En 2013, Guglielmo Barone y Sauro Mocetti -dos miembros del Banco Central de Italia- publicaron un estudio titulado ¿Cuál Es Tu Apellido? La Movilidad Intergeneracional En Los Últimos Seis Siglos en el que, por medio de una lectura minuciosa, compararon dos periodos de declaración tributaria de la ciudad de Florencia con 584 años de diferencia entre uno y otro, esto con el objetivo de identificar a las familias más ricas de 1427 y a las más ricas de 2011. Los resultados arrojaron que, según el linaje de profesión, la renta y el patrimonio, la movilidad social en esa entidad es prácticamente inexistente; es decir: la situación no cambió y las familias más acaudaladas en la Florencia del Renacimiento, son las mejor posicionadas 25 generaciones después.
Una investigación similar elaborada por El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en 2016, trazó la ruta de desarrollo económico de varias familias a lo largo de 100 años. Dicho trabajo, llegó a conclusiones igual de desoladoras: la familia donde se nace es el factor clave para el éxito. Los hijos de los más ricos tienen una altísima probabilidad de ser los más ricos (en cuanto a ingresos) de su generación y, a la inversa, los hijos de los pobres tienen una probabilidad muy alta de ser los más pobres de su generación.
Esta clase de análisis han sido replicados en países como China, Alemania, Inglaterra y Chile, todos ellos con destinos muy parecidos.
Por eso, cuando escuchamos la historia de un niño de Rosario que salió del potrero para convertirse en el mejor futbolista de la historia o la de un afrodescendiente que robaba Jordans en las calles de Toronto y actualmente es la estrella pop más grande del mundo, sentimos -inconscientemente- que al menos uno de nosotros lo logró.
Abel Tesfaye es resultado de los millones de migrantes que llegaron a Canadá durante los últimos 40 años. De origen etíope, es miembro de una familia relegada a la periferia en un país que contra toda narrativa de la mercadotecnia, ofrece pocas posibilidades para aquellas personas que no cumplan los estándares hegemónicos del primer mundo.
De su infancia, el recuerdo más lúcido que tiene es el de su madre: ‘’En esa época se veía como personaje de una película de Spike Lee: era robusta, de pelo encrespado y tenía cuatro trabajos. Nunca faltó de comer en mi casa y siempre fue muy protectora; pero no había tiempo para sentarse a platicar sobre nuestro día. Todavía lo lamento mucho porque es muy culta y siempre he pensado que pude aprender más de ella’’.
Sin hermanos, y ante la ausencia de una figura paterna, su abuela fue quien completó el núcleo familiar. Vivían en el suburbio multicultural de Scarborough; pero los hechos que construyen la historia contemporánea de Etiopía fueron difíciles de superar: la campaña de violencia emprendida por el Consejo Administrativo Militar Provisional (también conocido como The Derg) que cumplió con el objetivo de derrocar el imperio de Haile Salassie, terminó por estigmatizar a su pueblo como gente violenta y sin escrúpulos, lo que ocasionó que la aceptación en los países a los que migraban se volviera un proceso tortuoso en el que las generaciones sucesoras se encontraron con un escenario casi tan hostil como las balas de las que huyeron.
La manera en que el amhárico (idioma más popular de Etiopía) emergía en su conversación cotidiana y la falta de dominio del francés quebequense, representaron barreras de segregación para los Tesfaye; quienes encontraron en el inglés, no solo la tercera lengua, sino también un espacio neutral en el cual podían desentenderse de dos realidades a las que claramente no pertenecían ni los dejaban pertenecer.
Para Abel, la cultura popular se convirtió en su máximo proveedor educativo. Al ser la televisión su gran referente, primero definió la conciencia cinemática que la fuerza musical; y para la arquitectura de aquello en lo que eventualmente se convertiría, American Beauty es igual de importante que Prince o Michael Jackson.
Como en toda fechoría adolescente, Abel Tesfaye encontró en La Mar Taylor a un secuaz hecho a la medida. Antes de convertir sus inquietudes creativas en la coalición profesional que representa el proyecto The Weeknd, ambos exploraron el mundo del arte, las drogas y las malas decisiones: Ketamina. The Way You Make Me Feel. Cocaína. Reservoir Dogs. MDMA. Nigeregn Kalshign. Hongos alucinogenos. Ser detenidos por asaltar a alguien en el afán de conseguir dinero que impresionaría a las chicas con las que salían.
Durante mucho tiempo fueron dos muchachos que abandonaron la escuela para vivir en un departamento austero en donde apenas se alimentaban de las sobras de los supermercados.
La Mar Taylor para Variety, 2020: ‘’Nos conocimos cuando teníamos 17. Siempre ha sido más carismático que yo; pero coincidimos en que ha ninguno le importa lo que la gente diga de nosotros. En esa época sentíamos que la única manera de conectar con lo más profundo de nuestras conciencias era cagándola, y casi conseguimos arruinar nuestras vidas para siempre’’.
La segunda oportunidad de ambos inició con un trabajo modesto en la tienda American Appareal y poco a poco se convirtió en la urgencia por aprovechar el don por el cual todo mundo le sugería a Abel que participara en Canadian Idol: cantar.
Pareciera que las únicas diferencias entre el The Weeknd que escribía coros para Drake y el The Weeknd que será el próximo espectáculo del Superbowl son las millones de reproducciones en las plataformas de streaming y las citas con supermodelos; sin embargo, el punto de quiebre entre una versión del mismo artista y la otra –con prácticamente diez años de diferencia entre sí- es la efectividad para canalizar su manera obsesiva de trabajar.
