Reseña: Loveless, el amor como una redención incondicional

// Por: Staff

dom 20 mayo, 2018

Por: Kika Jurado

Concebir el amor como una redención incondicional es incuestionable, dar todo por el ser amado incluso sacrificando la felicidad propia raya en lo obvio. Pero en otras realidades el amor, la energía universal que une, se somete y lo da todo también lastima, olvida y separa.

 

Otra gran historia de Zvyaginstey

El aclamado director Andrey Zvyagintsev no tiene piedad para contar historias forjadas en su patria. Es cierto que nos curte nuestra tierra y sus costumbres y Andrey no tiene tapujos para retratar de forma atrevida y política el comportamiento de la sociedad rusa que por años ha vivido tragedias, guerras e invasiones en un territorio de climas helados lleno de estepas y llanuras gélidas. Es evidente que estas condiciones históricas y geográficas forman sociedades con pieles gruesas, temperamentos hoscos y corazones fríos. La influencia de las decisiones de la nación y sus proyectos de identidad y patriotismo separan familias enteras cuando la falta de amor y empatía es evidente.

Zhenya y Boris están divorciándose, cada uno con parejas nuevas deciden vender la casa que tienen en común dónde vive ella con el hijo de ambos, Alyosha. Aunque están separados, es inevitable que al verse discutan fuertemente como rutina habitual, los gritos y las palabras dolosas e hirientes siempre recaen en que ninguno de los dos quiere quedarse con el hijo quién vive martirizado por la falta de cariño y comprensión y que escucha siempre detrás de una puerta con el corazón destrozado ahogado en lágrimas. El retrato brutal de la madre incapaz de soltar su smart phone viviendo al pendiente del mundo virtual y el padre teniendo sexo despreocupado con su joven novia obliga a Alyosha a huir. La coyuntura moral de los padres empieza, tal vez la desaparición de su hijo sea la solución a sus problemas o la tortura que los perseguirá toda su vida.

Una cruda narrativa

Este filme muestra los contrastes de la condición humana sin acentos moralistas. La narrativa es cruda y nos muestra ese inmenso vacío en el que ha caído la sociedad rusa postsoviética abandonada en el consumismo desmedido que es nutrido por los empleos mediocres y además retrata también una burocracia policiaca que se muestra indolente ante una evento de este tipo. Los planos abiertos y los paisajes llenos de naturaleza muerta se combinan con una estética magistral y actuaciones brillantes.

Esta desgarradora película Ganadora del Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Cannes del año pasado y nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera es indispensable para reflexionar sobre las sociedades dónde el hedonismo prevalece cómo máximo de vida.