Por: Kika Jurado/ @kikajurado
Insufribles, ingratos, mimados, groseros y demás calificativos describen exactamente lo que piensan en algún momento de su vida todos los padres de familia hacia sus hijos. Es verdad que hay un sentimiento generalizado de amor y orgullo profundo por ellos, muchas veces sin merecerlo, y socialmente no es aceptado decir lo contrario; pero todos sin excepción han sentido un enorme deseo de deshacerse de esos seres humanos que los desquician, aunque sea solo por un segundo.
Siguiendo esta idea, la premisa de Mom and Dad (2018) es genial y brutalmente honesta porque habla sin tapujos de la idea de quitar del camino a los hijos describiendo el ejemplo de lo que parece un matrimonio perfecto con hijos imperfectos y muy en el fondo al revés. Nicolas Cage regresa a la pantalla grande de la mano del director Bryan Taylor, con quién ya había colaborado en la fallida Ghost Rider: Espíritu de Venganza e interpreta a Brent, un esposo y padre de familia que vive en un suburbio clase mediero con Kendall, su esposa interpretada brillantemente por Selma Blair y sus dos odiosos e irritantes vástagos. Un día una misteriosa epidemia global convierte a todos los padres de familia en potenciales asesinos de sus propios hijos; robar dinero de la cartera de sus padres, llevar animales muertos al auto favorito de papá: es momento de cobrar venganza.
Esta comedia gore que la crítica ya bautiza como una película de culto estrenó en el pasado Festival Internacional de Cine de Toronto y tuvo gran aceptación en El Festival de Cine Fantástico de Sitges. Si bien no es una película apta para todo público ya que muchos pueden ofenderse fácilmente, es lastimosamente graciosa. El estilo narrativo del director es muy similar a sus anteriores trabajos, movimientos de cámara en mano, tomas en picada y un diseño sonoro que mantiene un ritmo interesante, aún así la película se queda en una premisa divertida con un tercer acto bastante anticlimático, la anécdota no alcanza para los ochenta y seis minutos de violencia extrema que bien podría haberse resumido en un gran cortometraje.
El cine y la literatura nos han dado grandiosas piezas que exaltan la gracia de ser padres, esta cinta, que extrañamente logra una de las mejores actuaciones de Nicolas Cage en años, es la antítesis de todas esas historias y nos recuerda las grandiosas cintas serie B de bajo presupuesto que arrancan carcajadas pero que nos deja la sensación de que queda inconclusa.