Ulises Kentros (@UlisesKentros)
Desde finales de los años noventa, los países de América central transitaron de regímenes militares a civiles, y de estado de guerra civil a una paz aparentemente duradera. A la vez, iniciativas como el Plan Puebla-Panamá, y luego el Sistema de la Integración Centroamericana, prometen lograr el viejo sueño de integrar a los siete países (ocho, con República Dominicana), quizá incluso con la posibilidad de producir un nuevo país que las una a todas. Sin embargo, parece que los conflictos entre sus países miembro no han desaparecido. El 22 de abril Guatemala desplegó 3000 soldados a su frontera con el vecino al norte, Belice. Para este momento, parece que las tensiones han disminuido, y la amenaza de guerra se ha desvanecido. Pero el evento fue un repentino recordatorio que las relaciones entre dos países vecinos pueden deteriorarse rápidamente, y cachar al mundo por sorpresa. ¿Qué sucedió?
La fundamental pieza de contexto es la disputa territorial entre Guatemala y Belice. Ésta tiene profundas raíces. Aunque ambos son países post-coloniales y vecinos, sus historias como países tienen dos importantes divergencias. Primero, Guatemala, junto con muchos de los otros países de la región, fue parte de la enorme y afluente Nueva España; comparada con ella, Belice no era más que una muesca remota, apenas poblada (incluso hoy tiene sólo 350,000 habitantes), parte del imperio británico. Segundo, Honduras británica (el nombre colonial de Belice desde 1860) no logró su independencia sino hasta casi 160 años después que Guatemala, en 1981, convirtiéndola en la última posesión británica en el continente.
Desde 1940, Guatemala cambió su postura hacia la colonia británica, primero afirmando la invalidez del tratado que acordó la existencia de Honduras británica frente a sus vecinos (1859), y luego, hecha la independencia de Belice, reclamando la mitad del territorio del sur al norte con base en reclamos hechos por España en el siglo XVIII. El diplomático Assad Shoman cuenta en su libro Historia de Belice el esfuerzo diplomático que la pequeña nación tuvo que realizar para poder recibir el reconocimiento de las demás naciones centroamericanas, que en su momento estaban todas del lado de Guatemala al respecto de la disputa territorial. Que hayan tenido éxito en esa labor es un logro impresionante. En tiempos más recientes, la Organización de los Estados Americanos y la Corte Internacional de Justicia han estado mediando la disputa, para prevenir acciones unilaterales y promover medidas conciliatorias.
No obstante, ocasionales crisis burbujean. Durante la primera mitad de abril de este año hubo una infructuosa negociación para acordar la posibilidad de navegación en el río que divide ambos países (en la frontera internacionalmente reconocida), el río Sarstún (Sarstoon). Sin embargo, para el 13 de abril esas negociaciones cerraron, dejando a la posibilidad de navegación en el río en la indeterminación jurídica, el limbo. Ese desacuerdo estaría en el telón de fondo del despliegue del 22 de abril. El 21 de abril, las fuerzas armadas beliceñas dieron muerte a un niño de 13 años en el río Sarstún, clamando autodefensa. Guatemala rechazó semejante justificación, y desplegó 3000 soldados a la frontera, para protegerla. Cabe notar que el número de soldados desplegado es tres veces más grande que el total de las fuerzas armadas de Belice.
Al momento de escribir, parece que la crisis ha terminado. El primer ministro de Belice, Dean Barrow, señaló que la reunión en las Naciones Unidas realizada durante la crisis dio la oportunidad a diplomáticos de ambos países para reunirse y de-escalar el conflicto. Quizá lo peor ya pasó. Sin embargo, la disputa territorial continua. El presidente actual de Guatemala, Jimmy Morales, ha mencionado que la “pérdida” de Belice fue el peor evento para la historia de Guatemala. Y la medida militar, se ha comentado, estuvo dirigida ante todo para la audiencia doméstica, como un despliegue de fuerza. Una medida riesgosa, que puede salir de control fácilmente. La mediación de la OAS, la ONU, y de México y EE.UU. también tuvo su papel en limitar el conflicto. Para prevenir lo peor, esperemos que sigan involucrados.