolyFauna, otra app que permitió realizar un viaje virtual acompañado por música de la agrupación inglesa. Durante los Splatfest de Splatoon, había conciertos de las cantantes de pop ficticias, Mar y Tina.
Poco a poco, la relación entre el espectáculo musical y los videojuegos, aportará nuevas maneras de experimentar sus formas artísticas. Tan sólo en 2019, con Sayonara Wild Hearts se presentó un álbum pop a través de un videojuego. Cada nivel estaba basado en una canción distinta.
Del concierto de Marshmello al de Travis Scott hay una evolución notable. Mientras que el primero estableció una nueva relación entre dos medios distintos, el segundo enseñó las posibilidades ludonarrativas de uno de los medios más importantes de la actualidad. Tanto a nivel artístico, comercial y publicitario, estos eventos pueden marcar una tendencia nueva que seguro se repetirá a lo lardo de la década. ¿De qué otras maneras se podrá integrar un concierto en vivo con un videojuego? El futuro lo dirá.