En pleno 2020, el año en el que los EP’s terminaron de erigirse como el formato favorito para explorar los matices de un mismo proyecto dentro de periodos cortos de tiempo, parece inverosímil que un disco triple de 2012 -cuya duración es de ciento veinte minutos- haya replanteado el paradigma del R&B: las estructuras corales y las armonización clásicas conjugadas con nuevas maneras de producir, íntimas del Hip Hop y el Trip Hop.
Eso es Trilogy. Y también es un ritmo insostenible de materialización de ideas. Por eso Kiss Land se articuló con mesura y cuidado, no porque al sonido de esa primera faceta de The Weeknd le faltase madurez; más bien requería de una nueva óptica para ser escrito: el amor y el despilfarro no son lo mismo cuando se toca en pequeños clubes de Ontario que cuando se tiene un horario estelar en Coachella.
En un repertorio tan nutrido, el mecanismo de acción de los momentos transitorios entre una era y otra comparte dos características sustanciales: son densos y oscuros, como si su autor tuviese que reencontrarse entre las sombras para lidiar con el asedio mediático de saberse el rockstar absoluto de su época. Kiss Land y My Dear Melancholy congenian en dos curvas distintas del proceso de soledad: resignación y aceptación. Ambas, antítesis del pop vertiginoso que ofrecen The Beauty Behind The Madness, Starboy y After Hours.
Que hacia el verano de 2015 The Weeknd tuviera tres hits masivos no fue casualidad. Por ejemplo: las 23 mezclas distintas que tuvo ‘’Can’t Feel My Face’’ hasta lograr un banger al nivel de ‘’Wanna Be Start Of Something’’ de Michael Jackson o las 67 versiones existentes de ‘’The Hills’’ exhiben a un artista que se recalibró para volverse un creador meticuloso y paciente.
Illangelo, una de las cabezas detrás de The Beauty Behind The Madness dijo: “Cuando llegó el momento de mezclar y masterizar el disco, comenzamos a llamarle <<Máquina>> por la velocidad y eficiencia con la que trabajó. Como si todo el tiempo supiera lo que quería lograr y el proceso fuese igual de fácil que el abecedario. Nunca hubo sesiones infructuosas”.
Eso explicaría la eficacia para trabajar con una lista de colaboradores tan versátil como relevante dentro del mainstream: Lana del Rey, Kendrick Lamar, Sam Smith, Ed Sheeran, Kanye West, Ariana Grande, Maluma y el mismo Drake. Y habrá que darle mérito por entrometerse en el hiatus no oficial que Daft Punk se auto impuso después de Random Access Memories.
‘’Escucho o leo algo y digo <<ok, esto puede ser una canción>>. Y sin escribirla, trato de memorizar la idea hasta la mañana siguiente. Si al despertar todavía la recuerdo, entonces es un track que vale la pena trabajar. No sé qué tan eficiente sea ese filtro… Seguramente muchos Grammys se perdieron en el camino’’.
– The Weeknd en entrevista para The Guardian, 2016.
A principios de marzo, al darse cuenta del peligro inminente de la Covid-19 sumado a la ola de artistas que empezaron a retrasar –o incluso a cancelar- el lanzamiento de sus nuevos álbumes, Republic Records citó a The Weeknd para convencerle de aplazar también su nuevo disco, a lo que Abel, rotundamente se negó. La tensión entre ejecutivos y el artista fue inevitable; sin embargo, el éxito comercial de todo su catálogo le dio la oportunidad de elegir. Ocho meses después, After Hours, el capítulo más cinematográfico en su carrera, está certificado como triple platino gracias a un número de reproducciones que se cuenta en miles de millones.
‘’Me puse a pensar en todo el personal médico… En la gente de servicios… Lo mínimo que podía hacer era cumplir mi promesa y darle algo a la gente para que, al menos durante 45 minutos, se olviden del desastre que hay allá afuera y disfruten de un disco que como siempre, lo hice pensando en mis fans’’.
-The Weeknd en su cuenta oficial de Twitter.
Cuando Elton John encontró la relación entre ‘’Your Song’’ y ‘’Scared To Live’’, se comunicó de inmediato para hacerle saber que apreciaba el homenaje y la manera en que ambas canciones interactuaban. Antes de despedirse, le dijo sin titubear: ‘’Estoy seguro que vas a seguir haciendo esto por mucho tiempo más’’.
Que The Weeknd se interpretara a sí mismo en Uncut Gems (Safdies Brothers, 2019) no es un hecho aislado respecto al relato que construye After Hours sobre el hombre que se enfrenta a las peripecias de una noche de jerga. De su versión más joven que lidia con el sex appeal derivado del estrellato prematuro, al hombre de rojo con la nariz rota, sólo existe una diferencia: la manera en que han ocupado sus posiciones de poder. Abel Tesfaye, que se declara en su mejor momento al cumplir treinta años, también acepta que no ha podido deslindarse totalmente del consumo de drogas y carga con la presión de mantener su nivel musical a tope.
Aun así, la paradoja que simbolizaban los dos universos se aligera con el tiempo y parece que ambos han dejado de huir de sus demonios para empezar a revisitarlos. Nadie puede evitar lo que es y se ha trazado la ruta para que el chico etíope se encuentre con el gran icono canadiense sobre el escenario del Raymond James Stadium en Tampa. Uno de nosotros lo logró.