Space Suit, el cambiante contexto de la indumentaria espacial

// Por: Diego Galán

lun 15 julio, 2019

En el marco de los 50 años del alunizaje, observamos algunos de los desprendimientos culturales y sociales del evento que cambió a la humanidad. Música, diseño y tecnología en su enfoque particular. 

Model A7L, serial number 056. 

Apenas la semana pasada se anunció el regreso a exhibición del traje espacial de Neil Armstrong. Uno que históricamente a sido mostrado dentro del Smithsonian’s National Air and Space Museum. La noticia fue sorpresa para muchos, después de estar resguardado 13 años a raíz de las grandes advertencias sobre su envejecimiento y problemática preservación.

Malcolm Collum, conservador en jefe del Smithsonian diría “muchos de los materiales [usados en el traje] fueron diseñados con un tiempo de vida de seis años”. No se pensaba que este traje fuera usado más, su magnífica creación sería casi efímera, puramente circunstancial.

Los trajes usados en la misión del Apolo 11, más que ser una detalle dentro de uno de los esfuerzos políticos, tecnológicos y culturales más importantes de nuestra historia, fue independientemente, un ejercicio sin precedentes de diseño. Una conjunción especial entre tecnología y costura puramente arraigada en la necesidad.

La imagen absoluta

Quizá, también la imagen del traje espacial de Armstrong, es una de las más comunes en la consciencia colectiva. Blanco, patriótico y lunar, una imagen propiamente futurista. Una que detrás bambalinas era un tanto mundana.

La realidad es que tan imperfecto como era, este traje había logrado resolver problemas cruciales dentro de la amplia lista de necesidades y antecedentes. Todo frente a las presiones de la carrera espacial.

Primero que nada, su definición es importante. Se considera al traje espacial de uso exterior, como una especie de “spaceship for one”. Esto referente a la creación de una bolsa hermética de atmósfera para contrarrestar los efectos de la falta de una.

El desarrollo de estos trajes se enfocó en un balance entre movimiento y seguridad. Desplazamiento mecánico y flexibilidad en articulaciones, ejes centrales de diseño. La verdadera complicación, su integración con materiales de seguridad especializada y espacio aparentemente ilimitado para un tecnologías de soporte vital.

El camino a una cámara hermética para el resguardo frente a micrometeoritos, radiación solar, sistemas de enfriamiento, tanques oxígeno, equipo de radio y más integraciones, todo esperado en un paquete cómodo. Una misión para la que en realidad no se estaba preparado. 

La carrera espacial 

Para la perfección de estos trajes, el contexto está en la carrera espacial. Identificamos bien los nervios a flor de piel y las circunstancias alrededor de las presiones socio-políticas. Lo que no es tan evidente, fue la extraña relación entre programas espaciales y su resolución. La urgencia permitió una serie de exploraciones para trajes de exterior duro y delgados, la exploración de tecnologías de otras disciplinas como las del buceo.

Hacia el final de los sesentas, parecía que los rusos tenían un mejor sentido del objetivo a lograr. Entre algunos de los trajes más históricos están el SK-1 usado para las misiones de Vostok, el Berkut que permitió la primera caminata espacial, Yastreb con grandes implementaciones de soporte vital, Krechet-94 innovando la flexibilidad, Strizh con una asimilación de componentes tecnológicos, Sokol con mayor simplicidad y Orlan como lo más acercado al modelo americano que identificamos hoy día.

Frente a la amplia gama de desarrollo ruso, los americanos debieron enfocarse en una nueva manera para atacar el diseño visionario. La gran mayoría del trabajo para el traje espacial del Apolo 11 fue costura realizada a mano. Flexible, resistente y hermético como únicas guías. Cualquier error en el manufactura, por mínimo que fuera, implicaba un rechazo automático. Algo bien entendido, como para dramatizar la intención de superar a su contraparte europea.

https://www.youtube.com/watch?v=l90E8ZqVO_g

Costureras

El equipo de costureras trabajando en este especializado proyecto, hablarían sobre las implicaciones en el trabajo, la presión de esta responsabilidad y la necesidad de ser perfectas en cada etapa del proceso. 

Además de este trabajo de manufactura detallista, la frontera del diseño era la solución tecnológica. Uno de los retos más evidentes, la resistencia a la temperatura. Hoy gracias a la historia del Smithsonian, sabemos del desarrollo de telas de vanguardia como Beta, a raíz de materiales como el teflón en microfibra. Sabemos de la llegada inesperada de una manufacturera de brasieres y fajas playtex, asistiendo al almacenamiento. Cualquier industria, asistiendo al proyecto.

Así de la manera más aparentemente mundana, el desarrollo tecnológico que mantuvo a los cosmonautas seguros en la luna se hizo realidad. Los americanos habían logrado al fin el cometido absoluto, todo bajo intensidad de trabajo.

Mientras el icónico traje se volvió parte de un showcase de orgullo interestelar, su envejecimiento aguanto hasta el 2006, cuando el Smithsonian vió necesario su retiro para preservación. Gracias a cuatro años y una inversión de $700,000 dólares se logró restaurar e implementar un sistema para su correcto almacenaje.

Hoy día, el traje no es una guía de tecnología de punta, pero sí de inventiva. La realidad de los trajes espaciales cambia dramáticamente cuando la NASA compite con la iniciativa privada que pretende hacer de los programas espaciales algo sexy y estético. Desarrollos como Final Frontier Design crean una perspectiva en donde el diseño justamente expone a ingenieros y creativos juntos. Los objetivos interestelares se enfocan cada vez menos a cosmonautas, y más a la investigación.

La presión por el traje espacial perfecto, está lejos de ser definido. La época del Apolo 11 nos dejó claro la posibilidad, mas no efectividad. Hoy los diseñadores no trabajan no bajo presiones, sino en el contexto de tecnologías de vanguardia y de interdisciplinariedad. No a carreras, sino a retos.