Cuando veo las discusiones que en foros públicos y medios de comunicación se mantienen sobre la tan manoseada “Legalización de la Marihuana en México”, me llama la atención que, entre los ponentes de esos espacios, ya sea que condenen o defiendan el tema, hay: políticos, analistas, sociólogos, figuras públicas, periodistas, economistas, clérigos y hasta policías.
Sin embargo, muy pocas veces son invitados aquellos que verdaderamente deberían estar trabajando en consolidar los argumentos sólidos que se requieren para que el asunto de la marihuana deje de ser un botín oportunista y se transforme en lo que debería ser: un tema de salud pública.
Y además de ello un tema de conciencias; para que esto avance sería fundamental impulsar una evolución social progresiva que ayude a propiciar un momento de normalización en el que asuntos “espinosos” como éste ni siquiera tendrían que ser polémicos, pues nuestra educación y sentido de libertad (la propia y la de los demás) deberían de ser suficientes para entender la importancia y al mismo tiempo la simplicidad del asunto.
Pero en éste México actual nuestra galopante doble moral no nos permite librarnos de nuestras ataduras y observar con calma y en su real dimensión un problema como éste.
Médicos, neurofisiólogos, psiquiatras y psicólogos, así como usuarios de la sustancia son los que tendrían que estar sentados, junto con los que hacen las leyes, para compartirles por un lado sus experiencias (en el caso de los consumidores) y por otro todos los argumentos neuroquímicos y conductuales que nos ayuden a decidir si legalizar la marihuana es peligroso o benéfico para la sociedad mexicana.
Esa doble moral y los intereses asociados al tema de la cannabis nos impiden ver la realidad y en muchos casos trastornarla, no estamos hablando de una liberación de la droga donde cualquiera, de cualquier edad y bajo cualquier argumento pueda comprar marihuana en la tienda de la esquina y consumirla en un vagón del metro.
Los padres de familia asustados han argumentado este tipo de temores para resistirse a la “libre proliferación de la hierba” si es que la legalizan. Por el contrario, LEGALIZACIÓN implica acotar a un marco legal la siembra, trasiego, transportación, almacenamiento y venta de una sustancia que por sus características necesita ser controlada.
Ese control con lo primero que acabaría es con el tráfico ilegal de cannabis y con la violencia y la muerte ligados a los grupos del narco, que hoy en día son los únicos distribuidores de marihuana en nuestro país, así como con el mercado negro y el lavado de dinero que éste negocio millonario implica.
Pero además ayudaría a tener también bajo observación la calidad del producto y asegurar con ello a los consumidores que lo que están usando ha pasado por procesos de prueba que garantizan que dicha sustancia es inocua.
Teniendo distribuidores autorizados de marihuana sabríamos quiénes la están adquiriendo y cuáles son sus hábitos de consumo, para así mantener procesos de educación constante que se difundan simultáneamente a la legalización de ésta droga. Podría generar ingresos importantes al gobierno y beneficios sociales en diferentes ámbitos (incluidos el arte y la cultura), como ha sucedido en otros países desde hace años.
Con ello se podría prevenir cualquier riesgo de adicción, teniendo claro que la medicina actual acepta que la cannabis no provoca bajo ninguna circunstancia una adicción física, pero si puede detonar una adicción psicológica en personas con personalidades susceptibles a ello.
En la experiencia de los científicos que han trabajado con ésta sustancia en los últimos 25 años de manera seria (en al menos 20 países del mundo) ya no queda ninguna duda sobre las virtudes médicas de la cannabis para disminuir e incluso anular por largos lapsos de tiempo los temblores y movimientos involuntarios asociados al mal de Parkinson, ayudar a disminuir los durísimos efectos secundarios de los medicamentos retrovirales que se usan para tratar a la gente con VIH, combatir el glaucoma, prevenir el Alzheimer, ayudar en el síndrome pre-menstrual y frenar algunos de los efectos de la esclerosis múltiple entre una larga lista de beneficios más.
La marihuana y todos sus derivados: aceites, cremas, infusiones y hasta alimentos preparados con ella, siguen demostrando su influencia positiva en la salud de mil maneras distintas, ayudando con ello a derrumbar muchos de los mitos sobre su toxicidad.
Y es que para entender el porqué la cannabis está prohibida en nuestro país, basta con hacer una breve revisión de la historia…
Hasta principios del s.XX la marihuana era una hierba de uso común en prácticamente todo el mundo, sin que nadie cuestionara su utilización o argumentara riesgos en su consumo, se sabe por ejemplo que además del uso lúdico y terapéutico (reposada en alcohol en México se aplicaba desde mucho tiempo atrás para ayudar contra los dolores del reuma y la artritis) era frecuente aprovechar las fibras de la planta para su uso textil y la fabricación de papel de buena calidad.
