Derechos y Reveses por: Cristina Orozco
El tema principal del segundo debate presidencial fue México en el mundo, se desarrolló en un ambiente polémico, aunque menos agresivo que en el primer debate, de hecho, fue mucho más dicharachero. ¡Vaya que se relajaron los candidatos! En ocurrencias se los llevó el candidato Jaime Rodríguez, fue el gracioso del grupo y nada de lo que dijo se le tomó con seriedad.
Las preguntas de los moderadores iban al punto sobre los problemas, que México no ha podido resolver ni negociar por negligencia o incapacidad. Los temas principales fueron; el comercio exterior, los derechos de los migrantes y la seguridad fronteriza. La experiencia de los periodistas, León Krauze y Yuridia Sierra, lograron hacer que los candidatos se enfocaran en responder a las preguntas, pues los candidatos se iban por la tangente en discursos que variaron entre una doctrina dogmática, el auto afirmamiento, la auto defensa en cualquiera de sus posturas y no hubo nada concreto más que planteamientos echados al aire como quien avienta una paloma con un mensaje de paz mundial.
Cuando hablaron de cómo resolver los problemas sobre comercio exterior e inversión, dejaron fuera lo más importante, lo relativo al Tratado del Libre Comercio, en cambio, dedicaron sus valiosos minutos para hablar de la personalidad de Trump, quien seguramente debió haber gozado cada momento, no utilizaron su voz que era escuchada por millones de televidentes y cibernautas para explicar cómo sobrellevar y aminorar los daños ocasionados por la mala relación bilateral entre los Estados Unidos de América y México; también centraron la conversación en los cultivos, sus dividendos y en la pobreza de los campesinos de México sin proponer un plan de rescate inmediato.
Cuando abordaron el tema de los derechos de los migrantes, relataron historias dramáticas de lo que este problema ha ocasionado, pero una vez más, dejaron ver que no tiene un plan inmediato ni les dieron la mínima esperanza de que vuelvan a sus hogares. Trataron el asunto de refugiados e inmigrantes como quien habla de una enfermedad terminal.
Cuando se les cuestionó sobre la seguridad fronteriza y la violencia que han padecido principalmente las mujeres y a pesar de la insistencia de la moderadora para recibir una solución del candidato Anaya, no lo consiguió, a él le duele todo, la pobreza y las injusticias; las violaciones de mujeres y la trata de personas.
Entre tanto y todo se llegó, inevitablemente, a la causa generadora de nuestros males, evidentemente la corrupción y la impunidad y, aunque, sabemos que la solución es la garantía de que tendremos un gobierno honesto, el que expresó mejor esta exigencia de los mexicanos fue Andrés López Obrador, pero el discurso recurrente no lo expía de las formas para acabar con ello.
Señalarlo no es suficiente y, sin una estructura básica que lleve claro un objetivo, acción y finalidad, medible en un límite de tiempo, es un globo de cantoyacon un deseo al aire, una ilusión, pero por mencionar lo que queremos los mexicanos, justicia y democracia, el pueblo se siente escuchado y esa es la razón por la cual va él en la delantera, pero falta que aterrice sus ideas para que no se vean fallidos seis años de gobierno.
Ricardo Anaya logró desarrollar los temas fogosamente y respondió directo a las preguntas de los moderadores cuando quiso y evadió cuando quiso, también fue bastante incisivo en sus ataques contra los candidatos, pero como dice una expresión popular “tiene cola que le pisen” y no logró su cometido. Simplemente, no basta la facilidad de expresión, hablar inglés, francés o tener cifras y porcentajes en la punta de la lengua, le falta empatía, pues no logra inspirar confianza; refleja complejos que le hacen sombra, y los mexicanos no estamos para compensarlos y por más poses que tome se le siente lo fingidito. Aunque se piense que él ganó el segundo debate, según señalaron algunas encuestas, no se reflejará en votos.
Las respuestas a las preguntas de los ciudadanos invitados y de los moderadores sirvieron para mostrar cómo seremos tratados, así como se dirigieron a ellos será el cómo nos van a tratar. En el segundo segmento del debate se aprecia la arrogancia de trato del candidato Anaya.
José Antonio Meade hizo un gran esfuerzo para comportarse más como líder que como burócrata burgués, pero no levanta ni el polvo, fue el cáeme bien del grupo. La estela de hipocresías, corrupción e impunidad del PRI lo deja fuera de la contienda electoral, ni un voto para el PRI, esa sí es consigna nacional.
Después del segundo debate presidencial que se llevó a cabo en Tijuana, resulta evidente que ningún candidato tiene los que se requiere para gobernar el país con eficacia: los candidatos no están a la altura de lo que México necesita para no seguir hundiéndolo.
Qué falta de profesionalismo y qué falta de seriedad y gallardía de los cuatro candidatos. ¿Tendrán que pasar otros seis años antes de que un hombre íntegro, inteligente y formal como Javier Corral sea candidato a la Presidencia?