Se sabe por ejemplo que la constitución política de los Estados Unidos de Norteamérica está impresa en papel de cáñamo y buena parte de las biblias editadas en ese país hasta antes de la década de los sesenta también.
Sin embargo, hacia los años treinta una fuerte actitud conservadora y el implacable racismo que aún reinaba en las conciencias de buena parte de la población americana llevó a considerar la hierba como una sustancia de mexicanos (vistos en aquel entonces como forajidos y empleados de segunda) y de negros, lo que alimentó una aversión social hacia la cannabis que llegó a su clímax con la película “Reefer Madness (Tell your children)” de 1936.
A principio de esa misma década, en el seno de la Sociedad de Naciones, Estados Unidos trató de impulsar una legislación internacional que posibilitara el control y prohibiera el cultivo de la marihuana y otros derivados del cáñamo, junto con la amapola, en todo el mundo.
Al no poder conseguirlo, desarrollaron una legislación doméstica restrictiva, basándose en consideraciones fiscales e incluso penando con cárcel a los consumidores por primera vez, además desataron una feroz campaña que atacaba directamente el uso de la cannabis. Producto de esa campaña es el film “Reefer Madness”.
Es una película propagandística dirigida por Louis J. Gasnier, que se refiere a los efectos de la mota y narra la historia de varios jóvenes que terminan por volverse medio locos como consecuencia de su adicción a ella, ejecutando una serie de actos delictivos que van desde el asesinato, al robo y a la violación, así como a agresiones mutuas.
La escena más icónica y recordada de éste filme es una donde una mujer toca el piano con un porro en los labios como desquiciada, mientras un sujeto a su lado con los ojos desorbitados le grita “¡¡¡Play faster, faster, faster!!!.
Obviamente estas impactantes imágenes sin ningún fundamento médico, sociológico ni liga con la realidad de los consumidores, lograron su efecto y la sociedad norteamericana estuvo completamente de acuerdo con que la hierba fuera prohibida, lo cual no sucedió con la inmediatez que hubieran deseado.
Sin embargo, aunque fue rodada en 1936, “Reefer Madness” no se hizo realmente popular hasta los años 70, cuando la Organización por la Reforma de las Leyes de la Marihuana (NORML por sus siglas en inglés) la recuperó del archivo del Congreso, consiguiendo incluir a la ganja en la Lista 1 de la Ley de Sustancias Controladas (Controlled Substances Act – CSA) y con ella condenando su siembra, tráfico y posesión y al mismo tiempo criminalizando a los usuarios.
Lo más sorprendente es que México, en la consistente actitud servil y sumisa que durante décadas y particularmente en esos años mantenía hacia el gobierno norteamericano, prohibió la marihuana de inmediato y la condeno en automático, sin mediar ningún estudio médico ni científico sobre su toxicidad.
Fue hasta entonces que las agencias del gobierno americano buscaron probar el peligro del consumo de la weed con “estudios clínicos” y “experimentos médicos”.
Por ejemplo, se llegaron a inyectar hasta 57 gramos de extracto de líquido de cáñamo en la yugular de un perro que pesaba 12 kilos, buscando la dosis mortífera del fármaco; para sorpresa de los investigadores, el animal se recuperó tras estar inconsciente día y medio… y se despertó con hambre (el munchies no perdona).
Esos endebles argumentos son los que han mantenido la cannabis prohibida durante casi medio siglo.
Por imitación, sin razones concluyentes y bien fundamentadas, así se consolidó la prohibición, por lo tanto, resulta absurdo por decir lo menos que en nuestro país quienes critican la posible legalización se guíen por los mismos frágiles argumentos de hace 40 años y pretendan limitar las libertades individuales satanizando antes que informar y vetando antes que comprender las posibilidades reales y positivas del consumo de la marihuana.
Es momento de que aquellos que defienden su uso y legalización den el primer paso y construyan, con base en la ciencia, la experiencia real y el sentido común un ariete poderoso que derrumbe los muros de la intolerancia, la ignorancia y el miedo que dominan la mente colectiva de la sociedad mexicana en estos temas.
Fumar o no cannabis por razones lúdicas o aprovechar sus virtudes terapéuticas y médicas debe ser una decisión libre de cada persona en su muy particular circunstancia y se debe, eso sí, atacar con EDUCACIÓN e INFORMACIÓN a toda la sociedad para prevenir hábitos destructivos o adicciones nocivas, no solamente en el caso de la marihuana, sino de todas las drogas que son consumidas en nuestro país y que deben sin duda ser abordadas desde su muy particular contexto y naturaleza.
Si hacemos esto de la manera correcta muchas bendiciones caerán sobre nosotros desde el reino de Jah…
“La hierba es la curación de una nación; el alcohol es la destrucción.”
Bob Marley
Este es el primero de los THC Files… vendrán muchos más…